El cambio climático amenaza la cascada Cola de Caballo en el parque nacional de Ordesa

La disminución de las nevadas afecta al acuífero del que depende el salto de agua, que estuvo a punto de secarse la semana pasada

La cascada Cola de Caballo, casi sin agua a mediados de septiembre 2020.Parque nacional de Ordesa y Monte Perdido

La impresionante y popular cascada Cola de Caballo, emblema del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido (Huesca), depende en gran medida de la infiltración del agua procedente de la fusión de la nieve que se acumula en un acuífero kárstico, concluye un estudio del Instituto Geológico Minero de España (IGME). “Se conocía el manantial, pero no su funcionamiento, y es muy importante para entender su influencia en los caudales de la cascada”, explica Luis Javier Lambán, científico director de la investigación. Los datos recogidos indican que el cambio climático y la consecuente disminución de la...

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La impresionante y popular cascada Cola de Caballo, emblema del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido (Huesca), depende en gran medida de la infiltración del agua procedente de la fusión de la nieve que se acumula en un acuífero kárstico, concluye un estudio del Instituto Geológico Minero de España (IGME). “Se conocía el manantial, pero no su funcionamiento, y es muy importante para entender su influencia en los caudales de la cascada”, explica Luis Javier Lambán, científico director de la investigación. Los datos recogidos indican que el cambio climático y la consecuente disminución de la cubierta de nieve “generarán una disminución de la recarga del acuífero que garantiza los caudales y la supervivencia de la cascada. Esta debe su existencia fundamentalmente al agua subterránea que proviene del manantial de Garcés [punto por donde descarga el acuífero]”, aclara Lambán. Según el Observatorio Pirenaico para el Cambio Climático (OPCC), la acumulación de nieve por debajo de los 1.500 metros podría llegar a reducirse en un 78% en el último cuarto del siglo XXI en los Pirineos.

La investigación, publicada en la revista Science of The Total Environment, comenzó en enero de 2018 y el equipo de científicos continúa tomando datos para conocer cuánto está disminuyendo el caudal. “Visualmente ya se nota en el salto de agua en verano", advierte Lambán. Tanto es así que la cascada "estuvo a punto de secarse la semana pasada”, confirma Elena Villagrasa, directora del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido. “Hacíamos fotos casi a diario, pero hemos tenido la suerte de que empezó a llover con mucha fuerza el viernes pasado y se recuperó”, añade. En el momento en el que se producen precipitaciones la respuesta es inmediata, "porque la montaña suda por todos lados debido a sus características geológicas, pero lo que sujeta el caudal permanente de la Cola de Caballo es el agua que se va filtrando y que procede del hielo y de la nieve”, añade.

Espeleólogos del grupo Otxola dentro de la cueva de Garcés.

El manantial de Garcés es el aliviadero del acuífero kárstico que recoge la infiltración de las precipitaciones (sobre todo de nieve) de la ladera sur del cordón montañoso, que pasa por los picos de Marboré (varias cumbres de más de 3.000 metros) y culmina en el Monte Perdido (3.355 metros). El equipo de científicos situó sensores en el acuífero y en el manantial y ha analizado de qué altura viene el agua, la cota donde se infiltra, y el tiempo de tránsito hasta que sale en el manantial. Los resultados muestran que una cuarta parte de esta agua se precipita por la cascada en “apenas 10 días". Las tres cuartas partes restantes van más lentas, tardan más de un año en alcanzar el manantial. “La abundancia de nieve que se acumula en otoño, invierno y primavera garantiza que el acuífero descargue de forma continua y estable y es lo que le da el esplendor a la cascada”, indica Lambán. El equipo de científicos, integrado también por Jorge Jódar, Antonio González, Sergio Martos y Javier Heredia, ha necesitado la ayuda de espeleólogos, pertenecientes al grupo navarro Otxola, porque la galería principal está inundada y para situar el material fue necesario realizar espeleobuceo.

El problema va más allá de la Cola de Caballo. “Si la parte de agua que procede de la fusión de la nieve y la escorrentía es menor que la descarga y almacenamiento, repercute en todos los puntos de descarga del parque nacional, y eso se detecta de forma progresiva”, advierte Villagrasa. El parque tiene otros problemas añadidos que afectan a los recursos hídricos. La superficie de los glaciares del Pirineo se va reduciendo, pierden 17,76 hectáreas (casi ocho campos de fútbol) al año. “Se van convirtiendo en neveros y estos pasan a ser ibones de montaña. Todo el modelado glaciar y periglaciar está cambiando y eso también se refleja en los ríos principales”, concreta la directora del parque nacional. El impacto más visual será en el turismo, porque la ruta a la Cola de Caballo es la estrella del enclave protegido. Pero, además, “la disminución del caudal puede afectar a los ecosistemas asociados, así como producir una mayor concentración de posibles contaminantes". Los científicos van a continuar con el estudio, que se enmarca dentro del proyecto PIRAGUA, financiado por la Unión Europea, sobre cambio climático y recursos hídricos en los Pirineos.

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