Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí

El desafío climático y cómo afrontarlo: la nueva miniserie de Cyril Dion

El documentalista combina tres largometrajes para componer ‘Un nuevo mundo’, donde aborda temas como la resistencia al calentamiento global, la adaptación y la regeneración

Fotograma del documental 'Un nuevo mundo', del director de cine y activista francés Cyril Dion. ©SCU - Galaxie Presse -

La cadena Arte acaba de estrenar una miniserie de tres documentales encargados a Cyril Dion, el exitoso director de Mañana, Después de mañana y Animal. En su día hablamos en este blog de estos tres largometrajes, que no solo congregaron mucho público en Francia, sino que además convirtieron a los espectadores en actores de su propia vida. Pusieron a muchas personas en movimiento hacia la transición ecológica.

Dion es una de esas personalidades que no se contenta con hablar, sino que también hace. Es un activista militante como el que más: participó en la Convención del Clima francesa y arengó a las masas para que firmaran contra el Estado en lo que se conoció como “el caso del siglo”. Gracias a esta iniciativa jurídica, el Estado francés debe reducir sus emisiones de gases contaminantes antes de finales del 2022, dentro de pocos días. De lo contrario, deberá pagar indemnizaciones astronómicas.

Restaurar la naturaleza necesita personas desconectadas de tanta conexión virtual y dispuestas a recuperar el tacto: dispuestas a trabajar con las manos

Y ahora Dion ha firmado tres documentales de unos 50 minutos cada uno, bajo el título global Un nuevo mundo, sobre la resistencia al cambio climático, la adaptación y la regeneración. Esta obra puede verse en señal abierta y doblado al español a través de la página web de la cadena Arte y hasta el 13 de mayo de 2023.

En mi caso, después de haber visionado tanto documental a lo largo de los años sobre los efectos más que perversos del calentamiento global, no hay nada que me sorprenda mucho, salvo nuestra obstinada inacción en general como sociedad. Y me digo que cuanto más avanza la película de nuestra vida, menos está el horno para bollos. Actuar en beneficio del planeta significa de entrada ya ver la realidad que nos rodea, observarla. Cada vez más, vivimos apantallados, adultos y niños por igual. ¿Es mi hijo el único adolescente que llega a casa y corre para hacer los deberes en un santiamén, puesto que sabe que luego podrá conectarse a su videojuego preferido?

Me digo que restaurar la naturaleza necesita personas desconectadas de tanta conexión virtual y dispuestas a recuperar no solo la vista y la observación de su entorno, sino también personas interesadas en el tacto: dispuestas a trabajar con las manos. ¿Incentivamos como sociedad a este tipo de ocupaciones o más bien las despreciamos? Ese nuevo mundo que se anuncia necesita muchos ojos que observen y muchas manos para escarbar la tierra, plantar, recolectar y enseñar a los niños a amar el bosque.

Podría hablar de muchas iniciativas virtuosas que aparecen en los documentales: los activistas que ocupan bosques amenazados de la tala, como renacidos Robin Hood; los que recorren el mundo para replantar árboles; los que crean en África huertos de permacultura, y dan formación y trabajo a miles de jóvenes.

Vuelvo a insistir. Si tantas personas individuales ponen su granito de arena para crear ese nuevo mundo, ¿qué impide que Francia, por poner un ejemplo, reduzca sus emisiones contaminantes? ¿No ha quedado ya todo más que claro desde hace lustros?

La triste respuesta viene de la boca de Hélène Landemore, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Yale: “La democracia actúa con tan poco vigor en las cuestiones climáticas porque no es una verdadera democracia”. Según la académica, el verdadero obstáculo es la plutocracia, la oligarquía e incluso el capitalismo.

Si tantas personas individuales ponen su granito de arena para crear ese nuevo mundo, ¿qué impide que Francia, por poner un ejemplo, reduzca sus emisiones contaminantes?

Un análisis de este tipo puede deprimir al más optimista. Somos testigos de un duelo de titanes y el capitalismo no parece de momento querer darse por vencido. Me digo que siempre nos quedará nuestro ámbito de responsabilidad personal: mi voto, mi decisión de dónde vivir, de cómo consumir, de cómo transportarme. Y siempre podemos reducir nuestra huella de carbono. De hecho, los documentales me inspiraron una nueva iniciativa parar proponer a la copropiedad donde vivo desde hace poco: convertir los tejados de los inmuebles en eco-tejados, es decir, instalar paneles solares y zona de verdura.

No sé si entre todos alcanzaremos a construir ese nuevo mundo que se anuncia, pero creo que en última instancia quedará siempre nuestra conciencia individual, nuestro granito de arena. Un grano de arena no hace una playa, ya lo sabemos, pero una playa está compuesta, a fin de cuentas, de millones de granitos.

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