La pandemia golpea a casi 2.000 profesionales de la salud en México
En la fase más crítica de la epidemia, médicos cuentan cómo es contagiarse y luchar contra el virus en la primera línea de combate de un sistema sanitario frágil, saturado y con pocos recursos
Fue como volver a empezar. Clemente Zúñiga salió de casa rumbo al Hospital General de Tijuana, como todas las mañanas. Cuando llegó, sus compañeros le entregaron la guardia y se puso las botas, el overol, los guantes, la mascarilla N95, los goggles, el gorro, la careta y la bata. Tardó casi 10 minutos en colocarse todo el equipo de protección. “Tengo que aceptar que me sentí muy ansioso cuando regresé a ver a los pacientes”, confiesa el médico de 53 años. Había sido un mes largo desde que Zúñiga se contagió de ...
Fue como volver a empezar. Clemente Zúñiga salió de casa rumbo al Hospital General de Tijuana, como todas las mañanas. Cuando llegó, sus compañeros le entregaron la guardia y se puso las botas, el overol, los guantes, la mascarilla N95, los goggles, el gorro, la careta y la bata. Tardó casi 10 minutos en colocarse todo el equipo de protección. “Tengo que aceptar que me sentí muy ansioso cuando regresé a ver a los pacientes”, confiesa el médico de 53 años. Había sido un mes largo desde que Zúñiga se contagió de coronavirus. Estuvo hospitalizado, confinado en casa y completamente aislado de su familia. Regresó al trabajo el pasado lunes, pero fue el martes cuando realmente se le pusieron los nervios de punta, cuando volvió a la zona cero.
“Mi esposa me rogó que no lo hiciera”, dice entre risas, “pero tenía que estar otra vez en la trinchera con mis compañeros”. Zúñiga es uno de los 1.934 profesionales sanitarios que se han infectado de la covid-19 en México hasta el pasado fin de semana, alrededor del 12% de los casos, según datos oficiales. En la primera línea de combate hay aprendizajes y sentimientos encontrados entre el miedo y una vocación por batirse contra la pandemia, a pesar de saberse en un sistema de salud sin recursos suficientes para enfrentarla.
“No puedo describirlo, tener coronavirus es una sensación que no le deseo ni a mi peor enemigo, sientes que te vas a morir”, admite Zúñiga. Ser doctor y enfrentarse al virus lo cambia todo: conoces todos los síntomas y sabes cuándo hay razones para preocuparte, pero tienes que ponerte en las manos de tus compañeros. Tu trabajo ya no es salvar vidas, ahora estás postrado como tus pacientes. “Sufrí lo que ellos sufren en carne propia, ese miedo… en las noches estás sudando, con fiebre, no puedes respirar”, cuenta el doctor, “y te vuelves mucho más empático y comprensivo cuando regresas a atender a alguien”.
Encerrado entre cuatro paredes, después de pasar una semana hospitalizado, Zúñiga leyó todo lo que pudo sobre la enfermedad. “En los hospitales no estábamos preparados para recibir pacientes todavía, el manejo del equipo de protección no lo teníamos tan integrado en nuestras habilidades y las áreas físicas de los hospitales no habían sido transformadas”, reflexiona el doctor, que atiende directamente a pacientes con ventilación mecánica.
El momento preciso del contagio es difícil de determinar, dice, porque al tiempo que veía a pacientes sospechosos en el hospital y en su consultorio privado, también estaba haciendo su vida de forma normal. Aun así su diagnóstico sobre las condiciones de trabajo del personal hospitalario no da lugar a dudas. “Estamos trabajando en un sistema de salud frágil y donde los insumos han sido escasos siempre y de repente te viene una ola de enfermos, de una enfermedad nueva, que desconoces, que no tiene un tratamiento específico, que estamos aprendiendo a manejar y que, además, te trae pacientes que en su mayoría llegan al hospital muy graves”, explica Zúñiga. “Nuestro sistema ha sido soslayado y golpeado desde hace muchos años”, afirma.
En las últimas semanas, las noticias sobre brotes de covid-19 en hospitales han inundado la prensa en México, sobre todo ante los señalamientos por la falta de insumos médicos y preparación ante la epidemia. Mientras los focos rojos se multiplican, la pregunta de fondo es si el fisurado sistema sanitario del país puede soportar el peso de la emergencia. En el Hospital General de Tijuana, que depende del Gobierno estatal, también ha habido casos confirmados entre doctores, enfermeras, trabajadores auxiliares y personal de servicios generales. “Ha habido que yo conozca mínimo entre ocho y 12 compañeros contagiados”, asegura Zúñiga, pero matiza que ante un problema sistémico es muy difícil encontrar culpables. “Muchos se contagiaron en las primeras semanas de la epidemia y creo que hemos aprendido a pasos agigantados”, agrega.
“Son muchos factores para cada hospital, pero creo que ninguna institución en el mundo puede estar preparada ante una epidemia así”, sostiene Francisco Cisneros, doctor del Hospital General Regional 20, otro centro médico en Tijuana que tuvo hace dos semanas al menos 24 trabajadores contagiados. Ese sanatorio pertenece al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la mayor red pública en su tipo en el país y puesta en la mira porque agrupa la mayor cantidad de contagios entre sus empleados, de los casos que se conocen.
Cisneros, con una trayectoria de 24 años en el IMSS, señala la escasez de personal y materiales, la falta de criterio para distribuirlos, las lagunas en los protocolos, los retrasos tecnológicos y los rezagos en la infraestructura como puntos determinantes para México. Tijuana es, además, uno de los cinco puntos del país con mayor saturación hospitalaria por la pandemia. “Toda la presión cae en muy pocos hospitales de la ciudad y desde la semana pasada hay una saturación grande, aunque no al nivel de otros países”, comenta Cisneros, uno de los fundadores de la campaña Por Tijuana Sana, que busca donaciones de la ciudadanía para sortear el sobreprecio y la piratería de los insumos.
“Es parte de una cultura del ocultamiento. Siempre han faltado cosas, pero al final no pasa nada. Se crea una burbuja en la que los mandos medios ocultan información y los altos funcionarios dice que todo está bien”, contesta Cisneros. “No acabamos de entender la necesidad de no ocultar la realidad”, concuerda Enrique Mendoza, expresidente de la Academia Nacional Mexicana de Bioética, sobre los datos reportados, aunque dice que los rezagos de infraestructura cada vez se han reconocido más. “[Los 1.934 casos] Son solo un segmento de los médicos y enfermeras que están infectados y es muy probable que esas cifras estén subestimadas, al igual que las cifras totales de contagios”, agrega Mendoza, pese a que las autoridades sanitarias han defendido que los contagios de médicos y enfermeras están dentro de los parámetros de otros países.
Sin embargo, a diferencia de los reportes diarios sobre el avance del virus, las incidencias entre personal sanitario prácticamente no se reportan en el mundo o se hacen esporádicamente. Hasta el pasado 8 de abril, más de 22.000 trabajadores se contagiaron en 52 países, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El organismo alertaba de que “no hay datos sistemáticos” y decía que es probable “que este número subrepresente la cifra real”.
El llamado de atención sirvió para que algunos países revelaran sus datos. EE UU tiene casi 9.300 casos (al 9 de abril, 2% del total); España, más de 26.000 (al 14 de abril, 15% del total); Italia, unos 18.500 diagnósticos positivos (al 22 de abril, casi un 11% del total), y Colombia registra 417 contagios (al 28 de abril, un 7% del total).
La falta de información es patente también para otras epidemias. Los principales artículos académicos y los recuentos públicos de la influenza H1N1 en 2009 dejaron fuera el desglose de casos entre médicos y enfermeras mexicanos. Cisneros y Zúñiga se contagiaron también en esa ocasión. “No se compara, no fue nada tan delicado y tampoco se compara la epidemia como tal, no había tantos contagios como ahora”, recuerda Zúñiga.
El médico dice que entró a un hospital diferente al que abandonó un mes antes, mejor acondicionado y con médicos que pasaron por una curva de aprendizaje. “Siempre voy a estar agradecido con mis compañeros”, dice Zúñiga. “Esto es real”, insiste el doctor, “se te pasa el tiempo viendo a pacientes sumamente graves, uno tras otro, es el reto que enfrentamos”.
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