Primer día de uso obligatorio de mascarilla en el transporte público: “No hay nadie controlando”
La mayoría de los viajeros se cubre la nariz y la boca, algunos se quejan de falta de supervisión
El transporte público se ha llenado este lunes de mascarillas, el primer día de la fase 0 de la desescalada en la mayoría del país (a excepción de las islas de Formentera, La Gomera, La Graciosa y El Hierro). Cubrirse la boca y la nariz es un requisito obligatorio para poder viajar en metro, en cercanías o en autobús. Las hay de todas las clases, unos la tienen azul, otras hechas en casa con estampados de flores y solo unos pocos llevan la mascaril...
El transporte público se ha llenado este lunes de mascarillas, el primer día de la fase 0 de la desescalada en la mayoría del país (a excepción de las islas de Formentera, La Gomera, La Graciosa y El Hierro). Cubrirse la boca y la nariz es un requisito obligatorio para poder viajar en metro, en cercanías o en autobús. Las hay de todas las clases, unos la tienen azul, otras hechas en casa con estampados de flores y solo unos pocos llevan la mascarilla FFP2, de uso profesional y que otorga mayor protección. En ciudades como Barcelona prácticamente todos los viajeros han sido disciplinados. Algunos se quejaban, eso sí, de falta de supervisión de las medidas de seguridad. “No hay nadie controlando y no me han dado mascarilla”, lamentaba Maribel, una mujer de 33 años, en Madrid. En la parada de La Latina, en la capital, ningún vigilante ni trabajador de Metro controlaba el acceso a media mañana.
En Barcelona, el transporte público, que durante la cuarentena ha alcanzado descensos del 85%, ha tenido este lunes una caída de usuarios del 75%. En los accesos a la ciudad el tráfico ha sido un 56% menor que antes de la cuarentena. La jornada transcurre sin incidentes en la capital catalana, donde prácticamente todos los usuarios llevan mascarilla. Pedro, uno de los pocos que iba sin una, explicaba a primera hora que confiaba en que le repartieran una: "Empiezo hoy a trabajar. No tengo, espero que me la den en la estación de Sants, decía en la parada de Camp de l’Arpa. Viajará seis paradas sin cubrirse la nariz y la boca. Pasada la hora punta, a media mañana, el metro estaba desierto en la estación de Plaza Catalunya. Allí, ya hace tiempo que nadie entregaba mascarillas. Isabel, una señora que prefiere no dar su apellido, sermoneaba a una pareja de ancianos que no la llevaba: “Esto no puede ser. Hay que protegerse y proteger”. Los ancianos se disculpaban y aceleraban el paso.
Entre las 6.00 y las 10.00, Metro de Madrid ha registrado 84.597 viajeros, lo que supone un 22% más que el mismo día de la semana pasada. Con todo, supone una caída del 85% respecto a 2019. A las 10.30, en la estación de Las Ventas no se ve un alma. Las pocas que hay llevan mascarilla, aunque más de una está mal puesta, solo cubriendo la boca y con la nariz al descubierto. Sindy Forero viene desde la estación de Nuevos Ministerios y no vio ningún control de seguridad o policías en la estación. “Llevo usando la mascarilla desde hace una semana que por fin encontré en una farmacia”, dice esta mujer de 35 años. Por megafonía se recuerda a los viajeros que cubrirse la nariz y la boca no es opcional: “Metro de Madrid recuerda que es obligatorio el uso de mascarilla dentro de los vagones y sus instalaciones”.
Al escuchar el anuncio, Dani Flórez, de 23 años, empieza buscar en su mochila. Se le ha olvidado la mascarilla y ahora tiene miedo de que le pongan una multa. “No sabía que era obligatorio y me la he dejado en casa, es que es muy incómoda”, dice mientras espera el metro. Lo mismo le ha pasado a Roberto Ramírez, de 55 años, que acaba de llegar a Madrid esta mañana desde Valencia y no sabía que era obligatorio el uso de mascarilla en el transporte público, explica. Aunque a diferencia de Flórez no parece importarle mucho.
Pero la mayoría sí lleva mascarilla. Como Laura Velázquez, una joven de 28 años, que la usa por primera vez desde que empezó la pandemia. “Todavía me incomoda mucho y no logro ajustármela bien”, dice mientras intenta acomodársela en la nariz. Dentro de los vagones, a medida que pasa el tiempo, es más difícil guardar la distancia de seguridad y los viajeros comienzan a sentirse incómodos. “He preferido pararme y hacerme a una esquina”, dice Marta Linares, de 31 años, que es personal sanitario y aplaude la medida del Gobierno de que las mascarillas sean obligatorias en el servicio público. “Ahora que vuelve la gente a la calle, es muy importante que usemos la mascarilla o vamos a volver a saturar las UCI”, dice Linares.
El consejero madrileño de Transportes, Ángel Garrido, ha asegurado este lunes que el 88% de los viajeros de Metro ha llegado con su propia mascarilla. Ha indicado además que los vigilantes podrán impedir a los usuarios que no porten mascarilla que viajen en el suburbano, aunque ha recordado que la orden del ministerio no incluye un régimen sancionador. “Estamos haciendo acopio para empezar a hacer un reparto gradual de las mascarillas, al menos dos por madrileño, suministradas por el Gobierno regional”, ha dicho el vicepresidente de la Comunidad, Ignacio Aguado. Ha descrito su uso como “de sentido común”, y más cuando, según ha explicado, han identificado un aumento del número de viajeros. “Si queremos garantizar la seguridad necesitamos mascarillas”, ha insistido.
El autobús gratuito 001 con dirección a Atocha va completamente vacío durante todo el trayecto Moncloa-Atocha Renfe. “Ha sido una mañana muy tranquila”, dice el conductor. En estos vehículos todavía no hay ningún letrero o anuncio por megafonía sobre el uso de mascarilla obligatoria. Muchos de los autobuses que transitan a mediodía por la Gran Vía van casi vacíos. En Barcelona, la mayoría de autobuses circulan con unos plásticos, colocados a modo de mampara, que impiden a los pasajeros entrar en contacto con los conductores. Una medida que los trabajadores de Transportes Metropolitanos de Barcelona han ido adaptando desde hace semanas y que obliga a los pasajeros a acceder por las puertas traseras de los vehículos.
La estación de Renfe de Atocha parece desierta. No hay casi viajeros, ni maletas. Todo parece paralizado. Todos los comercios a excepción de una cafetería están cerrados. Muchos de los policías y vigilantes no llevan mascarilla, aunque tienen que exigir a todos los viajeros que la lleven. “Para mí es obligatorio el uso de mascarilla en todo momento. Así sea incómoda tenemos que cuidarnos porque no sabemos quienes podemos ser portadores del virus”, dice Miguel Ángel Varo, 49 años, mientras espera su tren para ir a Castellón. Pero no todos han podido adquirir una: “Iba a coger el tren pero no me dejaron por no tener mascarilla”, dice Yully Ramírez.
Reparto de mascarillas
El Gobierno ha comenzado a repartir este lunes 14,5 millones de mascarillas en más de 3.500 puntos de todo el país. Según ha informado La Moncloa, la distribución está siendo efectuada por 15.000 efectivos, principalmente en los nodos de transporte, en municipios y entidades sociales –concretamente Cáritas, Cruz Roja y el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad–. La Federación Española de Municipios y Provincias se está encargando del reparto en ayuntamientos, diputaciones provinciales, cabildos y consells.
La orden afecta al transporte público, tanto terrestre como aéreo o marítimo. Así, quienes viajen en metro, en autobús, taxi, VTC o ferrocarril deben llevar mascarilla. En Valencia, la Generalitat colabora en la distribución de unidades entre los usuarios del transporte público y la megafonía de Metrovalencia y TRAM d’Alacant recuerda que es obligatorio su uso. Además, se ha instalado hidrogel en algunas paradas y vagones. También en Madrid, las pantallas del metro recuerdan la obligatoriedad de llevar mascarilla.
Con información de Lucía Franco, Manuel Viejo, Clara Blanchar y Alfonso L. Congostrina.
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