Los tres meses más locos del BOE

El boletín oficial ha vivido con la pandemia un momento único, con teletrabajo, ritmos estresantes, hasta 17 ediciones extraordinarias e incluso competencia de ediciones ‘fake’

Madrid -
Una persona consulta el 'Boletín Oficial del Estado' en su domicilio.Víctor Sainz

Uno de los muchos efectos sorprendentes de la pandemia ha sido volver interesante algo tan aparentemente previsible y aburrido como el Boletín Oficial del Estado (BOE). Durante tres meses ha llegado a crear casi expectación, porque ha sido lo único que ponía orden en la confusa avalancha de medidas que organizaban la vida de los españoles. Al salir publicado ya quedaba claro. Pero precisamente esa responsabilidad de consagrar lo escrito en medio del caos ha desencadenado en la institución los tres meses más agitados y estresantes que se recuer...

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Uno de los muchos efectos sorprendentes de la pandemia ha sido volver interesante algo tan aparentemente previsible y aburrido como el Boletín Oficial del Estado (BOE). Durante tres meses ha llegado a crear casi expectación, porque ha sido lo único que ponía orden en la confusa avalancha de medidas que organizaban la vida de los españoles. Al salir publicado ya quedaba claro. Pero precisamente esa responsabilidad de consagrar lo escrito en medio del caos ha desencadenado en la institución los tres meses más agitados y estresantes que se recuerdan. Porque además han hecho el BOE, por primera vez, teletrabajando.

Normalmente sale de lunes a sábado a las siete y media de la mañana, pero en este periodo ha afrontado 17 ediciones extraordinarias, publicadas a cualquier hora. Y es algo realmente raro, hasta ahora solo han sido necesarias en acontecimientos como la abdicación de Juan Carlos I, la aplicación del artículo 155 en Cataluña o el estado de alarma por la huelga de controladores aéreos. Eso ha llevado a un ritmo desconocido de trabajo durante las 24 horas del día, porque en la vida normal el cierre ordinario de la edición era en torno a las seis de la tarde.

El caso más agónico fue el del domingo 29 de marzo, previo al lunes en que entraban en vigor las denominadas actividades esenciales. Se terminaba el día, llegaba la medianoche, y el BOE no acababa de salir. Se publicó pasadas las 11.30 de la noche. “Es el momento más complicado”, admiten responsables de la entidad. “Cuando una disposición entra en vigor al día siguiente de su publicación, debe de publicarse antes de las 12.00 y esa hora final se acerca sin disponer de la disposición. Puede ocurrir que la llegada en horas tardías genere un acortamiento de los plazos de gestión”. Es decir, hay que hacer todo corriendo. Maquetar y revisar posibles errores en el texto. Hasta ahora cualquier edición extraordinaria exigía la presencia del personal en la sede, pero ahora se han hecho 17 desde la distancia de las casas de todos.

La plantilla total de la entidad es de 315 personas, pero todas trabajan desde casa, salvo el director y un grupo de 10 personas que garantizan la coordinación de los procesos. Otras 150 realizan su trabajo en turnos, desde las siete de la mañana hasta las cuatro o cinco de la madrugada. Siempre hay alguien de guardia para producir, si lo pide el Gobierno, una publicación extraordinaria. Ningún trabajador contactado por este periódico ha querido hacer declaraciones, aunque admiten que están agotados y “la cosa está caliente”. La Moncloa reconoce que los empleados han desarrollado un trabajo monumental. La plantilla del BOE, con una media de edad de 57 años, es variopinta. El jefe de la imprenta es doctor ingeniero agrónomo, su adjunto es matemático. El jefe de nuevas tecnologías es ingeniero aeronáutico. Sus adjuntos, físicos o informáticos. Otros empleados son licenciados en derecho, ingenieros industriales, bibliotecarios, documentalistas o especialistas en artes gráficas. “Todos llevan mucho tiempo. Es normal encontrar personas cuyo padre ya trabajaba aquí”, explican sus responsables.

La pandemia ha puesto a prueba la resistencia del BOE, que tiene que salir publicado cada día como sea, salvo el domingo, porque es la voz del Estado. “El proceso de edición está organizado de tal manera que podría realizarse con una destrucción total de su sede”, señalan los responsables del boletín. “Incluso se podría editar desde fuera de España. Existen simulacros que recrean esas situaciones extremas. Por eso la declaración del estado de alarma no nos cogió desprevenidos”. El boletín es la constante vital de la existencia de un Estado y que se siga publicando garantiza la normalidad. En la Guerra Civil hubo un diario oficial de cada bando: la Gaceta de la República y el Boletín Oficial del Estado.También en la de Independencia y en las guerras carlistas. “El diario oficial siempre ha acompañado al legislador del que es su voz, bien en Cádiz, Madrid o Burgos”. En estos meses el reto ha sido el contrario, publicarlo sin moverse de casa. La entidad asegura que el sistema telemático no se ha bloqueado nunca, ni para los trabajadores ni para los ciudadanos que lo consultan. Tampoco ha sufrido ataques informáticos.

Otro detalle muy anómalo es que además todos los boletines han hablado de lo mismo. “Ha sido un periodo totalmente distinto, la pandemia ha monopolizado el BOE, también porque muchos otros actos administrativos estaban parados”, cuenta Eva Belmonte, periodista, autora del blog El BOE nuestro de cada día y directora de Civio.es. Desde hace ocho años se levanta temprano para leer el boletín, extraer lo más interesante y traducirlo al lenguaje común. También reconoce que ha trabajado a destajo estos meses.

Esta trepidación y los continuos ajustes del confinamiento han propiciado situaciones paradójicas. Belmonte señala que hay muchas medidas que se anunciaron pero nunca se materializaron y otras que no se anunciaron y, de repente, se supieron por el BOE, como la autorización de la salida de los niños. Y lo más curioso es un tercer caso: decisiones que se anunciaban en la rueda de prensa de La Moncloa pero luego en el BOE no están por ninguna parte y, por tanto, técnicamente no han entrado en vigor, aunque todo el mundo lo da por hecho y se comporta en consecuencia. El ejemplo más llamativo es el de los perros: Sánchez anunció que se podría sacar a pasear a las mascotas, pero en realidad luego no está refrendado en ningún boletín oficial. Aunque a estas alturas ya da igual. Ocurrió lo mismo con el permiso para viajar a la segunda residencia en la primera fase. A Sánchez le preguntaron en su rueda de prensa y dijo que sí, que se podría. Así que empezó a hacerse tranquilamente, pero en realidad nunca se introdujo ese detalle en el BOE.

Belmonte no cree que en toda la avalancha de normas de la pandemia se haya colado alguna extraña de tapadillo, aunque admite que le mosqueó que al principio, cuando se paró todo, una de las primeras medidas del Gobierno fue garantizar que se pudieran seguir aprobando indultos. “Luego no se ha usado, quizá fue para las tradiciones de Semana Santa, entonces aún no imaginarían que no se celebraría”. Pero sí opina que ha habido un exceso de decretos ley donde, “como un potaje, se mete de todo, y son poco democráticos, porque luego se tienen que aprobar en bloque”.

El interés por el BOE se traduce en números de visitas sin precedentes en su web, que tiene 300.000 lectores diarios: ha registrado un millón de descargas de los documentos específicos sobre la pandemia, cuando el mismísimo código penal ha tardado seis años en llegar a esa cifra. La expectación por lo que se iba o no a poder hacer llevó incluso en algún momento a que comenzaran a circular ediciones fake del BOE por redes sociales. Eran falsos boletines con el adelanto de las supuestas normas que se ponían en marcha. Es insólito, porque nadie se había molestado hasta ahora en fabricar boletines oficiales de pega, una prueba del repentino interés que han despertado.

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