Libres libros

Habría estado bien desescalar literariamente el confinamiento durante el Día del Libro

Luis Grañena

Habría estado bien desescalar literariamente el confinamiento durante el Día del Libro. Permitir melancólicos tenderetes alejados unos de otros, dependientes distantes como tuberculosos decimonónicos, clientes llegando de uno en uno y con todas las prudentes medidas que diseñan sus nuevos cuerpos de lectores. Los autores, solos, aislados, quizá en un cubículo de metacrilato, reflexionando entre firma y firma sobre el sentido de la vida, incluso de su escritura. Con seis personas comprando, una cola hasta la esquina, la ilusión de muchos. Y la policía, vigilando que no se produzcan aglomeracion...

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Habría estado bien desescalar literariamente el confinamiento durante el Día del Libro. Permitir melancólicos tenderetes alejados unos de otros, dependientes distantes como tuberculosos decimonónicos, clientes llegando de uno en uno y con todas las prudentes medidas que diseñan sus nuevos cuerpos de lectores. Los autores, solos, aislados, quizá en un cubículo de metacrilato, reflexionando entre firma y firma sobre el sentido de la vida, incluso de su escritura. Con seis personas comprando, una cola hasta la esquina, la ilusión de muchos. Y la policía, vigilando que no se produzcan aglomeraciones. Lo cual representa el sueño máximo, que te lleven en volandas de una caseta a otra aguerridos mozos uniformados y prestos a salvarte de las masas de lectores.

Volver despacito a la fiesta de la cultura, o como la llamemos. Como quien empieza a leer un clásico de Tolstoi o de Dickens, o de Jane Austen, o de… Elegid vosotros. No tener que abrirse camino a codazos, no sacudir al cercano señalando, mira, mira, ese es el escritor de, ay, ahora no me acuerdo, pero lo vi en la tele. Que tras el encierro, y pudiendo salir por fin aunque sea un ratillo para comprar un libro, tomando tantas precauciones al menos como cuando adquirimos un tinte, nos convirtiéramos en personajes, poned, de Dostoievski: mírale, aparentemente ha pasado por lo mismo que yo, su rostro exhibe la palidez de los días de encierro y, por la dejadez de su aspecto, estimo que su renta no supera los 12 rublos anuales.

Eso me habría gustado hoy más que nada.

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