El robot que aprendió a doblar ropa

La automatización llegará a empleos que no imaginas. Tendremos que inventar otros.

María Suárez-Inclán

Llega uno a esa web y escribe: “Periodista”. Y la web le responde: “Probabilidad de automatización: 8%. Bastante improbable”. Qué alivio. Si escribo “taxista”, la sentencia es: “57%. Difícil de prever”. Y al preguntar por “camarero” da una apuesta contundente del 90% contra su supervivencia. Pongamos un perfil muy en boga: “Ingeniero electrónico”. “13%. Bastante improbable”. No tanto, si lo piensas bien. Pon cifras a tu angustia. ¿Te va a sustituir un robot?

La herramienta es de la BBC (...

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Llega uno a esa web y escribe: “Periodista”. Y la web le responde: “Probabilidad de automatización: 8%. Bastante improbable”. Qué alivio. Si escribo “taxista”, la sentencia es: “57%. Difícil de prever”. Y al preguntar por “camarero” da una apuesta contundente del 90% contra su supervivencia. Pongamos un perfil muy en boga: “Ingeniero electrónico”. “13%. Bastante improbable”. No tanto, si lo piensas bien. Pon cifras a tu angustia. ¿Te va a sustituir un robot?

La herramienta es de la BBC (Will a robot take your job?), y se basa en un estudio de Oxford y Deloitte. Hay otras apps similares. Y otro informe, este de McKinsey, que es tremendo: dice que se perderán 800 millones de empleos antes de 2030. Uno de cada tres.

Tenemos asumido que la robotización amenaza los empleos menos cualificados. Pero el temor ya llega a las élites. Los cirujanos autómatas serán más precisos que los humanos, porque no les temblará el pulso. La conducción autónoma llegará a los aviones y dejará en tierra a los pilotos. En una cruel paradoja, la cúspide de la pirámide laboral que viene, los ingenieros de robots, pueden acabar con su propia ocupación si lo hacen tan bien que, machine learning mediante, logran crear robots capaces de diseñar robots. Eso no va a ser mañana. Pero será. Algún día.

Trata de consolarte con esto: a las máquinas se les resisten algunas habilidades que te parecen sencillas y aburridas. Por ejemplo: doblar la ropa. Resulta que nuestra coordinación motora y sensorial no es tan replicable. ”Cosas que los niños hacen a los 10 años son de las más difíciles de aprender para un robot”, dice Pieter Abbeel, de Berkeley. La industria lleva décadas intentándolo. Pero no se rinde a la vista de un negocio fabuloso.

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Los primeros artilugios que doblan ropa son grandes armatostes y muy caros. Laundroid, por ejemplo, tiene el aspecto de un gran armario y se anuncia por unos 13.000 euros. FoldiMate es más asequible: ya admite reservas desde 900 euros, no ocupa más que la lavadora y el armario lo pones tú. Pregunto a la web por el futuro del oficio de “lavandería, limpieza en seco y planchado”. 81% de probabilidad de automatización. Lo tienen feo. Una nueva frontera de la robótica va a cruzarse.

Todas las revoluciones tecnológicas destruyeron empleos y crearon otros. Ninguna dejó a la humanidad ociosa. Si lo que esperas es que al final los robot paguen impuestos para financiar la renta básica de la que vivirás de gorra, te deseo buena suerte. Escribe Thomas Friedman (en Gracias por llegar tarde): “Cuando me gradué en la universidad, conseguí encontrar un trabajo. A mis hijas les digo que ellas tendrán que inventar un trabajo”. Más nos vale salir a buscar los nuevos empleos. Mejor dicho, inventarlos.

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