“No puedo olvidar aquella noche, nuestra casa se inundó en minutos”: 60.000 personas huyen de su hogar cada día por la crisis climática, según Acnur

Un informe de la Agencia de la ONU para los refugiados destaca la relación entre los conflictos, el aumento de las temperaturas y los desplazamientos forzosos

Desplazados internos en una zona de la ciudad de Saada, Yemen, tras las fuertes lluvias que inundaron sus refugios improvisados en julio de 2024.Acnur / Yemen Development Foundation

Bahadur Khan, de 60 años, se ha visto obligado a abandonar su hogar en tres ocasiones. La primera, a principios de los noventa, cuando la guerra civil de Afganistán lo empujó a huir de su país. La segunda, en 2010, como refugiado en Pakistán, cuando las inundaciones destruyeron su hogar. Y la tercera, en 2022, refugiado de nuevo en la provincia paquistaní de Jaiber Pastunjuá. “No puedo olvidar aquella noche: nuestra casa se inundó en cuestión de minutos”. Él solo dispuso de 10 para poder coger “lo poco” que pudo y escapar con su familia a tierras más altas.

La historia de Kahn ilustra la compleja relación entre el conflicto, el cambio climático y el desplazamiento forzoso. Las personas obligadas a huir como consecuencia de guerras o tensiones sociales tienen grandes posibilidades de tener que volver a trasladarse por desastres climáticos, según desvela un informe hecho público este martes que ha elaborado Acnur, la Agencia de la ONU para los refugiados, con otras 13 organizaciones. Según calcula la investigación, publicada en el marco de la cumbre mundial del clima (COP29), en los últimos 10 años los fenómenos climáticos extremos han causado 220 millones de desplazamientos, es decir, unos 60.000 por día. Es el doble que hace 10 años. “El número de desplazados climáticos nunca ha sido tan alto”, concluye Acnur.

Muchos de los lugares de acogida de los refugiados experimentan, a su vez, una crisis climática. Un total de 90 millones de personas desplazadas viven en países con una exposición “de alta a extrema” a los peligros relacionados con el aumento de las temperaturas. “A medida que aumenten la velocidad y la escala del cambio climático, esta cifra seguirá creciendo”, afirma Filippo Grandi, máximo responsable de Acnur. Según las previsiones del organismo, la mayoría de los asentamientos y campos de refugiados experimentarán el doble de días de calor peligroso de aquí a 2050.

En 2023, 42 de los 45 países que registraron desplazados como consecuencia de un conflicto también experimentaron desplazamientos por catástrofes climáticas

“Uno de los elementos más importantes de este informe es que aportamos datos; antes decíamos que las personas afectadas por el cambio climático y por los conflictos corrían un riesgo especial, pero ahora podemos cuantificarlas”, explica durante una entrevista Andrew Harper, asesor especial de Acnur sobre Acción Climática.

Entre las cifras que muestran la compleja relación entre los conflictos, el cambio climático y los desplazamientos forzosos, Harper destaca que “la mitad de los desplazados soportan a la vez la carga tanto de los conflictos como de los efectos adversos del clima”. En 2023, 42 de los 45 países que registraron desplazados como consecuencia de un conflicto también experimentaron desplazamientos por catástrofes climáticas, por ejemplo, en Sudán, Siria, Haití, la República Democrática del Congo, Myanmar, Etiopía, Yemen o Somalia.

Ma Phyu Ma posa ante los restos de su casa, en el Estado de Rakhine, en Myanmar, tras el paso del ciclón Mocha, en mayo de 2023.Reuben Lim Wende (Acnur)

“Cada pequeña pieza perdida era preciosa para mí... teníamos muy poco para empezar”, afirma Ma Phyu Ma, una desplazada interna rohingya, víctima del ciclón Mocha, la tormenta más grave que ha azotado Myanmar en años. Las violentas lluvias tocaron la costa del Estado de Rakáin en mayo de 2023, hasta donde Ma Phyu Ma y su familia se habían desplazado unos años atrás para protegerse de las operaciones militares del ejército de Myanmar contra esta minoría musulmana, que la ONU llegó a calificar como “una limpieza étnica”. En el momento que el ciclón golpeó Rakáin, vivían en este Estado unos 228.000 desplazados forzosos. Ma Phyu Ma tuvo de nuevo que empezar desde cero: “La cabaña era nuestro refugio. La barca y las redes nos permitían pescar”.

Sin escapatoria

Pero empezar desde cero es una tarea hercúlea cuando no existe un lugar seguro en el que protegerse. A medida que las tensiones climáticas afectan tanto a los lugares de origen como de destino de los desplazados forzosos, los refugiados tienen cada vez menos vías de escape y menos posibilidades de encontrar soluciones duraderas, a la vez que aumenta el riesgo de desplazamientos prolongados. A finales de 2023, más del 70% de refugiados y solicitantes de asilo procedían de países muy vulnerables al clima, que, al mismo tiempo, son los que disponen de menos recursos para invertir en resiliencia.

El cambio climático y la degradación medioambiental ponen en peligro las posibilidades de paz
Andrew Harper, asesor Especial de Acnur sobre acción climática.

“Los refugiados dependen de los recursos naturales, pero no hablo de minerales como el oro sino simplemente de los recursos más frágiles, como los árboles, que sirven, por ejemplo, para fabricar refugios o para conseguir leña con la que cocinar”, explica durante una entrevista por videoconferencia Opira Bosco Okot, un refugiado climático que huyó de Sudán del Sur hacia Uganda, donde ahora trabaja como activista por los derechos de los desplazados. “Cuando los refugiados llegan a lugares afectados por la crisis climática y no tienen ayudas, deben recurrir al cultivo de tierras, pero cuando esas tierras no son fértiles, el resultado son más tensiones con las comunidades de acogida, que a su vez dependen del clima”, añade.

“En el pasado, la gente solía poder regresar cuando se lograba la paz, pero ahora los motivos por los que los pueblos entran en conflicto no se están resolviendo y, una de esas razones es que el cambio climático y la degradación medioambiental ponen en peligro las posibilidades de paz”, explica Harper.

Grace Dorong nunca ha podido volver a Sudán del Sur. Activista por los derechos de los refugiados climáticos, huyó de su país con siete años “durante una noche espantosa” y recaló en el campo de refugiados de Kakuma, en Kenia. “En Sudán del Sur concurren los tres elementos: tiene una de las tasas de desplazamiento más elevadas por la violencia y la crisis climática, que provoca tanto sequías como inundaciones”, explica durante una entrevista con este diario. El país subsahariano experimenta en estos momentos lo que los expertos consideran la peor inundación en 60 años. Hasta el 1 de noviembre, 375.000 personas han tenido que abandonar su hogar como consecuencia de la subida de las aguas, según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). Pero, además, alberga a unos 330.000 refugiados procedentes sobre todo de Sudán y a otros dos millones de desplazados por el conflicto interno.

Necesidad urgente de financiación

La falta de financiación es uno de los grandes obstáculos para construir resiliencia climática y proteger a los desplazados. “Los Estados extremadamente frágiles solo reciben alrededor de dos dólares (1,87 euros) por persona en financiación anual para la adaptación, un déficit asombroso si se compara con los 161 dólares (151 euros) por persona de los Estados no frágiles”, critica Acnur. Según el informe, la financiación climática no llega ni a los refugiados, ni a las comunidades de acogida, ni a otros habitantes de países frágiles y devastados por la guerra. “Cuando la inversión llega a los Estados frágiles, más del 90% se destina a las capitales, mientras que otros lugares rara vez se benefician”, añade el informe.

Abdi Hassan, de 55 años, escava la tierra en Filtu (Etiopía) en busca de agua, en noviembre de 2022.Mary-Sanyu Osire (Acnur)

“Tenemos que trasladar la necesidad de acción urgente; el año pasado, cuando hablábamos de los progresos que hubo en la COP28, creo que se avanzó mucho en que la gente hablara, porque a la gente le encanta hablar y salir en la foto, pero no les gusta tanto actuar”, insiste Harper. Según este responsable de Acnur, la cumbre del clima del año pasado tuvo un éxito mediático, pero, reflexiona, “¿cuánto dinero se ha destinado realmente a actuar sobre el terreno para ayudar a las mujeres y los niños a sobrevivir a los casi incesantes desastres que azotan estas regiones de todo el mundo?” “Muy poco”, condena.

Uno de los ejemplos que cita es el de Sudán. “Solo hemos conseguido recaudar el 29% de los fondos necesarios para atender a 10 millones de desplazados, quizás ya 11 en estos momentos, un dinero que es solo para mantenerlos vivos”, cuenta. Más de 600.000 están en países como Chad, “uno de los más vulnerables al cambio climático y que, sin embargo, han mantenido sus fronteras abiertas”. “Cuando los países mantienen sus fronteras abiertas, están haciendo un bien global”, resalta Harper. Por ello, continúa, “el mundo debe reconocerlo, hacer lo correcto y apoyarlos financieramente”.

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