Mis datos personales valen más que usar una ‘app’ de transportes

Un estudio de McKinsey sobre movilidad en grandes ciudades destaca el auge de los servicios digitales para mejorar la calidad de los trayectos interurbanos

La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, pasea por la ciudad a los mandos de una bicicleta del servicio público municipal.Getty Images

Una de las principales preocupaciones cuando nos enfrentamos a una gran ciudad es cómo movernos por ella. Sin cuestionar nuestro don para la orientación, el desarrollo de las smart cities ha contribuido a que, a golpe de teléfono móvil, podamos elegir itinerarios, pagar billetes o compartir un vehículo. Tema diferente es si los servicios son buenos, los precios asequibles y los trayectos verdaderamente eficientes. Pese al auge en los últimos cinco años de la digitalización y la ...

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Una de las principales preocupaciones cuando nos enfrentamos a una gran ciudad es cómo movernos por ella. Sin cuestionar nuestro don para la orientación, el desarrollo de las smart cities ha contribuido a que, a golpe de teléfono móvil, podamos elegir itinerarios, pagar billetes o compartir un vehículo. Tema diferente es si los servicios son buenos, los precios asequibles y los trayectos verdaderamente eficientes. Pese al auge en los últimos cinco años de la digitalización y la economía de plataformas en un sector tan sensible como la movilidad, el estudio Elementos de éxito: los sistemas de transporte urbano en 24 ciudades globales de McKinsey concluye que si la implantación no es aún mayor, es por un tema de privacidad. Y es que nuestra información privada vale más que cualquier app.

París, Pekín, Hong Kong Seúl y Nueva York son las ciudades en las que su población es menos renuente a bajarse todo tipo de aplicaciones para ir de una punta a otra. Como afirma el estudio, hay un universo de apps que busca ayudar a los habitantes en cualquier interacción con el sistema de transportes. “Hong Kong, por ejemplo, ha introducido una para ayudar a los invidentes. VoiceMap HK identifica la posición del usuario, busca el medio de transporte más cercano y le da diferentes direcciones”, detalla el informe. La disponibilidad de wifi público, información en tiempo real y la calificación de las aplicaciones representan tres de los elementos más trascendentales para los usuarios, aunque la privacidad merece una mención aparte.

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Tal y como argumenta McKinsey, el ecosistema de servicios electrónicos cuenta con un gran interrogante sobre sus espaldas con respecto a la gestión de los datos personales. ¿Quién lleva la voz cantante: los poderes públicos o los desarrolladores? En juego está una información tan jugosa, a la par que valiosa, como la geolocalización y los hábitos de los habitantes. “Se abren unas oportunidades para obtener unos ingresos adicionales que van desde la venta de datos agregados hasta promover campañas personalizadas”, precisa el estudio. La entrada en vigor en mayo del nuevo reglamento europeo sobre protección de datos ha limitado el radio de acción de las compañías, pero al salir fuera del Viejo Continente las reglas del juego dejan al usuario mucho más expuesto.

Donde la utilidad pesa más que la privacidad es en el pago de billetes. Que al acercar el móvil se abra el torno o que a través de una aplicación podamos comprar un viaje de ida y vuelta gozan de muy buen predicamento entre los usuarios. Sin embargo, según el informe, disponer de una tarjeta universal de transportes no supone algo disruptivo. En el lado opuesto estarían sistemas como el de Shanghái, Tokio y Moscú en los que ya se permite PayPass, PayWave y ApplePay para cualquier gestión relacionada con la movilidad. “Los residentes están bastante satisfechos con las últimas tendencias en transporte, sobre todo con el desarrollo tecnológico tan rápido en elementos como servicios electrónicos y de billetes”, zanja Stefan Knupfer, de McKinsey.

  • La economía de plataformas, al alza

Al margen de peleas entre Cabify, Uber y taxistas, la mal llamada economía colaborativa (mejor economía de plataformas) tiene más aristas. Cada vez se comparten más bicicletas, coches y scooters, especialmente eléctricos. Las estampas de las ciudades ya cuentan entre sus trazos con Car2Go, eCooltra o BiciMAD. El resultado de la irrupción de estos servicios, en palabras del estudio, es el cambio de los habitantes en relación con tener en propiedad un vehículo. “El aumento del transporte compartido disminuirá, probablemente, el atractivo de contar con un coche a nuestro nombre”, asegura. Como cualquier ecosistema, este también está más que vivo y su evolución avanza casi por segundos. La traducción de esta fiebre colaborativa es que los habitantes están encantados con las posibilidades abiertas y prevén que los efectos sean mayores a los ya existentes.

La digitalización ha llegado para quedarse en los sistemas de transporte, pero los usuarios le restan trascendencia. Lo que más les importa es la seguridad en las carreteras y el nivel de congestión de tráfico. “Una de las cosas más interesantes ha sido observar cómo no existe una ciudad claramente ganadora. Incluso las mejor valoradas cuentan con bastantes debilidades”, apunta Vadim Pokolito, de McKinsey. Entre estos puntos flojos, el impacto medioambiental y la política de precios del transporte público están en cabeza para los habitantes. Pero no está todo perdido. Al menos así lo entienden los encuestados, que se muestran optimistas ante la posibilidad de mejorar estos puntos negros como ha ocurrido con la implantación de la tecnología en la red de transportes.

La importancia de la movilidad en las ciudades está fuera de cualquier tipo de duda. Hasta tal punto que la opinión de los residentes constituye una herramienta de presión en los Ayuntamientos. Si el transporte no funciona como esperamos, lo consideramos como una de las partes más molestas de nuestro día a día e intentaremos cambiarlo por todos los mecanismos disponibles. La tecnología ha abierto un camino para revolucionar un sistema que refleja cuánto se están transformando las ciudades, aunque todavía con ciertos grises pendientes de mejora. El estudio lo deja claro. Las herramientas digitales son bienvenidas, pero no a cualquier precio. Y mucho menos si nuestra privacidad revolotea alrededor.

Madrid, atascado en los servicios electrónicos

Madrid es una de las ciudades analizadas en el estudio de McKinsey titulado Elementos de éxito: los sistemas de transporte urbano en 24 ciudades globales. Aparte de ensalzar la buena red de metro y su eficiencia, el tirón de orejas llega de la mano de los servicios electrónicos. No contar con pago a través de dispositivos móviles, de buenas aplicaciones de transporte y de un billete único para distintos medios lastran su puesta al día tecnológica. Como recomiendan en el informe, todos estos elementos supondrían un revulsivo para poder equiparse con otras grandes urbes como Singapur o Hong Kong. “Debería servir como una señal mejora en los próximos años”, concluye.

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