La resurrección de los museos de cera (y sus figuras)

Los parecidos razonables tienen su gracia, pero los nuevos tiempos exigen nuevas atracciones: ahora el objetivo es que las figuras cobren vida

Figura de la maja vestida instalada en el Museo de Cera de Madrid

Arreglo del ojo derecho de Benito Juárez. Manos nuevas de Cristóbal Colón. Limpieza y maquillaje de Lope de Vega. Son las tareas que estaban programadas para noviembre en el taller Museo de Cera de Madrid. En los meses anteriores, Quevedo también tuvo que pasar por chapa y pintura, y fue necesario centralizar los pechos de la maja vestida.

Esta última figura no es como los demás pacientes. Respira. Su recién alineado busto sube y baja igual que el tuyo con cada aliento. La diferencia entre sus inspiraciones y las tuyas, más allá de la simple inutilidad biológica de que una figura de cer...

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Arreglo del ojo derecho de Benito Juárez. Manos nuevas de Cristóbal Colón. Limpieza y maquillaje de Lope de Vega. Son las tareas que estaban programadas para noviembre en el taller Museo de Cera de Madrid. En los meses anteriores, Quevedo también tuvo que pasar por chapa y pintura, y fue necesario centralizar los pechos de la maja vestida.

Esta última figura no es como los demás pacientes. Respira. Su recién alineado busto sube y baja igual que el tuyo con cada aliento. La diferencia entre sus inspiraciones y las tuyas, más allá de la simple inutilidad biológica de que una figura de cera respire, es el sonido mecánico que acompaña a cada inhalación. La maja es un robot. Lleva respirando metálica y acompasadamente en su esquina de la exposición desde 1972, el año en que abrió el museo. Poco después llegaría un Anthony Quinn durmiente.

Sin embargo, las figuras de la galería madrileña tienen un claro límite en el alcance de sus movimientos. "La cera no permitiría que una figura robotizada se mueva, parpadee o abra la boca", explica Gonzalo Presa, portavoz del museo. La máxima movilidad está en el cuello de Groucho Marx, que balancea su cabeza de un lado a otro. Ora mira a Cantinflas, ora al James Bond que interpretó Sean Connery.

  • Hágase la vida

En el otro extremo de esta cerúlea rigidez está el Madame Tussaud's de Shanghái, que durante el pasado verano añadió a su colección una escalofriante réplica del actor y cantante chino Jing Boran. El proceso para crearlo empezó a la manera tradicional, con una escultura de arcilla, pero se salió del camino centenario que empezó con las efigies funerarias del siglo XVI cuando incorporó una impresora 3D. La cara y el cuello de Boran están impresas en silicona flexible siguiendo un escaneo tridimensional de las facciones de su busto.

Las novedades no acaban en su rostro blandito y de última generación. Al lado de Boran, la maja vestida es un simple animatronic. Está programada para reproducir un movimiento sencillo, pero quedaría sin aliento -si pudiera- ante las capacidades del androide chino, que es capaz de reconocer a otras personas e interactuar con ellas. "Estamos metiendo sentidos, percepción, reconocimiento facial, detección de personas y reconocimiento de edad y géneros", explicaba Will Jackson, director de Engineered Arts, la compañía responsable de dar vida a Boran.

  • Integrismo de cera

El Museo de Cera de Madrid conduce sus negocios al margen de los ambiciosos caprichos del legado de Marie Tussaud. "Han pasado de ser un museo de cera a tener un enfoque puramente de espectáculo. Para nosotros, una de las razones de ser del museo y el motivo por el que ha tenido éxito todos estos años es que aquí tienes un conglomerado de personajes de la historia, la ciencia, la literatura, el deporte... De tal manera que los visitantes, al tiempo que se divierten, recuerdan o aprenden historia", sentencia Presa.

Aunque han recibido alguna propuesta para pasarse a la impresión 3D, la materia prima de la colección principal no es negociable. "Las figuras siempre serán de cera porque esa es la razón intrínseca de la existencia del museo. La impresión 3D nos parece muy interesante, pero no es para nosotros. Perderíamos nuestra razón de ser del museo, que es la escultura puramente artesanal", explica el portavoz. El movimiento también es secundario: "Sería como pedir en el Prado que las meninas, además de estar pintadas, se movieran".

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  • Pequeñas concesiones al tiempo

Donde sí tienen cabida otros materiales y tecnologías es en las atracciones complementarias. Hace más de veinte años que tienen un traqueteante simulador que en la actualidad proyecta un alocado recorrido en tuk tuk por la Gran Muralla China al tiempo que zarandea a la tripulación al ritmo de los bandazos del conductor. En torno a la misma época, abrió el Tren del Terror, cuyos vagones recorren distintos escenarios de películas de ficción.

Intentaremos aplicar las últimas tecnologías al resto de espectáculos

Esta atracción sí rebosa animatronics que cambian la cera por el látex para poder moverse con soltura. El primero en llegar fue un tiranosaurio. El último fue un enorme payaso de It, que se incorporó el año pasado. "En el museo siempre van a permanecer las figuras de cera como tal, porque si no, no tendría sentido. Pero sí intentaremos aplicar las últimas tecnologías al resto de espectáculos, para hacer toda vía más sofisticados los personajes que forman parte de esas atracciones", reconoce Presa.

¿Veremos figuras inteligentes en la galería madrileña? "¡Ya nos gustaría!", exclama el portavoz, que por ahora ve los costes como un obstáculo insalvable para los recursos del museo. Si los precios bajan, no lo descartan. "Tal como va la vida ahora y más en el campo científico, no sabemos lo que puede pasar dentro de dos años, porque esto es un disparate. Hoy por hoy nos gustaría, pero no alcanzamos".

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