Sociedad enferma de delgadez o por qué la obesidad no es “una pandemia”
El trato desigual a las personas gordas hace que dejen de asistir a las consultas médicas porque ante cualquier dolencia recibirán una prescripción de dieta
Desde que salieron al mercado, Ozempic y el resto de los medicamentos análogos a la GLP-1, han ido jugando con la delgadez como solución a todo. Lo que surgió como un fármaco que sería de ayuda para personas afectadas por diabetes tipo II y cuyo efecto secundario es la pérdida de peso, a través de la modulación del apetito, se ha convertido en la panacea aspiracional a la delgadez. ¿En una sociedad tremendamente gordófoba quién no quiere estar más delgado? Ahora es posible, estás solo a unos pinchazos de ello.
Desde hace años la OMS habla de pandemia de la obesidad, pero juega al despiste en su definición: la OMS define la obesidad como “una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud” (OMS, 2023). Y utiliza el IMC como herramienta de clasificación; esto es, se considera obesidad cuando el IMC es igual o superior a 30 kg/m². En muchos documentos, la OMS describe la obesidad como un factor de riesgo para enfermedades no transmisibles como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares o ciertos tipos de cáncer.
Sin embargo, en otros contextos —como en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11)— la trata como una enfermedad crónica, con códigos diagnósticos específicos. Esta ambigüedad contribuye a la confusión clínica y social, y refuerza la visión patologizante del cuerpo gordo.
Lo que seguro que no es una enfermedad infecciosa que se propague por contagio, y por lo que podría crear una pandemia a nivel global. Es curioso que, habiendo pasado una pandemia real hace cinco años, la covid, se permitan estas licencias lingüísticas. El lenguaje nunca es inocente, y saben que si usan términos que puedan asustar a la población el efecto es mayor.
Ni es una pandemia, ni es una epidemia, ni es una enfermedad infecciosa. Nada de esto importa, si la función es atemorizar a la población. Otra de las causas por la que se permiten conductas poco éticas con el abordaje del sobrepeso y la obesidad es el gran negocio y beneficio económico que supone.
No hay que dejar de lado la campaña que ha hecho el laboratorio Novo Nordisk en la televisión y en marquesinas de ciudades de España, con carteles tan alentadores como “la obesidad puede matar”. Y con un anuncio en la televisión mostrando a una chica gorda, de la que en principio de su salud no sabemos nada, solo que pesa más de lo que “debería” según el famoso IMC, y que finalmente asume que está enferma, es obesa, y por fin “habla sin filtros”.
Lo que queda sin filtros es su gordofobia: por el mero hecho de que sea gorda, le presuponen enfermedad. Yo me pregunto, aunque así lo fuera, esté gorda y enferma de lo que sea, ¿se les puede obligar a medicarse?
¿Se vería con los mismos ojos si el anuncio fuera dedicado a enfermos de cáncer, por ejemplo? ¿Veríamos vallas publicitarias con el eslogan “el cáncer mata”? ¿Estigmatizaríamos a quien lo padece? La respuesta es no. Con el sobrepeso y la obesidad se permiten muchas licencias, por más que esté demostrado que el estigma de peso causa mucho daño.
El trato desigual a las personas gordas hace que dejen de asistir a las consultas médicas porque ante cualquier dolencia recibirán una prescripción de dieta. De esta manera se les niega el tratamiento que se le ofrecería de primeras a una persona delgada. Esto, señores, es una negligencia médica.
Hace nada, desde la revista científica The Lancet, también se apelaba a hacer un enfoque alejado del estereotipo y del estigma de peso, junto con sociedades médicas y, de nuevo, con el dinero del laboratorio que sostenía el estudio. A la vez que reconocían que el IMC era un parámetro obsoleto, recalificaban lo que antes era sobrepeso —es decir, ese rango de IMC entre 25 a 29— como preobesidad clínica. Para ser más cuidadosos, han colado la palabra “obesidad” cinco puntos antes en el IMC.
Es llamativo cómo se insiste en que no se abuse de los antibióticos para evitar cepas resistentes, mientras que, por otro lado, se prescribe cada vez más semaglutida (Ozempic, Wegovy, Rybelsus) a personas sin diabetes, solo por su peso. Esto ocurre a pesar de que ya se han documentado efectos secundarios serios y emergentes, como una forma rara de ceguera, conocida como neuropatía óptica isquémica anterior no arterítica (NAION).
La Agencia Europea del Medicamento (EMA) concluyó en junio de 2025 que existe una asociación plausible entre el uso de semaglutida y un mayor riesgo de desarrollar esta forma rara de ceguera: aproximadamente una persona por cada 10.000 al año podría verse afectada. Estudios recientes respaldan esta alerta: por ejemplo, un gran estudio en Dinamarca encontró que la semaglutida puede duplicar el riesgo de NAION en pacientes con diabetes tipo 2, y hasta aumentarlo hasta 7 veces en personas con sobrepeso u obesidad.
Daniel Drucker, uno de los responsables del desarrollo de la semaglutida —componente activo de Ozempic y Wegovy— ha advertido en una entrevista en este diario que no debería utilizarse en personas que no tienen sobrepeso u obesidad, pues no se conocen sus efectos a largo plazo en individuos sanos. En palabras literales: “Si no tienes sobrepeso ni obesidad, definitivamente no deberías tomar estos fármacos. Estás asumiendo todos los riesgos sin obtener ninguno de los beneficios, de eso estoy seguro”.
Esto refuerza lo señalado por fuentes independientes como Verificat: ni Ozempic ni la semaglutida han sido evaluados como tratamiento de pérdida de peso en personas sanas, y únicamente se han estudiado perfiles de seguridad, no eficacia, en pacientes sin patología metabólica.
Por otro lado, aunque la semaglutida tiene un efecto anorexígeno probado, esa supresión del apetito no se traduce en un aprendizaje de hábitos alimentarios saludables. Si se prescribe sin acompañamiento —sin educación nutricional ni apoyo psicológico— se convierte en un tratamiento crónico: la persona pierde peso mientras toma el fármaco, pero al suspenderlo recupera el peso perdido y no ha adquirido ninguna rutina sostenible. Y deben considerarse los riesgos de pérdida muscular, metabolismo más lento y la potencial cronificación del uso de medicación sin un diagnóstico claro.
¿Qué clase de sociedad hemos construido cuando preferimos medicar a personas sanas solo para que encajen en un ideal de delgadez, aun a costa de someterlas a una larga lista de efectos secundarios ya documentados —náuseas, vómitos, diarreas, pérdida de masa muscular, ideación suicida, entre otros— propios de fármacos como Ozempic? Estamos hablando de medicamentos originalmente diseñados para tratar la diabetes tipo 2, cuyo uso ahora se ha extendido para alcanzar un estándar corporal.
Convertir la delgadez en un objetivo médico, sin patología de base, supone no solo exponer a personas sanas a riesgos graves, sino también convertirla en un privilegio económico: solo quienes pueden costear tratamientos tan caros acceden a ellos.
Esto refuerza la idea de que la delgadez es sinónimo de estatus y perpetúa una jerarquía corporal donde las personas más gordas quedan marginadas, no por salud, sino por clase. Al final, ser delgado se convierte en un privilegio que erosiona la diversidad corporal y profundiza las divisiones sociales.
NUTRIR CON CIENCIA es una sección sobre alimentación basada en evidencias científicas y en el conocimiento contrastado por especialistas. Comer es mucho más que un placer y una necesidad: la dieta y los hábitos alimenticios son ahora mismo el factor de salud pública que más puede ayudarnos a prevenir numerosas enfermedades, desde muchos tipos de cáncer hasta la diabetes. Un equipo de dietistas-nutricionistas nos ayudará a conocer mejor la importancia de la alimentación y a derribar, gracias a la ciencia, los mitos que nos llevan a comer mal.