Perdónenme, pero estoy indignado
Nos unimos en el enfado cuando un mundial de fútbol es organizado en un país que no respeta los derechos humanos. Pero ¿dónde está ese mismo sentimiento cuando las injusticias siguen expandiéndose en el planeta?
Últimamente, escucho a muchas personas indignadas porque en Qatar —ese país que viola sistemáticamente los derechos humanos, en especial los de las mujeres— se realiza el Mundial de Fútbol de la FIFA. Esa entidad, que dice ser plural, respetuosa e inclusiva. No hace falta ser ningún experto para entender que son únicamente motivos económicos los que han favorecido esta situación.
Creo que tienen toda la razón, y yo, como amante del fútbol, no puedo negar que este es el mundial que menos ilusión me hace desde que tengo memoria. Pero también creo que esa indignación es extrapolable a otras situaciones que nos pasan completamente inadvertidas.
Toda Europa, a pesar de demonizar a Rusia, le sigue comprando gas y petróleo
Por ejemplo, Coca-Cola es sponsor de la FIFA. Es conocido también que las bebidas azucaradas son una de las principales causas de obesidad infantil. Esto también pasa con la comida rápida, cuyo principal referente, McDonald’s, también patrocina distintos eventos deportivos alrededor del mundo.
Pero igualmente nos podríamos indignar porque, también en noviembre, miles de personas se desplazaron hasta Sharm-El-Sheikh, en Egipto, en centenarias delegaciones de países para participar en la COP27, gastando millones de dólares y utilizando infinidad de litros de queroseno en los aviones y coches oficiales. Hubo muchos cocteles y cenas copiosas, mientras se hablaba de cambio climático y de huella de carbono. Por cierto, Coca-Cola también fue patrocinador de la COP27, sí, Coca-Cola, la principal fábrica de botellas de plástico del mundo.
Y también podríamos indignarnos porque el presidente ruso, Vladimir Putin, decidió que quería jugar al Risk con Volodimir Zelenski y, a pesar de los cientos de miles de muertos, desplazados y damnificados, estos dos países mantienen determinados acuerdos comerciales. O porque toda Europa, a pesar de demonizar a Rusia, le sigue comprando gas y petróleo.
También podríamos enfadarnos, y mucho, si aceptáramos, de una vez por todas, que la mayoría de las cosas que compramos, fueron fabricadas en China, India, o Pakistán, y que las condiciones de trabajo de quienes las fabricaron están muy lejos de ser justas y dignas. Pero es demasiado difícil renunciar a todo eso… Yo estoy escribiendo esto desde un Mac que, obviamente, fue fabricado en China.
Por cierto, Coca-Cola también fue patrocinador de la COP 27, sí, Coca Cola, la principal fábrica de botellas de plástico del mundo
Un diputado del congreso, en casi cualquier país, gana 10, 15 o 20 veces un salario mínimo, asistiendo una o dos veces a la semana a un pleno en coche oficial, con dietas de alojamiento y transporte. Es más, sabemos que muchos cargos públicos son otorgados a dedo, para pagar favores partidistas. Nepotismo puro y duro. Esto debería ser un motivo de enfado, pero la verdad es que ya nos da igual, lo aceptamos. Si nos enfadamos, nos dura un rato y luego se nos pasa.
A casi nadie le importa que la mayoría de los medios de comunicación en el mundo pertenezcan a corporaciones privadas con intereses políticos. Seguimos viendo la televisión y comprando periódicos.
¿Acaso deberíamos enfadarnos porque la UE, que se erige como garante de derechos y libertades, siga vendiendo armas a países en conflicto?
Un buen motivo de indignación podría ser el hecho de que casi mil millones de personas en el mundo viven bajo el umbral de la pobreza
¿No sería razonable que nos indignáramos porque algunos de los medicamentos más prometedores y que salvarían millones de vidas en todo el planeta tengan patentes, resguardadas por la justicia, que impidan que nadie más los fabrique, pudiendo así mantener los precios a su antojo?
Un buen motivo de indignación podría ser el hecho de que casi mil millones de personas en el mundo viven bajo el umbral de la pobreza, que son millones de las que no tienen acceso al agua potable, y que millones de niñas sufren explotación sexual y esclavitud.
Creo que es bastante indignante que Qatar esté organizando un mundial, pero ojalá ese sentimiento lo traslademos a otras causas. Que ojalá nunca nos sean ajenas.
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