La Bienal de Dakar ejerce de trampolín para creadores africanos con escaso acceso a los circuitos internacionales

Unos 60 creadores del continente reunidos en la gran feria de arte contemporánea, sueñan con hacerse un hueco en el sector, en un contexto en que los conflictos y la falta de recursos los condenan a menudo al anonimato o al exilio

Dos visitantes de la Bienal de Arte Contemporáneo de Dakar, que se celebra en el antiguo palacio de Justicia, toman fotos a una de las obras expuestas, el 11 de noviembre de 2024.Joost Bastmeijer

El viento cálido trae una mezcla de arena del desierto y de aroma de playa a las calles de Comico-Mermoz, una tranquila zona residencial de Dakar. En la planta baja de Kër Diaba Gaye, uno de los muchos edificios de apartamentos que se han construido en esta zona en los últimos años, se encuentra la galería Arte. En su interior, Abibi Keïta espera pacientemente a los visitantes, entre estatuas de madera, muebles y todo tipo de adornos. Las blancas paredes de la galería serán su dominio durante el próximo mes. El lugar donde esta mujer maliense de 26 años expone 30 retratos de colores vivos, trazados con pequeños puntos y compuestos por diferentes materiales. Junto a cada obra hay una etiqueta con el precio en francos CFA y en euros. “Estaría bien vender algo”, afirma Keïta animadamente, “pero el dinero vendrá después. Estoy aquí, sobre todo para abrirme puertas”.

Por esa razón, Keïta ha querido estar presente en la 15ª edición de la Bienal de Arte Contemporáneo Africano Dak’Art, el acontecimiento de arte moderno más importante del continente. Cerca de 60 artistas procedentes de distintos países africanos y de la diáspora exponen hasta principios de diciembre sus obras en la capital senegalesa como parte del programa oficial de la Bienal. “Pero The Off es mucho más grande, y también lo visitan muchos entendidos y coleccionistas”, asegura, convencida y llena de orgullo, Keïta, refiriéndose al programa no oficial del evento, del que forma parte su exposición. La artista sueña, sin embargo, con un hueco en el programa oficial en un futuro. “Es para los artistas verdaderamente famosos”, explica. “Si expones ahí, te ve todo el mundo”.

La artista maliense Abibi Keïta y la museóloga holandesa Loes Kuijpers contemplan una de las obras de la creadora, expuestas en una galería de Dakar, el 11 de noviembre de 2024Joost Bastmeijer

Las obras que esta artista ha traído a Dakar se inspiran en las culturas y las historias de los pueblos que viven a orillas de los ríos africanos. En ellas se mezclan varias técnicas y se integran materiales diversos, como trenzados. Concretamente, en esta muestra, Keïta retrata a mujeres que sufren vitiligo, un problema autoinmune que provoca una falta de pigmentación en la piel, sin que en sus lienzos pierdan un ápice de belleza y elegancia.

Encontrar público

La sede principal de la Bienal, al igual que en sus anteriores ediciones, tiene lugar en el antiguo y un tanto destartalado Palacio de Justicia, situado a las afueras de la zona comercial de Plateau. Entre las esbeltas columnas de mármol del atrio, en las silenciosas salas de los antiguos juzgados y en una cadena aparentemente interminable de antiguas oficinas, se pueden contemplar las obras de los artistas africanos contemporáneos más populares.

Aquí hay mucho movimiento. Si consigues los contactos adecuados, tu carrera puede cobrar impulso
Abibi Keïta, artista maliense

Las instalaciones artísticas, pero también las innumerables reuniones y mesas redondas celebradas durante la Bienal, giran en torno al tema “El despertar”. Según la directora artística de la muestra, Salimata Diop, la idea hace referencia a los desafíos a los que se enfrentan los artistas africanos “en los ámbitos de la justicia social, el medio ambiente y la identidad cultural”.

Y uno de sus retos más acuciantes de estos creadores es encontrar un público para sus obras. Para ello, el Dak’art allana el camino, opina la senegalesa Amy Celestina, que expone en el Museo de las Civilizaciones Negras como parte de la Bienal. “Enseguida he notado que esta exposición abre nuevas puertas”, asegura esta artista de 36 años. “En los primeros días, entré en contacto con varias galerías extranjeras y posibles compradores. Ellos no vienen a visitarme en mi estudio, perdido en lo más recóndito de los suburbios de Dakar”, agrega.

Amy Celestina explora actualmente el tema de la evolución humana y crea un universo singular, inspirado en la realidad, en el que mezcla pintura, collage de materiales reciclados y costura. En Dakar, la artista expone tres grandes collages en los que aparecen dobles cabezas de oveja, como una especie de naipes gigantes. “Tengo más de una identidad. Es una llamada al visitante para que reflexione sobre sí mismo, quién es y cómo le ven los demás”, explica la autora. Entre los visitantes que contemplan la obra de Celestina se encuentran la museóloga holandesa Loes Kuijpers y el artista marroquí Bouchaib Dihaj. Ambos llevan años acudiendo a la Bienal, que comenzó a celebrarse en los años noventa, porque es la manera de entrar en contacto con artistas del continente.

La museóloga Loes Kuijpers y la artista senegalesa Amy Celestina Ndione contemplan una de las obras de esta última, en la bienal de Dakar, el 14 de noviembre de 2024.

No obstante, Bihaj piensa que la Bienal era más representativa cuando nació, porque los artistas podían inscribirse directamente y el comisario tenía un papel menos decisivo. También recuerda la vibrante escena artística de aquella época: “Muchos artistas senegaleses vivían como okupas y se movían juntos mucho más que ahora”.

La violencia que acalla a los artistas

“La gente ya no trabaja junta en los estudios, sino desde casa”, opina por su parte Kuijpers, refiriéndose sobre todo al vecino Malí. En este momento, los artistas de este país buscan refugio en el extranjero, debido a la violencia. “Se ha convertido en un sálvese quien pueda”, resume la experta. Los conflictos hacen también que el arte pase a segundo plano. Una pena, según la museóloga, “porque la demanda de obras africanas sigue aumentando en todo el mundo y, por tanto, esta clase de encuentros físicos entre artistas y aficionados son indispensables”.

La demanda de obras africanas sigue aumentando en todo el mundo y, por tanto, esta clase de encuentros físicos entre artistas y aficionados son indispensables
Loes Kuijpers, museóloga holandesa

Cuando en la galería Arte sale a colación el conflicto entre el Ejército maliense y la insurgencia yihadista, la artista Abibi Keïta se desploma en su silla. “La escena artística en Bamako está acabada”, zanja, abatida. “Los malienses no compran arte, tienen otras cosas en la cabeza. Necesitamos expatriados blancos y turistas, pero cada vez vienen menos a Bamako debido a la violencia”, agrega.

En su última exposición en la capital maliense, Keïta no vendió ni una sola obra y apenas recibió visitantes. “Por eso he venido a Dakar”, explica, detallando que las galerías senegalesas están en estrecho contacto con la escena artística mundial. “Aquí hay mucho movimiento. Si consigues los contactos adecuados, tu carrera puede cobrar impulso”, confirma Keïta, que hasta el momento ha vendido cuatro de sus obras. “Es un buen comienzo”, se despide, satisfecha.


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