Sikhulile Moyo, virólogo: “Con la mpox, me preocupa el egoísmo de algunos países. Parece que no hemos aprendido”

El experto zimbabuense asentado en Botsuana dirige el laboratorio que secuenció la variante ómicron del coronavirus. Referencia en la lucha contra el VIH, sostiene que el continente debe aspirar a producir sus propias vacunas para romper la dependencia

Un hombre recibe una vacuna contra el mpox en el hospital General en Goma, República Democrática del Congo el sábado 5 de octubre de 2024.Moses Sawasawa (AP)

En noviembre de 2021, el equipo comandado por el virólogo Sikhulile Moyo (Zimbabue, 1973), investigador y director del laboratorio del Instituto de VIH Botsuana-Harvard (BHP por sus siglas en inglés), situado en Gaborone, fue el primero en identificar la variante ómicron del coronavirus, junto a un bioinformático brasileño que trabaja en Sudáfrica. El especialista creyó entonces que el planeta había aprendido una lección: los virus no tienen fronteras. Ahora duda de tal aprendizaje al ver cómo fue la respuesta internacional a la grave emergencia sanitaria desatada por la mpox —también conocida como viruela del mono— en la República Democrática del Congo.

En el laboratorio que dirige en la capital de Botsuana, habla de este nuevo virus que preocupa a algunas naciones africanas y que los países de rentas altas miran de reojo, pero también de cómo el cambio climático puede acelerar la aparición de nuevas epidemias, sobre todo en África. También sobre cómo Botsuana, un estado de ingresos medios, ha logrado significativos avances en materia de salud. En 2021, por ejemplo, se convirtió en el primer país del mundo con alta carga de VIH —aquellos en los que más del 2% de las mujeres embarazadas viven con el virus— en eliminar la transmisión materno infantil del virus del SIDA.

Sikhulile Moyo en el laboratorio que dirige en Botsuana el 19 de septiembre. José Ignacio Martínez Rodríguez

Pregunta. Hace tres años que este laboratorio secuenció la variante ómicron del coronavirus. Entonces se habló mucho de que tenían que cambiar numerosas cosas en África para asegurar que nuevas epidemias no volvieran a sorprender a los países del continente con la guardia baja. ¿Ha sido así?

Respuesta. Una de las cosas que el mundo descubrió con la variante ómicron es que los virus no tienen pasaportes ni fronteras. Se mueven con la gente porque somos una aldea global. También nos dimos cuenta de que el esfuerzo de controlar pandemias no puede ser el de un país solamente. Ahora hay varias coaliciones, tanto nacionales como internacionales, que trabajan con el objetivo de asegurarnos de que, en el futuro, podamos hacer frente a este tipo de problemas de una forma conjunta. Además, hemos aprendido cómo se debe comunicar a las comunidades la existencia y los peligros de un nuevo virus. Aunque los científicos hagamos nuestro trabajo, debemos ser capaces de que la gente entienda lo que está pasando. Las personas son parte de la solución. Por último, creo que los países africanos se están dando cuenta de que ya pueden emitir diagnósticos propios.

P. Sin embargo, recientemente hemos asistido a un brote de mpox, el mayor conocido hasta la fecha en África, y parece que se han repetido los mismos problemas: los países de ingresos más altos han retenido las vacunas que podrían haber aliviado la situación.

R. Lo que vemos es que han vuelto a nosotros algunas lecciones que creíamos haber aprendido. Estados como la República Democrática del Congo o Burundi están lidiando con una enfermedad agresiva mientras el resto del mundo tan solo mira cómo lo hacen. Una de las cosas que más me preocupa es el egoísmo de algunos países. En 24 horas pueden moverse de un extremo del mundo al otro. Hemos visto que hay naciones y organizaciones que se han movilizado para llevar vacunas y donar material. No es suficiente, pero esa son la clase de acciones que necesitamos.

El esfuerzo de controlar pandemias no puede ser el de un país solamente

P. ¿Cree que las naciones occidentales deberían implicarse más en casos de emergencia sanitaria como este nuevo brote de mpox?

R. El mundo es una aldea global, por lo que este tipo de casos necesitan una respuesta internacional. Si proteges a tu vecino, te estás protegiendo a ti mismo. Y, en el caso de la mpox, esto no está sucediendo. No se actúa hasta que ves en llamas tu propia casa. Pero también creo que el continente africano necesita despertar y ser capaz de producir sus propios kits de pruebas, sus propias vacunas. Es la única forma de dejar de lamentarnos porque nadie nos ayuda.

P. En 2021, los países del sur de África sufrieron la variante ómicron. Ahora, la República Democrática del Congo lucha contra la mpox. En 2022 hubo un brote agresivo de ébola en Uganda, aunque no tanto como el de Sierra Leona en 2014. Además, cada poco tiempo, países como Zimbabue o Zambia lidian con casos graves de cólera. ¿Por qué parece que estas enfermedades golpean a África con más virulencia que al resto de regiones?

R. África es más vulnerable por varias razones. En primer lugar, muchos de los sistemas sanitarios de los países africanos siguen siendo los de la época colonial. En segundo, aquí se encuentra la mayor interfaz entre humanos y animales, y más del 70% de estas infecciones de las que hablamos son zoonóticas. Además, los sistemas de prevención todavía están creciendo. También tengo que decir que el cambio climático podría acentuar algunos de estos problemas. Y los países que más lo causan no son precisamente los que están sufriendo sus consecuencias más devastadoras.

El cambio climático hace que los animales y los humanos entren más en contacto y estos microorganismos ganen en adaptabilidad y en la capacidad de infectar nuevos huéspedes

P. ¿Puede el cambio climático provocar pandemias o epidemias en África?

R. Puede amplificar las enfermedades y las epidemias. Varía la temperatura y los hábitats y provoca inundaciones que traen consigo movimientos masivos de organismos. El cambio climático hace que los animales y los humanos entren más en contacto y estos microorganismos ganen en adaptabilidad y en la capacidad de infectar nuevos huéspedes. Puede provocar, en definitiva, que los virus cuyas víctimas principales son los animales afecten también a los humanos. Lo puedes ver con los mosquitos que son portadores de malaria; los cambios en la temperatura, por ejemplo, permiten que estos mosquitos malos, por llamarlos de alguna manera, desplacen a los mosquitos buenos. También sucede con los que transmiten dengue, chikunguña y otras enfermedades.

P. Hay naciones en África, como Botsuana, que sí son modelos en materia de salud. Por ejemplo, este país se convirtió en 2021 en el primero con alta carga de VIH en eliminar la transmisión materno infantil. ¿Cómo se pueden potenciar estos logros?

R. En primer lugar, con políticas públicas comprometidas. Aquí, el Gobierno se ha tomado este tema muy en serio durante los últimos 25 años o más. Se han destinado un número significativo de recursos a combatir el VIH. Botsuana era el país que, proporcionalmente, registraba un mayor número de personas viviendo con el virus del sida, y fue la primera nación en África en ofrecer tratamiento gratis a todos sus ciudadanos. Lo hizo en 2002. Fue una gran muestra de compromiso que atrajo a muchos colaboradores, incluida esta institución. En segundo lugar, Botsuana siempre se ha mostrado abierta a trabajar con organizaciones internacionales en la respuesta al VIH. Los donantes son vitales, pero destinar una cantidad importante de tu presupuesto a sanidad lo es aún más.

P. ¿Es fácil que estos progresos lleguen a todas las personas? ¿Cómo se lucha, por ejemplo, con el estigma que suele acarrear esta enfermedad?

R. Aquí se promocionó mucho la atención primaria para asegurar que los servicios llegaran a todo el mundo y a todos los sectores de la población. Hay que asegurarse de que no se deja a nadie atrás. El acceso a la sanidad no puede ser una cosa de ricos, y eso es algo que en Botsuana se está haciendo muy bien. Todos los habitantes tienen acceso a la salud gratis o por un coste muy bajo. Además, la sociedad botsuana ha conseguido que se hable sobre VIH con mucha naturalidad. Antes, algunas personas que se contagiaban sentían vergüenza, bajaban la cabeza… Ahora ya no sucede nada de eso.

P. Pero Botsuana no llega a los tres millones de habitantes. ¿Resulta más sencillo conseguir estos progresos aquí que en otros países o incluso ciudades de África mucho más pobladas?

Hay que asegurarse de que no se deja a nadie atrás. El acceso a la sanidad no puede ser una cosa de ricos, y eso es algo que en Botsuana se está haciendo muy bien”

R. No necesariamente. Es verdad que tener una población pequeña puede ser una ventaja, pero aquí hemos tenido que afrontar un reto por la bajísima densidad de población —dos tercios del territorio del país son desierto—. Eso dificulta que la medicina llegue a todo el mundo. En términos de medios de producción, por ejemplo, otras naciones pueden tener muchas más opciones.

P. ¿Qué otras enfermedades preocupan hoy a la población botsuana o africana en general?

R. Ahora estamos poniendo el foco en enfermedades no transmisibles como la diabetes, la hipertensión… Eso es lo que nos preocupa ahora. Son problemas que también afectan a los países de ingresos altos. Además, estamos haciendo frente a un creciente número de casos de cáncer.


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