Castex llama a los franceses a “no bajar la guardia” para evitar un “reconfinamiento generalizado”

El primer ministro francés viaje a Lille, una de las numerosas ciudades que han impuesto la mascarilla en espacios abiertos, para apoyar la medida

El primer ministro francés, Jean Castex, habla con un policía en Lille.DENIS CHARLET (AFP)
París -

Hace tiempo que las autoridades francesas han enterrado ese discurso del comienzo de la pandemia según el cual el uso de mascarilla en la calle era “inútil”. Y si queda algún que otro alto funcionario que aún duda de su necesidad, se cuida mucho de manifestar su escepticismo en público. Cada vez más ciudades francesas hacen obligatorio el uso de mascarilla en espacios públicos abiertos y el primer ministro, Jean Castex, incluso se ha desplazado a una de estas localidades, Lille, para apoyar una medida que ...

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Hace tiempo que las autoridades francesas han enterrado ese discurso del comienzo de la pandemia según el cual el uso de mascarilla en la calle era “inútil”. Y si queda algún que otro alto funcionario que aún duda de su necesidad, se cuida mucho de manifestar su escepticismo en público. Cada vez más ciudades francesas hacen obligatorio el uso de mascarilla en espacios públicos abiertos y el primer ministro, Jean Castex, incluso se ha desplazado a una de estas localidades, Lille, para apoyar una medida que ahora es considerada como una herramienta clave para evitar un nuevo confinamiento nacional.

“Todos tenemos que comprender que el objetivo es sencillo: protegernos contra este virus sin detener de nuevo la vida económica y la vida social. Es decir, evitar la perspectiva de un reconfinamiento generalizado. Ese es el objetivo del gobierno”, declaró este lunes Castex, que llamó a “no bajar la guardia” ante un virus que “no se va de vacaciones”.

El cambio del discurso oficial sobre las mascarillas ha ido en progresión con el repunte de los contagios y los brotes en Francia, donde la tasa de contagios vuelve a superar el millar diario desde hace un tiempo, sobre todo entre la población más joven. La semana pasada, la Dirección General de Sanidad advirtió de una “aceleración” de los contagios y subrayó la necesidad de hacer “esfuerzos rápidos e importantes” de forma tanto individual como colectiva “para frenar esta propagación viral”.

Ante las críticas por su viraje en el tema de las mascarillas, el Gobierno se escuda en que siempre ha seguido las directivas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en este aspecto. Y la institución internacional, como recordaba el ministro de Sanidad, Olivier Véran, en una reciente entrevista con EL PAÍS y otros medios europeos, “cambió sus orientaciones sobre el uso de la mascarilla el 5 de junio. Muy tarde”, apostilló.

Al igual que otros muchos países en lo más duro de la pandemia, Francia sufrió una fuerte carestía de mascarillas durante el confinamiento que llevó a priorizar su uso entre el personal sanitario. El presidente, Emmanuel Macron, ordenó que el país fuera capaz de producir suficientes como para autoabastecerse antes de que acabe el año, pero ello no impidió que, al comenzar la desescalada, el 11 de mayo, siguiera habiendo escasez de mascarillas para el “gran público”. En aquel entonces, solo eran obligatorias en el transporte público y en los comercios que así lo establecieran. Sin embargo, el 20 de julio, el Gobierno decretó su uso obligatorio en todo espacio público cerrado. El pasado viernes, dio un paso más al permitir que los prefectos puedan decidir en sus regiones imponer la mascarilla también en espacios abiertos, una medida que entró en vigor este lunes en varias ciudades de todo el país, como Lille, Bayona o Niza.

En esta última ciudad, su alcalde, el conservador Christian Estrosi, no ha querido esperar a que actúe el prefecto y, según ha anunciado este mismo lunes, ha emitido un decreto municipal “imponiendo el uso de mascarilla en el espacio público en varios lugares muy frecuentados” de la ciudad. La medida estará vigente desde las 10 de la mañana a la 1 de la madrugada.

La obligación de usar mascarilla depende de cada localidad. En Mayenne, una de las zonas con más focos desde hace unas semanas, es obligatorio su uso en todas las calles y espacios públicos, al igual que en el muy turístico Monte Saint-Michel. En Lille, donde la tasa de incidencia es actualmente de 38 personas infectadas por 100.000 habitantes, cuando hace dos semanas eran solo 17, la mascarilla por el contrario se impone solo en ciertas calles muy frecuentadas. Una medida emulada en numerosas otras ciudades, también en las muy turísticas La Rochelle, Biarritz o Bayona, que este lunes también tenía previsto publicar un decreto imponiendo su uso en el centro de la ciudad. Muchas otras localidades obligan a ponerse mascarilla solo en los mercados.

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