Joan-Ramon Laporte, médico: “No se puede recetar un antidepresivo por teléfono”
En el libro ‘Crónica de una sociedad intoxicada’, el farmacólogo expone que los intereses económicos de la industria farmacéutica perjudican el bienestar del paciente y provocan una epidemia de efectos adversos de los medicamentos
El farmacólogo Joan-Ramon Laporte se encuentra en el Ateneo de Madrid para presentar su libro Crónica de una sociedad intoxicada (Ediciones Península). La extensión y la cantidad de datos que incluye la obra, que recopila el conocimiento acumulado durante una carrera enfocada en la investigación de los efectos adversos de los medicamentos, no ha impedido que el libro ya vaya por su tercera edición en apenas unos meses. Tras varias entrevistas, Laporte, que recibe a EL PAÍS en la estación de Atocha, está especialmente preocupado por una cuestión: “¿Se ha leído el libro?”.
Crónica de una sociedad intoxicada se presenta como un sólido bastión que resiste casi cualquier crítica. Esta obra, que defiende una tesis provocadora, exige que quien la cuestione se adentre en sus casi 700 páginas repletas de información, con una exhibición de rigor y marcado carácter reivindicativo.
En febrero de 2022, el farmacéutico catalán fue invitado a participar en la Comisión de Investigación sobre la gestión de las vacunas en el Congreso de los Diputados. Durante su intervención, expuso unas polémicas reflexiones sobre estos tratamientos y sugirió que la vacunación masiva constituía un “experimento global”. Sus declaraciones, que provocaron críticas en diversos medios de comunicación, son algo que Laporte aún no comprende del todo. “Pues sí, claro que era un experimento, y en un principio, me pareció un experimento que valía la pena hacer”, afirma.
Después de la pandemia, Laporte comenzó a redactar este libro. En la introducción, reconoce la existencia de una “epidemia silenciosa de efectos adversos de los medicamentos”. Señala que en España, estos efectos son responsables de más de medio millón de ingresos hospitalarios y, como mínimo, 16.000 muertes anuales, además de decenas de miles de casos de enfermedades variadas, como cáncer, enfermedades cardíacas, demencia y enfermedad de Alzheimer. Asimismo, el autor admite que “cuando son realmente necesarios, hay muchos fármacos que pueden curar una enfermedad o aliviar sus síntomas”.
Intereses económicos
El farmacólogo alerta sobre el significativo aumento en el consumo de medicamentos; en los últimos 20 años, este consumo se ha casi duplicado en los países desarrollados. “La polimedicación es la norma”, afirma. “De cada dos personas mayores de 70 años, una toma cinco o más medicamentos de manera continua”. Según el médico, muchos de estos fármacos prescritos no son necesarios, están contraindicados, no son adecuados para el paciente, o se administran en dosis demasiado altas.
Laporte identifica cinco elementos sistémicos que contribuyen a esta epidemia global. Destaca especialmente que cada nuevo fármaco es evaluado por la compañía que lo produce, y las autoridades reguladoras aceptan los resultados de estos estudios sin una verificación efectiva de la veracidad de los datos. Los resultados de la investigación clínica, añade, suelen mantenerse confidenciales. “Si no son favorables al fármaco, no se publican, o bien se publica una versión modificada o incluso inventada”, afirma.
El experto enfatiza que las prioridades económicas de los financiadores tienen una influencia significativa en la investigación biológica. Al ser la industria farmacéutica el principal inversor en investigación médica en el mundo, dicta las preguntas y los objetivos de dicha investigación. “Esto resulta en que el interés se centra más en el fármaco que en el paciente”, asegura. Para Laporte, este enfoque puede desviar la atención de aspectos cruciales del tratamiento y cuidado de la salud, ya que las decisiones sobre qué investigar están más motivadas por el potencial de lucro que por las necesidades médicas reales.
Cadena de efectos secundarios
Laporte tomó conciencia de que la sociedad está “intoxicada” tras décadas de trabajo y estudio en el campo de la farmacovigilancia. En 1982, inició un proyecto financiado por el Fondo de Investigaciones Sanitarias que invitaba a los médicos a reportar sospechas de efectos adversos de los medicamentos usando un sistema de “tarjeta amarilla”, inspirado en un método británico. Este sistema permitía la recolección de datos esenciales para entender y mejorar la seguridad en el uso de medicamentos.
Las primeras notificaciones incluyeron casos inesperados, como una erupción cutánea en un niño tratado con paracetamol para un resfriado. Este caso y otros similares mostraron que muchos médicos no reconocían que ciertas enfermedades podían ser causadas por los medicamentos. En lugar de eliminar el fármaco problemático, prescribían otros, generando un ciclo perjudicial conocido como cascadas iatrogénicas, que ocurren cuando el tratamiento de un efecto secundario inducido por un medicamento lleva a la prescripción de más medicamentos, que pueden provocar más efectos secundarios y necesitar más tratamientos.
Laporte señala que el debate sobre el abuso en el consumo de medicamentos no suele aparecer en los medios por doble motivo. Por un lado, se debe al secretismo que rodea el desarrollo de los fármacos y, por otro, a la percepción general de que es un tema demasiado técnico para el público general. “La realidad es que la mayoría de los médicos no conocen lo que relato en el libro”, afirma. Según Laporte, muchos trabajadores están “infoxicados” por la información de los nuevos medicamentos controlada por las compañías farmacéuticas. “El departamento de marketing de la compañía que vende el fármaco sabe perfectamente que el médico que lo recete no conoce nada sobre sus especificaciones técnicas. Lo que interesa es transmitirle un relato suficientemente complicado como para hacerle sentir que hay un fondo de ciencia sofisticada”.
El farmacéutico aboga por una revisión profunda de la relación entre médico y paciente, promoviendo un enfoque más humano y menos centrado en la tecnología y la prescripción de medicamentos. “Hay muchos médicos que se apoyan en un lenguaje incomprensible y arcano, similar a recibir respuestas de un oráculo misterioso”, comenta. Según él, esto refleja un cambio en la medicina moderna, que cada vez comunica menos con el paciente.
Laporte recuerda que al finalizar su carrera, la exploración física era esencial. “Si un paciente entraba en consulta con dolor abdominal agudo, lo más importante era la exploración física. ¿Dónde duele, cómo duele? En cambio, actualmente, el primer paso suele ser enviar al paciente a realizar una ecografía. Aunque es un gran avance técnico, ha distanciado al médico del paciente”, afirma. Además, critica la escasez de tiempo que los médicos tienen para atender a los pacientes. “Esto ha introducción en nuestras vidas las consultas virtuales. No puedes recetar un antidepresivo a una persona por teléfono”.
Aunque su intervención en el Congreso pertenecen ya al pasado, Laporte menciona que no es la primera vez que le sucede algo así. Sus declaraciones, dice, no le parecieron polémicas. “Siempre he dicho que cuando aparece un nuevo medicamento, debemos verificar las afirmaciones del fabricante, quien obviamente tiene sus propios intereses”, explica. “Cuando se lanzaron las vacunas en enero de 2021, me hice las mismas preguntas que siempre hago con cualquier nuevo fármaco: ¿cuánto durará la protección? ¿Cómo reaccionarán ante nuevas variantes del virus? ¿Impedirán la transmisión de la enfermedad? ¿Qué efectos adversos no revelados podrían tener? Y a los pocos meses, empezamos a obtener algunas respuestas”.
El médico aborda la controversia de ser etiquetado como “antivacunas” y cómo esto influye en el debate público. “Cuando en una entrevista me preguntan si soy antivacunas, he dicho que no voy a responder. Me parece muy llamativo acusar a alguien de antivacunas simplemente por expresar dudas sobre la vacuna de la COVID”, explica. Según él, este tipo de acusaciones divide a la sociedad y genera odio. Señala que fue imposible tener un debate sereno sobre el tema, y que ni la administración pública ni los medios de comunicación facilitaron este tipo de discusión.
A sus 76 años, Laporte sigue mostrando un espíritu combativo. Cuando se le pregunta qué hace cuando se resfría, responde: “Si me siento muy mal y tengo dolor en todo el cuerpo, tomo un paracetamol o ibuprofeno en dosis bajas. La dosis de 200 mg de ibuprofeno es tan efectiva como la de 400 mg, pero con menos efectos adversos, que son especialmente comunes entre la gente mayor”. Lamenta que en España no se vendan comprimidos de 200 mg, por lo que los adquiere cuando viaja a Francia. “Sería una buena noticia que alguien los comercializara en España, siempre que no los vendan como caramelos”.