Retos en un mundo cambiante
EL PAÍS reúne a artistas, educadores, científicos, políticos y primeros espadas de las empresas, entre otros, para dialogar sobre los grandes temas destinados a explicar un planeta en transformación
Contaba el periodista Iñaki Gabilondo que lo más difícil, y lo que todavía, tras décadas en los medios, estaba aprendiendo es a “escuchar al otro”. Entenderlo, aunque piense de forma diferente. Escuchar en un mundo de 8.000 millones de voces dispares y reflexionar. Se escribe solo con once palabras pero resulta difícil. Llega un planeta nuevo y se puede afrontar desde la pesadumbre o la comprensión y el diálogo. EL PAÍS ha optado por la segunda vía. Escuchar, a lo largo de dos jornadas, temas que recorren el medio ambiente (con el actor Gael García Bernal, entre otros), la inteligencia artific...
Contaba el periodista Iñaki Gabilondo que lo más difícil, y lo que todavía, tras décadas en los medios, estaba aprendiendo es a “escuchar al otro”. Entenderlo, aunque piense de forma diferente. Escuchar en un mundo de 8.000 millones de voces dispares y reflexionar. Se escribe solo con once palabras pero resulta difícil. Llega un planeta nuevo y se puede afrontar desde la pesadumbre o la comprensión y el diálogo. EL PAÍS ha optado por la segunda vía. Escuchar, a lo largo de dos jornadas, temas que recorren el medio ambiente (con el actor Gael García Bernal, entre otros), la inteligencia artificial (junto a Sonia Contera, neuróloga y física de la Universidad de Oxford) o la salud (escuchando a Luz Casal, que representa la fortaleza de quien ha superado dos cánceres).
Estos encuentros tratarán diez temas a lo largo de 2024. El nuevo trabajo y su actualización constante; la inteligencia artificial; el cambio climático y la construcción de un futuro sostenible; la desinformación y la polarización social y política; el impacto de las tecnologías en las relaciones personales; los retos económicos y geopolíticos para un nuevo contexto global; la transformación urbana de cara a unas ciudades sostenibles; las empresas disruptivas y con propósito; la educación, y la era de la medicina personalizada y la salud.
Todos los tiempos viven sus desafíos. El periódico crea los primeros párrafos de una conversación que irá más allá con contenidos en la web, newsletter y espacios propios. Un diccionario para comprender nuestro tiempo y su mañana. La narrativa está acompañada por el patrocinio de Abertis, Enagás, EY, Iberdrola, Iberia, Mapfre, OEI, Redia, Banco Santander, Telefónica y el partner estratégico Oliver Wyman.
Esta es la gramática de Tendencias. Una urdimbre de voces plurales que parte, como señala la directora de EL PAÍS, Pepa Bueno, citando al filósofo, Antonio Gramsci, “desde el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la realidad”. Una bienvenida a algo que quizá se ha ido perdiendo en este “brutal, y nada cálido, arranque del siglo XXI”, ese placer, que reivindicaba Gabilondo, de la conversación; de la pausa. Quizá así el planeta —propone el escritor y periodista Manuel Jabois— resulte más habitable.
Comprender los cambios
Al final, las Tendencias son un elogio de la palabra. Por eso, tal vez, sea el momento, al igual que explica Javier Moreno, director de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS, de “fijar un tiempo muerto. Estamos en una nueva concepción de lo que significa avanzar provocado por la revolución digital que impacta en nuevas maneras de vivir, relacionarnos y trabajar. “La educación, las noticias, la salud, los gobiernos, la naturaleza. Entender esos cambios está en el ADN de este proyecto. El objetivo es liderar la conversación de todos los avances que nos esperan. Tendencias es un año complejo de análisis, conversación y reflexión en diferentes formatos, con el objetivo de explorar una decena de vías que hoy redefinen nuestro futuro. Todo empieza aquí y ahora, las voces se entrelazan y generan conversación”. Al final, la materia prima, lo hemos visto, con la que están elaboradas las frases son las palabras.
Pocos las manejan tan bien como el actor, productor y director de cine Gael García Bernal. Cuando era muy joven, allá por 2000, interpretaba, la primera película del director Alejandro González Iñárritu, Amores perros. Con el fondo de Lucha de gigantes, de Antonio Vega: “/En un mundo descomunal” / “Siento mi fragilidad/”.
El actor mexicano lleva tiempo comprometido con uno de los temas esenciales: el medio ambiente y su fragilidad. Publica sus columnas en la sección del periódico América Futura. “Para hablar del medio ambiente hay que hablar desde un lugar sin conclusiones porque desde luego que llegarán”, apunta. El desencanto de la política tradicional le condujo a la “verdadera política”. Esa que camina desde las relaciones familiares a los senderos de las comunidades ancestrales de su país. Y lanza varias preguntas: “¿Por qué quiero hablar sobre las personas enfrentándose a la catástrofe climática? ¿Qué puedo hacer para entender mejor la situación? ¿Y qué hago para detener la catástrofe que estamos viviendo? Algo tremendamente jodido está sucediendo en este hogar llamado vida”. Y advierte: “Transitamos un desastre que está fuera de control”.
¿Las causas? Son los modelos económicos de los últimos años. El constante crecimiento exige extraer, envasar y matar para cumplir con su prosperidad. A veces han tenido “éxito” pero a un precio muy alto. “Hay que destruir para estar mejor. “Vivir mata”, decía el escritor mexicano Juan Villoro. ¿Soy el culpable?”, reflexiona García Bernal. Solo son 100 las compañías que produce más del 70% de los gases de efecto invernadero desde 1998. Niegan su responsabilidad. “Somos los responsables: cuánto se arreglaría si pudiéramos hablar de ello y comunicarnos en comunidad”, alerta. Resulta impresionante lo que sucede si logramos apelar a la literatura, a la poesía, el baile o la música. “/Me da miedo la enormidad”/ “Donde nadie oye mi voz”/.
Quizá por eso, el intérprete mexicano defiende que la solución está en los acuerdos internacionales, para que se escuche la voz: cómo regulamos a las empresas. Hay que cambiar la separación del ser humano y la naturaleza, acabar con el crecimiento económico constante (“hemos llegado a excesos ridículos”) y escuchar a los saberes ancestrales. Resulta necesario hablar de la catástrofe climática: acomodarnos allí donde nuestras angustias tienen sentido.
Y si algo queda claro es que el medio ambiente es un vaso comunicante con la salud. La conversación sobre la naturaleza que parte de la idea general de las preguntas al compromiso comienza con una sin respuesta.
— ¿El mundo en el que vivirán los hijos de Gael será inhabitable?—, inquiere Patricia Fernández de Lis, redactora jefa de Materia.
— Me niego a contestar a esa pregunta porque sería aceptar una realidad que no podemos admitir—, responde María Neira, directora del departamento de Salud Pública y del Ambiente en la Organización Mundial de la Salud (OMS). De la misma forma que sabe —pero se guarda— el tiempo de vida que pierde un niño debido a la contaminación en algunas ciudades. Quizá no “exista” el ecologismo como tal y la verdadera base sea defender el territorio.
Tiene un relato positivo. La doctora irá a la Cop28 con el propósito de que comprendan que no hablamos solo de osos blancos o icebergs, sino de cáncer, asmas o enfermedades pulmonares producidas por la emergencia climática. Es un problema mundial de salud. No solo se trata de una negociación sobre cuotas de dióxido de carbono. Deben entender —resalta María Neira— que, realmente, negocian cuántos casos de asma, cáncer de pulmón o bronquitis tendremos los próximos años. Si se entiende, desde ahí se debería accionar el clip del cambio. Van ya 28 encuentros con resultados limitados. ¿Cuántos más se necesitan? “No existe el planeta B, ¿para qué lo queremos: para destruir el A?”, cuestiona Neira. Pese a todo, se filtra entre las grietas un ambiente de optimismo que refrenda Manuel Franco, investigador en Epidemiología y Salud Pública en las universidades de Alcalá, España y Johns Hopkins en Baltimore (Estados Unidos). “Creo que la ciencia y el conocimiento nos harán avanzar. Podemos dejar de construir ciudades que sean un factor de riesgo y convertirlas en algo que nos ayude a mejorar”. Si vives en un barrio respecto a otro puedes descartar hasta decenas de años menos de esperanza de vida. Y esto hay que entenderlo en positivo porque se puede cambiar.
García Bernal ha producido dos episodios web titulados El tema. ¿Por qué ese nombre? No hay ninguno más trascendente, abarca todo, lleva desde la diabetes a enfermedades mentales. Aun así, también comparte ese optimismo capaz de extraer poemas de las noticias. La experta de la OMS lo traduce de un forma sencilla: toda la estructura para mitigar, reducir o combatir el cambio climático es una agenda de salud pública: donde hay una prevención primaria (vas a las causas) y otra secundaria (tratamiento). Es de sentido común. La probabilidad de padecer dengue en algunas zonas de África subirá un 35%. “Si no aceleramos la transición se nos van los pulmones en ella”, alerta María Neira.
La salud y la alimentación son carreteras paralelas en un día soleado. Los fertilizantes, la agricultura intensiva o cultivos fuera de temporada; hay sistemas que son sostenibles y otros que forman parte del problema. Tenemos que tener una dieta planetaria. Igual que existe la soberanía alimentaria debería acuñarse el concepto de soberanía medioambiental.
Pese a las evidencias algo falla para que el mensaje no llegue y existe quien todavía no lo asume. “Lo hemos politizado, el ecologismo se ha convertido en algo de derechas o de izquierdas, y probablemente al principio ha habido una comunicación muy apocalíptica y como seres humanos siempre huimos del apocalipsis; al comienzo nos choca y tratamos de escapar”, reflexiona la profesional de la OMS. “Y también hemos distanciado el problema: afectará a las generaciones futuras”. Hay que darle a la gente esperanza. “Para mí la comunicación resulta clave”, defiende Manuel Franco. Aunque donde García Bernal se siente cómodo es en el “cómo me politizo ante esta situación. De qué manera lo incorporas a tú hacer cotidiano. El problema está en lo macro, ¡basta de echarle la culpa al ser humano!”.
Si entendemos lo macro como las compañías, estas suben ahora al escenario. No se trata de señalar, sino de escuchar sus propuestas. Redeia es la empresa que opera el sistema eléctrico integrando en el mismo la energía renovable desde cualquier lugar donde se produzca. “En octubre, por primera vez, más del 50% de la energía procedía de origen renovable”, describe Eva Pagán, directora corporativa de Sostenibilidad y Estudios de la compañía. Es la radiografía de su compromiso. Allí donde se genera la energía, Iberdrola aplica una visión holística; Emilio Tejedor, su director de Medio Ambiente, reivindica el valor de la circularidad.
Iniciativas como respuesta
Dentro de la estructura del relato, García Bernal acierta. El espacio macro debe proveer de las respuestas y las iniciativas. El gas natural es una energía de transición. Y trata de ser neutro en carbono en 2040. Mirar al largo plazo y no solo “descarbonizarnos nosotros, sino todo el sector”, subraya José Miguel Tudela, director de Sostenibilidad y Acción Climática de Enagás. “Además tenemos la apuesta por el hidrógeno verde; hay que descarbonizar, pero no solo nosotros, sino también el resto”, insiste. Se alzan techos. Un sistema totalmente verde necesita una tecnología —para almacenar— de la que carecemos. Las centrales hidráulicas no pueden ser el único sistema. “Además, habría que hacer más fácil las tramitaciones de los proyectos”, reivindica Tejedor. El problema es cuadrar el círculo. “Redeia quiere un sistema robusto, halla o no sol o viento. Exige mallas precisas, aprovechar cualquier resquicio de energía que se produzca, para eso resulta necesario explicar que esas redes son imprescindibles pensando en la transición y, por eso, se debe hacer entre todos: no podemos dejar a nadie atrás. Tenemos que generar un impacto positivo en el territorio”, analiza Pagán.
Ahora llega la Cop28 y se mezclan las esperanzas y los deseos. “Todos están desanimados porque hay promesas medio vacías”, asume García Bernal. Y María Neira recuerda que es su 28ª edición. “Cómo podemos creer que hay un sentido de urgencia cuando llevamos 28 años discutiendo. Si ese evento hubiera sido de salud, nadie en el mundo nos habría permitido mantener las discusiones casi tres décadas, y se ha creado una hipocresía tremenda. No hay una revolución. Este ejercicio, por primera vez, vamos a tener un ‘día de la salud’ y haremos mucho ruido”. Porque el cambio climático es inminente, augura José María Ezquiaga, arquitecto y urbanista: la adaptación de las ciudades dependerá de su resiliencia. “/No quieras ocultar” / “Que has pasado sin tropezar”.
Buenas empresas producen buenas sociedades
Las frases de Adela Cortina, catedrática emérita de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y directora de la Fundación Étnor, dejan la sensación de un cubito de hielo recorriendo la columna vertebral. Y lo primero es orillar el título de Tendencias. “Hablar de tendencias se ha venido hablando desde hace mucho tiempo”. De las tendencias presentes tenemos que apoyar unas y rechazar otras. La empresa y la RSC (Responsabilidad Social Corporativa) ha vivido un cambio desde los tiempos del economista Milton Friedman (1912-2006), quien, en 1970, propugnó que el sentido de cualquier corporación es maximizar el beneficio para el accionista. “Ha habido un progreso que pasa por la responsabilidad social. Porque las compañías son indispensables para que existan buenas sociedades”, indica. El concepto que ha triunfado es aumentar el valor para todos los grupos de interés (stakerholders). Pero hablamos de la totalidad de los afectados por la compañía. “La empresa del futuro será social o no será, una firma que solo se mira a sí misma y no tiene en cuenta el conjunto de sus ciudanos no triunfará”, prevé la filósofa.
Ninguna sociedad debe permitir que nadie quede atrás y el trabajo de las organizaciones es fundamental. “Además, no existe una organización, grande o pequeña, despreciable”, comenta. Frente al modelo economicista de la máxima ganancia opone la reprocidad indirecta: dar y recibir. Por eso hay sociedades contractuales en las que nos comprometemos a cumplir unos deberes con tal de que alguien proteja nuestros derechos. “Creo que es una fórmula inteligente. Dar y recibir. No aquellas firmas dispuestas a obtener el mayor beneficio caiga quien caiga. Porque con eso se consiguen adversarios y no aliados. Lo inteligente es crear aliados”, recomienda.
Las compañías tienen que hacer cosas buenas y contarlo, pero de manera que la narración llegue a la gente. Sin embargo, para que el relato tenga éxito debe ser verdadero. Y esa es la clave. Hacer buenas cosas y contarlas es la forma de destruir la cosmética y que prevalezca la ética. Una ética preocupada por los trabajadores, por las personas, por todos aquellos que necesitan atención, y eso es lo que haría una compañía que tiene en su punto de mira el medio ambiente, el resultado económico y las personas. “Las que poseen un gran talento y las que quizá carecen de él, pues todas encuentran su lugar. Vayamos con cuidado y no sustituyamos a seres humanos por inteligencia artificial sin saber lo que estamos haciendo. Porque hay muchas cosas que aun necesitan corazón y sensibilidad”, reflexiona Adela Cortina. Más que nada, la vida.