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Casa Frida, un espacio seguro para migrantes LGBTIQ+ en México

Un refugio con sedes en la capital mexicana y en la frontera con Guatemala ofrece un hogar temporal para quienes huyen de la homofobia

Marta Saiz Julia Molins
Ciudad de México / Tapachula -
Casa Frida es una organización mexicana que ofrece refugio a migrantes LGTBIQ+ (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales). Uno de ellos es Juan (como el resto de protagonistas de este reportaje, no comparte su apellido por motivos de seguridad). Natural de Venezuela, luce en su pecho un tatuaje con el nombre de su pareja, Daniel, y una medalla con medio corazón que su madre le regaló cuando emprendió la ruta hacia Ecuador. Fue en ese país donde conoció a Daniel y a su hijo, con quienes llegó a Casa Frida en Ciudad de México una de las dos sedes de la ONG, que también tiene un centro en Tapachula (en la frontera con Guatemala). “Este proyecto nace por la convicción de luchar, defender la diversidad sexual y hacer visible la defensa de los derechos humanos y la búsqueda de espacios seguros”, afirma Lisbeth Suárez, directora del Programa de Protección Integral y Acompañamiento de este centro. Tras tres meses en el refugio, Juan y su pareja encontraron trabajo y vivienda en la capital mexicana, con el propósito siempre de cruzar la frontera norte. Cada día, a las 10 de la mañana, se conectaban a una aplicación para ver si les confirmaban su entrevista con Migración. Un mes después de dejar el refugio consiguieron la cita, y ahora viven en Estados Unidos. Julia Molins
El proyecto de Casa Frida, inaugurado en mayo de 2020, se llama así en honor a una mujer trans de Oaxaca ya fallecida. La organización, en la que trabajan unas 30 personas y que recibe financiación y donaciones de varias embajadas extranjeras, empresas privadas y ONG, ha ayudado a unas 1.700 personas desde su creación. Por ejemplo, a Leo y a su hija, fotografiadas el pasado mes de agosto. En 2012, esta mujer y su pareja fueron violadas por un grupo de miembros de una 'mara' en su casa de San Pedro Sula, en Honduras, donde vivían con la hija de Leo, de solo tres años, por ser lesbianas. Unos días más tarde, durante la noche, el mismo grupo disparó desde fuera de la vivienda. “Mi pareja resultó herida con cuatro impactos de bala en la pierna", narra Leo. "Había más de 70 impactos de bala en la casa”. Tuvieron que dejarlo todo y marcharse a Ceiba (norte de Honduras), donde intentaron empezar una nueva vida. Pero allí también sufrieron amenazas y hostigamientos, hasta que la pareja de Leo decidió marcharse a México “para rebajar la tensión”. Leo también acabó decidiéndose, tras la llamada de una madre del colegio: “Su hijo había escuchado que un marero pretendía violar a mi hija adolescente”. Con la niña, Leo llegó hace tres meses al refugio de Casa Frida en Tapachula (Chiapas), donde recibieron ayuda para tramitar su documentación y reunir de nuevo a la familia. Julia Molins
Oliver, natural de Ciudad de México, se identifica como un hombre bisexual al que le gusta llevar joyas, aretes, pulseras y collares. Cuando fue tomada esta fotografía de sus pertenencias, en septiembre de 2023, tenía 22 años y se había ido de casa pocos meses antes. “Todo empezó a raíz de la pandemia, durante la que comencé a compartir más tiempo en casa con mi familia. Ahí pude escuchar algunos comentarios homófobos”, recuerda. Cuando confesó su orientación sexual, la madre lo llevó a un psicólogo para hacer una terapia de conversión y lo obligó a ir con ella a la iglesia. Oliver incluso la sorprendió rezando en su habitación mientras dormía, pidiéndole a Dios que lo volviera heterosexual. “Cuando llevaba mis joyas, me giraba la cara y no me hablaba hasta que me las quitaba”. Un día le dijo que, si no cambiaba de forma de vestir, debía buscarse otro lugar donde vivir. Según datos del informe Los Rastros de la Violencia por Prejuicio, durante 2022 se registraron 87 muertes violentas de personas LGBTIQ+ en México, por motivos presuntamente relacionados con su orientación sexual o identidad y expresión de género. El mismo informe reconoce que la cifra real puede rozar los 200 homicidios. Julia Molins
En 2018, Óscar fue a una fiesta de cumpleaños a seis cuadras de su casa, cerca de la ciudad de Tegucigalpa, en Honduras. Allí conoció a un chico con el que sintió una gran conexión. Salieron a la calle, y, en el momento de besarse, les alcanzaron varias balas. Óscar sufrió daños en el corazón, los brazos, los pulmones, el hígado, la pelvis... "En el hospital pensaron que no sobreviviría", recuerda, mostrando sus cicatrices en agosto del año pasado. El supuesto agresor, un vecino, sigue libre, asegura. Tras varias semanas de recuperación, Óscar decidió que tenía que salir de su país. Meses atrás le habían atropellado deliberadamente junto a un grupo de amigos. “La policía me dijo que no denunciara, que el conductor era hijo de un alto mando”, subraya. A lo largo de su vida ha sufrido también maltratos, abusos sexuales, agresiones y humillaciones. En todo el mundo, 64 Estados miembro de la ONU todavía criminalizan las relaciones consensuadas entre personas adultas del mismo sexo, según la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex. Y 11 países condenan la homosexualidad con la pena de muerte. Julia Molins
Itzanami y Juan, en la imagen, compartían habitación en el refugio Casa Frida. Cuando fue tomada la foto, en julio de 2023, Juan estaba a punto de mudarse a un apartamento. Itzanami, por su parte, es del Estado mexicano de Guanajuato y se identifica como una mujer trans bisexual. Asegura que sufrió un intento de asesinato por parte de un hombre que la maltrataba, y que a pesar de denunciar el agresor no fue a prisión y siguió acosándola. Tuvo que huir y pedir refugio en Casa Frida. Según varias organizaciones como Amnistía Internacional, la vida de las personas de la comunidad LGBTIQ+ corre peligro en multitud de países, especialmente la de las personas trans: entre 2008 y septiembre de 2022 fueron asesinadas 4.369 personas trans en todo el mundo. América Latina y el Caribe fueron las regiones con mayor número de asesinatos registrados. Unas cifras que, según el Observatorio de Personas Trans Asesinadas, reflejan tan solo “la punta del iceberg” de esta violencia.
Un córdoba, moneda nicaragüense, y un anillo son los dos objetos que Jhonny, de 26 años, llevó durante su ruta migratoria, desde su ciudad en Nicaragua hasta la frontera sur de México. “Son mis amuletos, me protegen. La moneda tiene un arcoíris, que es lo que me da fuerzas para continuar. El anillo me lo regaló mi sobrina”. Jhonny cuenta que, cuando su hermano lo violó, decidió huir. Sin el apoyo de su familia, que también lo maltrataba por su orientación sexual, trabajó durante unos meses para ahorrar dinero y salir del país. “Cuando ocurrió ese último incidente [la violación] estuve ingresado en el hospital 15 días sin poder ir al baño. Mi familia no fue ni a visitarme. Iba a presentar mi tesis de final de carrera, pero perdí la oportunidad”. Cuando habla del futuro, le brillan los ojos. Tiene la ilusión de revalidar sus estudios de Trabajo Social y trabajar con organizaciones sociales. La foto fue tomada en agosto de 2023.Julia Molins
El teléfono de Jorge (camiseta azul) está lleno de fotografías con su novio Kevin. Se conocieron en Ecuador, donde Jorge había migrado tiempo atrás desde Venezuela. Salieron del país debido a las extorsiones que recibían en el barrio donde alquilaban un apartamento. “Por nuestra identidad y por ser extranjeros”, subrayan. Consiguieron llegar hasta la frontera con Estados Unidos. “Nos dijeron que no había necesidad de una cita con Migración, que a las parejas homosexuales les arreglaban los papeles para pasar al otro lado. Pero era mentira”, lamenta Jorge. Se les acabó el dinero —desde su salida de Ecuador, cada uno se había gastado cerca de 4.500 euros, comiendo solo una vez al día para ahorrar— y fueron detenidos. A Jorge lo deportaron a la frontera sur, entregándole un papel con una supuesta entrevista que, afirma, no tuvo lugar, y con una prohibición de entrada de cinco años a EE UU. Kevin seguía detenido cuando fue tomada esta foto, el pasado agosto. Jorge intentó subir de nuevo a lomos del tren conocido como La Bestia, pero la policía lo volvió a detener y a enviar a Tapachula, donde pidió refugio en Casa Frida. Julia Molins
Quetzali, de 21 años y natural del Estado mexicano de Jalisco, mira a cámara el pasado mes de julio desde su habitación del refugio en Ciudad de México, maquillada con la paleta de pinturas que le regaló su hermana. Quetzali regresó a casa de sus padres pocos meses ante, pero allí se sintió limitada para vestir y expresarse. Un día, recuerda, su padre la encontró por la calle maquillada y la echó de casa. Sin saber muy bien hacia dónde ir, Quetzali pidió ayuda a una conocida y esta la mandó a un refugio en Ciudad de México para personas en situación de calle. “Allí no me sentí segura, la mayoría eran hombres”, señala. Pidió ayuda a Casa Frida, adonde llegó en julio de 2023. Empezó a trabajar como teleoperadora y logró encontrar un lugar para vivir. “Para mí, Casa Frida ha sido muy importante. Me han ayudado psicológicamente, en la búsqueda de empleo… Siempre voy a llevarla en mi corazón”. Julia Molins