El futuro papel de Pablo Iglesias condiciona la investidura

Las negociaciones para formar ya Gobierno se frenan por las demandas del líder de Podemos

En foto, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y el líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante su encuentro el 11 de junio. En vídeo, Pedro Sánchez habla sobre la propuesta de pacto con Unidas Podemos.Vídeo: ULY MARTÍN VIDEO: ATLAS
Madrid -

La historia reciente de la política española se escribe alrededor de la relación entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Su enfrentamiento propició en 2016 la repetición de elecciones y dio una prórroga a Mariano Rajoy. Su reconciliación permitió el éxito de la moción de censura en 2018. Su idilio abrió paso a un Gobierno de 10 meses relativamente estable. Y ahora, un nuevo choque entre ambos, esta vez por el rechazo de Sánchez a la entrada de Iglesias y otros dirigentes de Podemos en su Gobierno, tiene bloqueada la investidura. Iglesias no piensa ceder. Sánchez tampoco. El choque de trenes parece inevitable.

En público, todo son buenas palabras. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias saben que están condenados a entenderse, que de su sintonía depende una legislatura estable con reformas progresistas. Iglesias dice que todo irá bien. Sánchez reivindica lo bien que se han llevado Podemos y el PSOE estos meses. Ninguno de los dos quiere hablar de pulso, nadie sube el tono. Pero en privado las cosas son muy diferentes.

Durante semanas,...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

En público, todo son buenas palabras. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias saben que están condenados a entenderse, que de su sintonía depende una legislatura estable con reformas progresistas. Iglesias dice que todo irá bien. Sánchez reivindica lo bien que se han llevado Podemos y el PSOE estos meses. Ninguno de los dos quiere hablar de pulso, nadie sube el tono. Pero en privado las cosas son muy diferentes.

Durante semanas, Sánchez e Iglesias jugaron a fingir que no veían el elefante que tenían en la habitación. Hubo dos reuniones importantes, con cámaras, en las que no se concretó nada. Los dos sabían que el problema llegaría al hablar de los ministerios, así que se dedicaron a pactar palabras amables: primero, el “nos hemos puesto de acuerdo en ponernos de acuerdo” que lanzó Iglesias tras la primera cita, nada más celebrarse las generales y antes de las municipales. Después, tras un silencio tenso de tres semanas, el “nos hemos puesto de acuerdo en un Gobierno de cooperación”. Se trataba solo de ganar tiempo hasta llegar al momento definitivo, que estalló el lunes.

Más información

Ambos abordaron al fin el elefante y Sánchez, por primera vez, fue muy claro: no quiere ministros de Podemos en su Gobierno. Pero el presidente no se quedó en ese “no”. Abrió el campo de juego con una propuesta: la entrada de Podemos en puestos intermedios de la Administración. Iglesias rechazó de plano esta posibilidad y por eso no se entró al detalle, pero desde La Moncloa señalan que dentro de esos puestos intermedios hay mucho margen.

Claro que Podemos tendría que aceptar quedarse sin ministros, algo que los de Iglesias no contemplan. “Sería aceptar estar de manera subordinada, para ejecutar las políticas diseñadas por otros, los ministros del PSOE. No tiene sentido, eso no lo acepta nadie dentro de Podemos”, dicen.

El elefante en la habitación era la entrada de Podemos en el Gobierno, lo que finalmente Sánchez se animó a rechazar abiertamente ante Iglesias, pero hay otro paquidermo aún más grande, y que parece en el fondo de todo el bloqueo: la entrada del propio líder de Podemos en el Ejecutivo. Iglesias insiste en que “ya no es tiempo de vetos”, y de hecho ese veto no ha sido planteado formalmente por Sánchez, según fuentes de la negociación. El presidente rechaza la entrada de cualquier ministro de Podemos, no solo de Iglesias. Así que no se ha llegado hasta ahí.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

El bloqueo es tan fuerte que ni siquiera se ha podido discutir sobre la estructura del Gobierno. En Podemos llevan más de un mes analizando todas las competencias del Ejecutivo, pensando nuevos ministerios posibles, viendo antecedentes —señalan que el más innovador fue José Luis Rodríguez Zapatero, que inventó ministerios y llegó a tener tres vicepresidencias—, pero ese trabajo no ha podido aún ser discutido con el PSOE. Mientras, en La Moncloa también andan analizando internamente posibles estructuras de Gobierno, pero sin ministros de Podemos. Dos mundos paralelos que no parecen encontrarse.

Tampoco Iglesias ha planteado en las reuniones que exija una vicepresidencia social, aunque ese es el esquema que se trabaja en Podemos. El bloqueo ha llegado en una fase anterior. Pero ambos negociadores y sus equipos saben que el gran problema de fondo es el rechazo del PSOE a tener al incontrolable Iglesias con su gran tirón mediático como ministro y, por tanto, como figura destacada del Gobierno.

En el PSOE plantean un escenario para que se entienda su rechazo. La sentencia del juicio del procés será un momento cumbre de los próximos meses. Si Iglesias estuviera en el Gobierno, ¿la acataría sin criticarla? ¿Se mostraría favorable a un indulto? ¿Visitaría a Oriol Junqueras en la cárcel como hizo hace unos meses? Desde La Moncloa recuerdan que Iglesias, en una entrevista en EL PAÍS, no descartaba visitarle en la cárcel ya como ministro.

En Podemos insisten en que todo esto son excusas y aseguran que en estos meses Iglesias ha dado muestras más que sobradas de que cuando acuerda algo con Sánchez, lo cumple. Y señalan que todo se podría pactar, también la posición sobre Cataluña o sobre inmigración o política exterior, por hablar de algunos temas sensibles en los que las posiciones de ambos son muy diferentes.

Punto negro

El PSOE no se fía. Hay un episodio inicial de esta nueva legislatura que no tuvo mucho eco en los medios, pero sí marcó un punto negro en la relación entre Sánchez e Iglesias. Fue la votación en la Mesa del Congreso sobre la decisión de suspender a los diputados presos, algo que era prácticamente automático y avalado por los letrados del Congreso.

Era la primera votación importante y el PSOE tuvo que sacarla con el apoyo de PP y Cs porque Podemos, su socio, con gran influencia en este caso de los comunes —uno de los dos miembros de la Mesa de Podemos es Gerardo Pisarello, ex teniente de alcalde de Barcelona con Ada Colau— votó en contra. Los socialistas plantean ahora este ejemplo para argumentar por qué no quieren a Podemos en el Gobierno, donde la sintonía debe ser total.

En la formación morada creen que todo son excusas poco sólidas y argumentan que no tiene sentido que se puedan hacer gobiernos de coalición de izquierdas en Valencia, Canarias, La Rioja —y de derechas en Andalucía o Madrid—, pero ese modelo sea inviable en La Moncloa. Podemos recuerda que tiene casi cuatro millones de votos, casi la mitad que el PSOE, no 10 veces menos. “Nos están ofreciendo algo como si tuviéramos dos escaños y no fuéramos necesarios”, resumen.

Desde el PSOE insisten en que van a intentar convencer a Iglesias de que tampoco a Podemos les conviene ese cogobierno, aunque lo ven difícil porque creen que él ha hecho una apuesta muy personal por entrar en el Ejecutivo. Pasan los días y nadie ve la salida. Pero la negociación no está rota. Solo parada. Todo lo demás depende de este desbloqueo.

“Sánchez no va de farol”, dicen en el Ejecutivo

Iglesias fue muy claro en EL PAÍS: “Si echamos un pulso nos va a ir mal a los dos”. Pero ambos parecen dispuestos a aguantar. “Sánchez no va de farol. Es un planteamiento profundo. Lo ha reflexionado y cree que sería muy perjudicial para todos que Podemos entrara en el Gobierno. Está pensando en los cuatro años. Podría salir muy mal ese Gobierno”, señalan fuentes del Ejecutivo.

Sánchez tiene una ventaja: en el mundo político se da por hecho que en una repetición de elecciones le iría mucho mejor al PSOE que a Podemos. Pero Iglesias no va menos fuerte. Ya ha avisado de que si la negociación acaba mal, consultará a sus bases y con ese respaldo podría aguantar un voto en contra en la investidura. Sánchez, dicen en Podemos, no puede arriesgarse a perder La Moncloa en otras elecciones. El pulso está abierto. Pero el tiempo se acaba.

Más información

Archivado En