Educación y redención en la prisión de Jos
Más de 100 reclusos de esta cárcel de Nigeria, en la que el 75% de los reos son analfabetos, participan en un programa escolar que allana el camino hacia su reinserción, pero que sufre una acuciante falta de medios y de apoyo oficial
Sebastine Andrew llegó al centro penitenciario de Jos (Estado de Plateau, centro-norte de Nigeria) en 2021, tras verse implicado en un robo a mano armada. Había dejado sus estudios después de la secundaria y al llegar a la cárcel comenzó a leer de nuevo y decidió unirse a un programa educativo que ha transformado la vida de varias decenas de reos en un país donde las prisiones están superpobladas y no cuentan con apenas recursos. A sus 31 años, Andrew, prepara a distancia un examen para entrar en la universidad a distancia y quiere estudiar Criminología. “Tengo un poco de experiencia sobre la vida criminal”, explica, irónico. “Espero convertirme en oficial de seguridad”, agrega.
En 2013, Kelvin Abuchi, antiguo educador convertido en funcionario de prisiones en Jos, se dio cuenta de que la mayoría de los presos no habían terminado la educación básica. El centro tenía una escuela, pero estaba vacía y decidió aprovecharla. Abuchi cuenta a este diario que convenció a 10 reclusos para que se unieran a su programa, y en 2015, registró el centro de enseñanza en la red de educación nacional. Con el patrocinio de organizaciones sin ánimo de lucro, llegó a tener más de 100 alumnos.
“Era difícil porque necesitábamos recursos, como libros y bolígrafos”, explica Abuchi, que ahora trabaja en otro Estado. “Lo que empezó como un humilde esfuerzo se ha convertido en un salvavidas para los presos que buscan la redención a través del conocimiento y la adquisición de capacidades”, considera.
El responsable de relaciones públicas de la prisión de Jos, Geoffrey Longdiem, calcula que un 75% de los presos de este penal son analfabetos. Actualmente, de 1.205 reclusos, 144 están inscritos en el programa educativo. Además de los 15 trabajadores que enseñan en la escuela, ocho presos también trabajan ahí de forma voluntaria. A cambio, reciben cada mes una cantidad en forma de crédito, ya que los presos no pueden tener dinero en efectivo, que gastan en servicios o productos en la cárcel.
Uno de ellos es Emeka Samuel, de 35 años, que lleva 12 en la cárcel, nueve de ellos en el corredor de la muerte, por un crimen que asegura que no cometió. Este hombre tenía que haber sido ahorcado en diciembre de 2015, pero la reticencia de las autoridades nigerianas a ejecutar las condenas a muerte lo ha mantenido vivo. El preso explica que la vida se ha esfumado ante sus propios ojos. “Al principio, estaba traumatizado. No podía dormir por las noches e intenté quitarme la vida”, explica en una entrevista con este diario. Entonces, Samuel habló con un compañero y empezó a visitar la biblioteca de la cárcel. Con el tiempo, se convirtió en voluntario para enseñar Informática dentro del programa de Abuchi. “Enseñar me ha ayudado a reforzar mi autoestima. Estar aquí me afecta psicológicamente, pero enseñar me devuelve a mi época en la universidad. Me tranquiliza y me ayuda a sentirme mejor”, asegura.
Estar aquí me afecta psicológicamente, pero enseñar me devuelve a mi época en la universidadEmeka Samuel, recluso que enseña Informática en la cárcel de Jos
El Gobierno del Estado de Plateau tiene por costumbre conceder la amnistía a algunos reclusos todos los años, y este año Samuel fue uno de los elegidos por las autoridades del centro penitenciario, aunque aún no ha sido liberado.
“Nunca es demasiado tarde”
“En la prisión tenemos muchos licenciados que tienen mucho que ofrecer, pero no están interesados. Están aquí para cumplir su condena y punto”, lamenta Samuel. En las clases, los reclusos reciben lecciones de lectura y escritura, ciencias, literatura y arte, que les llevan a acceder, si lo desean, al examen para el Certificado de Estudios Superiores de África Occidental, que abre las puertas de la universidad.
Bright Okpor-Nwankwo tenía 22 años cuando ingresó en prisión, acusado de posesión de drogas ilegales y homicidio involuntario. Fue uno de los 10 presos que se unieron al programa cuando Abuchi reactivó la escuela del centro. Okpor-Nwankwo pasó 18 años en el corredor de la muerte y fue liberado en 2018. Ahora es propietario de una próspera tienda de ropa en Lagos. “Cuando me presenté ante las autoridades, pude demostrarles que estaba rehabilitado. Si no hubiera obtenido una calificación tan alta en los exámenes, aún seguiría en prisión”, explica este hombre de 47 años, que sigue anhelando estudiar Derecho, un plan que tuvo que posponer para levantar su negocio.
Muchos condenados a muerte permanecen encarcelados en Nigeria desde 2016, cuando las autoridades locales dejaron de firmar órdenes de ejecución, aunque la pena de muerte no se ha abolido. Un informe sobre derechos humanos del Departamento de Estado de EE UU publicado en 2023 destacaba el grave hacinamiento en las cárceles nigerianas, un 50% superior a su capacidad.
Benita Soemnaan Nawan, la actual directora de la escuela del centro penitenciario, afirma que no ha sido fácil animar a los reclusos para que aprovechen esta oportunidad. “Tenemos que convencerles de que recibir una educación formal es importante. Nunca es demasiado tarde”, explica durante una entrevista.
Tenemos que convencerles de que recibir una educación formal es importante. Nunca es demasiado tardeBenita Soemnaan Nawan, directora de la escuela de la prisión
La escuela desea convertirse ahora en un centro vinculado con la Universidad Nacional Abierta de Nigeria, a la que quiere acceder, por ejemplo, Andrew, el preso que desea estudiar Criminología. Con esta acreditación, los presos tendrían acceso a programas de licenciatura online. Pero el proceso ha sido una “tarea hercúlea” debido a la falta de ordenadores, señala Nawan. “Hemos escrito a varias organizaciones, ONG y particulares para conseguir financiación. Ahora mismo tenemos cinco ordenadores en funcionamiento y el requisito es un mínimo de 30. Hay presos que se graduaron de secundaria en 2016 y no han tenido la oportunidad de seguir estudiando”, explica.
La iniciativa educativa del Centro Penitenciario de Jos ha llamado la atención más allá de sus muros y ha habido ONG y organizaciones, como un grupo de escritores de Plateau, que han apoyado el programa y ya han recaudado los fondos necesarios para pagar las tasas de los exámenes de los reclusos. Pero se necesitan más fondos, insisten Nawan y Longdiem, el responsable de relaciones públicas de la prisión. Los desafíos más inmediatos son un laboratorio para enseñar ciencias, y ampliar su biblioteca para facilitar que sus alumnos sigan adelante en sus estudios.