“Sabemos que lo más duro está por venir”

Fernando Ruiz, ministro de Salud de Colombia, analiza la respuesta a la pandemia en momentos en que el país se prepara para relajar una cuarentena extendida hasta el 11 de mayo

Fernando Ruiz, ministro de Salud de ColombiaMinisterio de Salud

Fernando Ruiz (Bogotá, 1958), el ministro de Salud de Colombia, es una rara avis en el Gabinete del presidente Iván Duque, al que suele acompañar en sus comparecencias diarias desde que la respuesta a la crisis del coronavirus se convirtió en la prioridad. Médico cirujano, forjado en la academia, a pesar de su perfil técnico fue designado como parte de la esperada ...

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Fernando Ruiz (Bogotá, 1958), el ministro de Salud de Colombia, es una rara avis en el Gabinete del presidente Iván Duque, al que suele acompañar en sus comparecencias diarias desde que la respuesta a la crisis del coronavirus se convirtió en la prioridad. Médico cirujano, forjado en la academia, a pesar de su perfil técnico fue designado como parte de la esperada apertura del Gobierno a otras fuerzas políticas diferentes al Centro Democrático, y apenas asumió el cargo en la antesala de la lucha contra la covid-19.

Fue viceministro en el período de Juan Manuel Santos (2010-2018). Cuando estaba en el cargo, en septiembre de 2014, comenzó la epidemia de chikunguña, que duró un año. Apenas un mes después de que terminó, empezó la de zika, que se extendió hasta julio de 2016. “Yo decía que ni una persona afecta a las teorías conspirativas se habría imaginado que dos epidemias de esa magnitud pudieran tener un intervalo tan breve. Y vea: estuve tres años por fuera del Gobierno, y apenas fui nombrado ministro se disparó el coronavirus en el mundo”, recapitula en esta entrevista. “Nadie estaba preparado para las dimensiones de esta pandemia, pero no puedo negar que, en medio de todo, me siento algo curtido en emergencias de salud pública”.

Colombia había detectado hasta el sábado más de 5.000 casos de coronavirus, con 233 fallecimientos y más de un millar de pacientes recuperados.

Pregunta. Usted ha mencionado que, para el caso colombiano, la curva se ha venido aplanando. Algunos epidemiólogos matizaron esa afirmación. ¿En qué fase está el país exactamente?

Respuesta. El riesgo de comunicar con sencillez es que a veces implica sacrificar los conceptos técnicos. Hoy día, “aplanar la curva” es una expresión coloquial que usamos para hacer referencia a la necesidad de lentificar la propagación del virus y así evitar el colapso de los hospitales. Desde ese punto de vista, estamos conseguiendo ese propósito, y una demostración indirecta es que durante los primeros diez días de abril el número de pacientes hospitalizados aumentó en 270, pero durante los diez días siguientes apenas aumentó en 11. Ahora bien, si usamos palabras más técnicas, sería necesario decir que estamos cerca de una fase de supresión: frenamos el crecimiento, pero sin ir consiguiendo una inmunidad de rebaño. En resumen, aunque ganamos tiempo de preparación, el problema sigue aplazándose. En ese sentido, prefiero los gerundios: estamos trabajando para ir aplanando la curva, y estamos viendo algunos resultados. Pero somos plenamente conscientes de que lo grande está por venir.

P. ¿Los colombianos se han tomado en serio el aislamiento obligatorio que ya cumple más de un mes? Usted ha enfatizado la “disciplina social” que se requiere de ahora en adelante.

R. Hay muchas diferencias entre las regiones, pero si lo vemos desde una perspectiva nacional diría que los colombianos sí se han tomado en serio el aislamiento. Los datos de proveedores de telefonía celular y de plataformas como Google y Waze nos muestran que hemos tenido una reducción del 70 por ciento en la movilidad. Si tenemos en cuenta que la prohibición de salir tiene 37 excepciones, era de esperarse algo así, o si acaso algo ligeramente mayor. La flexibilización de las medidas que viene a partir de la próxima semana nos exige eso que hemos llamado “disciplina social”. Eso significa que las personas autorizadas para retomar actividades deben seguir protocolos para cuidarse y cuidar a los otros sin necesidad de que alguien los esté vigilando.

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P. Colombia sigue en cuarentena hasta el 11 de mayo, pero a partir del próximo lunes se abren los sectores de la construcción y la manufactura. ¿Ese es el aislamiento inteligente que el Gobierno venía diseñando? ¿Qué esperan que ocurra a partir del 27 de abril con esa cuarentena un poco más flexible?

R. El aislamiento inteligente se basa en la búsqueda de cierta recuperación económica, pero con el menor riesgo para la salud de la población. Las personas autorizadas para retomar actividades productivas son aquellas que, en caso de infectarse, tendrían menores probabilidades de presentar complicaciones. Como el objetivo es minimizar el riesgo de contagio, elaboramos protocolos que se ajustan detalladamente a las características de cada una de las actividades que serán permitidas.

P. En otros países han relajado el confinamiento de los niños, pero no en Colombia.

R. El modelo matemático inicial sobre el que basamos nuestras estrategias nos mostró que el cierre de colegios y universidades reducía en una tercera parte el pico de la epidemia. Eso tiene mucho sentido si tenemos en cuenta que alrededor del 30 por ciento de la población colombiana son menores de 18 años. Sabemos que esta población tiene bajo riesgo de morir por coronavirus, pero, en un contexto como el colombiano, tiene una alta probabilidad de trasmitírselo a los adultos mayores. Los abuelos en Colombia juegan un papel preponderante en la crianza de los niños, y en un porcentaje significativo unos y otros comparten el mismo techo. Lamentablemente, y más aún teniendo en cuenta que ya estamos en un periodo de lluvias y enfermedades respiratorias, los niños tendrán que permanecer en casa durante varios días más.

P. Esta semana se presentó el centro hospitalario de Corferias, y también se han visto otras adecuaciones de instalaciones por parte de los militares. ¿Cuál es la capacidad hospitalaria del país y en cuanto se ha ampliado?

R. En Colombia tenemos unas 63.000 camas, de las cuales 5.300 son de cuidados intensivos. De esas, aproximadamente la mitad están libres en este momento gracias al efecto de la cuarentena, que ha reducido la accidentalidad y las infecciones en general. Nuestra meta es llegar a 10.000 camas de cuidados intensivos dentro de los hospitales ya existentes, y habilitar los otros espacios para atender pacientes que presenten enfermedades de menor riesgo.

P. ¿Será suficiente?

R. Para que esas cantidades sean suficientes, debemos mantener las medidas de aislamiento en una gran parte de la población.

P. ¿De que porción de la población estamos hablando?

R. Estamos calculando sobre la base de varios indicadores. Uno de los críticos es transporte público, hemos puesto un porcentaje de máximo 35 por ciento de saturación. Lo que estamos planteando es monitorear, de acuerdo a indicadores como ese, cuál es la posibilidad de entrada de nuevos sectores.

P. ¿En qué punto el sistema se vería desbordado?

R. Cuando, de manera simultánea, 10.000 ciudadanos demanden cuidados intensivos. En este momento, en vísperas de la flexibilización de las medidas, esa cantidad apenas supera los 100 por covid. Sabemos que lo más duro está por venir. Por eso tenemos un monitoreo permanente de diversos aspectos, como son el número de personas que cada paciente infecta, la ocupación de camas en cuidados intensivos, la movilidad de las ciudades, el número de transacciones financieras presenciales y el ritmo de crecimiento de nuevos casos.

P. ¿En cuánto tiempo se espera llegar a esas 10.000 UCI?

R. La adecuación de esas nuevas UCI ha significado un esfuerzo enorme, pues ha sido necesario buscar en el mercado internacional los ventiladores, que es lo que les falta a las camas de cuidados intermedios para convertirse en camas de cuidados intensivos. En este momento disponemos de 5.300, y ya negociamos 3.400. No estamos lejos de la meta. El reto es que los proveedores cumplan con las fechas de entrega, que están previstas para distintos momentos entre mayo y agosto.

P. Y sobre las pruebas, ¿cuántas estima que son necesarias en Colombia?

R. Nuestra estimación es que para los próximos tres meses apliquemos al menos 1.250.000 pruebas serológicas, ya sea de anticuerpos o de antígenos, y al menos 700.000 pruebas de PCR, que usamos para diagnóstico. Necesitamos ampliar nuestra capacidad tanto en el diagnóstico y el seguimiento de contactos como en la posibilidad de hacer tamizajes para medir la prevalencia ya sea a nivel poblacional o en conglomerados como cárceles, brigadas militares y otros.

P. ¿Cómo se resuelve el desabastecimiento de los insumos necesarios?

R. El tema de los insumos es lo crítico. Hemos venido luchando por conseguir insumos, especialmente kits de extracción de RNA, que están muy agotados en el mercado mundial, y también por tener pruebas serológicas de calidad. Ese es nuestro reto y nuestra aspiración.

P. ¿Qué es lo que más le preocupa en este momento?

R. La preparación para la eventualidad. Estamos en una situación de escasez mundial de una cantidad de elementos de protección personal, de pruebas, de dispositivos y equipos médicos. Ese es el factor que yo siento más crítico: tenerlos en los números que necesitamos y en los tiempos que requerimos. Ese es el gran trabajo que estamos haciendo ahora.

P. Los médicos y el personal de salud se han quejado por carecer de elementos de bioseguridad, de cierta precariedad laboral e incluso se han reportado renuncias en algunos lugares del país. ¿Cómo atiende el Gobierno el descontento de esos profesionales para que no se desborde cuando venga el pico de la covid-19?

R. Con o sin pandemia, desde el inicio de esta administración estábamos empeñados en ponerle un freno a la informalidad laboral de los trabajadores de la salud en Colombia. Una parte de la solución ha sido permitir un mayor flujo de recursos en el sector para acelerar el pago de deudas y poner al día sus salarios y honorarios. La otra parte de la solución, que es la formalización laboral, es más compleja, pero estamos conversando con los gremios médicos sobre distintas posibilidades para hacerlo. Y, con respecto a la seguridad de los trabajadores, ya tomamos varias medidas: obligamos a las administradoras de riesgos laborales a que destinen una parte de sus recursos a la adquisición de los elementos bioseguridad; estamos haciendo seguimiento a los empleadores para que provean estos elementos a su personal, independientemente del tipo de vinculación laboral que tengan con ellos; y estamos haciendo compras masivas centralizadas para tener la mayor cantidad de elementos en caso de que más adelante se agoten. Soy médico. He recorrido este país de punta a punta escuchando esos reclamos históricos. Soy el primer interesado en dignificar la labor de mis colegas y de los demás trabajadores de la salud.

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