El problema de las grandes ONG: poder, privilegio y falta de renovación
Deborah Doane, autora de un nuevo libro sobre cooperación, ofrece ideas de gobernanza para las organizaciones internacionales
Acaba de publicarse un libro que, con seguridad, será un parteaguas para las ONG a nivel internacional. Lo escribe además una voz autorizada llamada a hacerlo, Deborah Doane, quien, junto con sus colegas de RINGO - Colab y West Africa Civil Society Institute, ha liderado durante varios años el proceso más influyente a nivel global para demostrar que las ONGI (Organizaciones No Gubernamentales Internacionales) pueden cambiar sus prácticas, actualmente caducas e ineficientes. Lo han hecho junto con cientos de organizaciones sociales y ONGI, así que evidencia no les falta.
En realidad, los mensajes del libro, titulado The INGO Problem: Power, privilege, and renewal (”El problema de las ONGI: poder, privilegio y renovación”) no deberían sorprender a nadie, salvo a aquellos que han querido tapar el sol con un dedo en los últimos años. Es un hecho conocido en el sector, y lo insisten las organizaciones venezolanas o ucranianas, con el dolor que eso supone pues significa que las ONGI no están haciendo bien las cosas donde más se espera de ellas. Se ha creado incluso un movimiento global llamado #ShiftThePower [cambia el poder, en inglés] para abordar este mismo tema, y los influyentes movimientos sociales de América Latina también se han sumado al llamado a la descolonización de las ONGI. El mensaje es claro: están cansadas de sus prácticas, el excesivo poder de las ONGI y sus privilegios, como bien titula el libro.
Organizaciones indígenas, campesinas, de mujeres y jóvenes de todo el mundo no aceptan que las ONGI intenten definir sus prioridades, sus indicadores, que les pidan mil informes cuando no rinden cuentas, que se lleven todo el crédito y una parte desproporcionada de los recursos.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Deborah Doane lo narra en primera persona: ha sido la práctica habitual del sector durante más de dos décadas. A jóvenes occidentales, después de realizar un máster en desarrollo de un año, se nos hacía creer que ya sabíamos cómo resolver complejos problemas en países que desconocíamos. Ese ha sido el semillero de la cooperación durante demasiado tiempo, y tiene que cambiar ya.
A jóvenes occidentales, después de realizar un máster en desarrollo de un año, se nos hacía creer que ya sabíamos cómo resolver complejos problemas en países que desconocíamos
Entrevista a decenas de donantes, directores ejecutivos de ONGI y expertos. Todos ellos están en proceso de búsqueda de soluciones, que sí, incluyen reducir los recursos de las ONGI, que en el futuro serán más pequeñas y tendrán menos poder. El libro pone el énfasis en los órganos de gobierno, la injusta gestión de los riesgos que asumen especialmente las organizaciones nacionales, las estrategias de recaudación de recursos, el lenguaje y la cultura organizacional.
Las ONGI se mueven por prácticas coloniales, nos señala, y parten de un racismo estructural que ha cruzado toda su historia hasta la actualidad. No está sola en esta afirmación; también la influyente coordinadora de ONG del Reino Unido lo respalda, y es un consenso cada vez mayor que toca digerir para avanzar.
El libro revela verdades como templos: las ONGI mienten cuando dicen que acabarán con la pobreza o que son fundamentales para resolver X o Y problema. Su contribución suele ser, en gran parte de las ocasiones, limitada y con roles secundarios. Son las organizaciones nacionales las que realizan el 80% del trabajo y reciben el 20% de los recursos, nos dice.
Hay que moverse de la mirada del salvador (blanco) a la de acompañante. Las ONGI ni son ni deben tratar de ser las protagonistas en los procesos de cambio fuera de sus países; su rol es ser facilitadoras, conectoras o cocreadoras, cambiando sus funciones y estructuras.
Hay que moverse de la mirada del salvador (blanco) a la de acompañante
Este es un cambio sistémico, que requiere una reflexión que ya se está dando con donantes, con organizaciones sociales, entre ONGI y con expertos. Es ya imparable y cada una de las partes tiene una responsabilidad. Algunos países como Bélgica, Reino Unido o Estados Unidos llevan ya varios años en este camino, con algunas buenas experiencias como las de 11.11.11 o Peace Direct, que nos marcan la dirección. Care y Oxfam son las más comprometidas a nivel internacional, todas con contradicciones, pero demostrando que con voluntad es posible.
He echado de menos en el libro más referencias a ONGI de tamaño intermedio, no únicamente las grandes anglosajonas. Es comprensible por la procedencia de la autora, y estoy seguro de que mejorará en la edición en español que ojalá pronto esté a la venta. De todas maneras, es un libro que no nos marca el futuro, sino que nos describe un presente que ya está sucediendo. Como señala en el libro Barney Tallack [trabajador en ONG británicas e internacionales durante 30 años, y ahora consultor para el sector]: “Las ONGI tendrán que transformarse, morir bien o morir mal”. Es duro, pero es así.
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