El cambio climático hace estragos en Camerún
Con tierras que se adentran el Sahel por el norte, bosque tropical en el centro y costa en el suroeste, el país africano está cada vez más acorralado por la desertificación, las inundaciones catastróficas y la subida del nivel del mar, afectando desproporcionadamente a la población más desfavorecida
Camerún está particularmente expuesto al cambio climático: sus territorios por el norte se adentran en el Sahel y están cada vez más afectados por la desertificación, mientras que las zonas costeras por el suroeste están amenazadas por el aumento del nivel del mar. Según el Observatorio Nacional del Cambio Climático (ONACC por sus siglas en francés), la situación geográfica del país hace que se encuentre “muy expuesto” a peligros relacionados con el clima como sequías, inundaciones en sus ciudades tropicales, los efectos del fenómeno El Niño en todo el país, y los monzones y la subida del agua en el litoral. “Todo ello ha provocado una alteración del patrón y la distribución de las precipitaciones en todo Camerún, fenómenos extremos recurrentes como olas de calor, aumento de las temperaturas, sucesión de noches cálidas y frías, inundaciones repentinas, y las consecuencias que todo ello conlleva”, explica Patrick Forghab Mbomba, director general adjunto de la ONACC.
Varios episodios recientes dan cuenta de esta vulnerabilidad. Por primera vez en más de un siglo, el lecho de la presa en lo alto de la colina en la que se asienta Mbankolo, en Yaundé (al suroeste del país, pero alejada de la costa), está lleno de lodo húmedo en lugar de agua. Los pájaros pían mientras trabajan en sus nidos, en las retorcidas ramas de los árboles de este paisaje desolado. Las prolongadas e intensas lluvias caídas en la capital camerunesa el pasado 8 de octubre provocaron la rotura del dique de la cuenca de captación, de unos 700 metros cuadrados, liberando sus aguas río abajo, mezcladas con lodo y rocas. Arrasaron todo a su paso, incluido medio centenar de viviendas precariamente construidas a base de madera, ladrillos de adobe y láminas de metal. El número oficial de víctimas mortales asciende a 30, pero los residentes insisten en que son muchas más. Varias decenas de personas sufrieron heridas de diversa consideración y cerca de 60 familias se han visto afectadas. “Llegó como una bomba atómica”, recuerda Jean Ambassa, de 24 años, que presenció la catástrofe desde su casa. ”Vi cómo la violenta corriente de agua se llevaba por delante casas y vidas. Parecía una película”.
El dique, construido por los alemanes durante la época colonial (1884-1915), cedió a las lluvias torrenciales que azotaron la capital camerunesa, unidas a la falta de mantenimiento. Varios expertos en cambio climático insisten en que el corrimiento de tierra se podía haber evitado. En su boletín del 1 de octubre, el ONACC dio la voz de alarma sobre la inminente llegada de las precipitaciones extremas a Yaundé entre el 8 y el 10 de octubre, y alertó de un “riesgo muy alto” de inundaciones.
Fabian Mebara, de 49 años, era el único de su familia que estaba en la zona cuando se produjo la catástrofe. “La corriente de agua me arrastró más de 150 metros. Me agarré al tronco de un árbol”, recuerda. “Mi casa ha quedado arrasada. Lo he perdido todo: televisor, ollas, bombona de gas, cama, teléfono, dinero... La ropa que llevo puesta es lo único que me queda”.
”Vi cómo la violenta corriente de agua se llevaba por delante casas y vidas. Parecía una película”Jean Ambassa, vecino de Yaundé
Yaundé, apodada “la ciudad de las siete colinas”, está dominada por un relieve generalmente ondulado, jalonado por un buen número de valles que pueden llegar hasta los 700 metros de altura. Según los expertos en clima consultados, estas características de la ciudad en la que viven 4,5 millones de habitantes la exponen en gran medida a movimientos de tierra de todo tipo. “Investigadores y geógrafos cameruneses recomendaron recientemente que se hiciera algo para detener el continuo asentamiento humano en las laderas”, declara Forghab Mbomba. Debido al cambio climático, cada vez se observa más variabilidad de las precipitaciones en la región suroeste en la que se enclava Yaundé y la ciudad no está preparada para canalizar el exceso de agua, lo que provoca inundaciones y corrimientos de tierra. Durante la estación de lluvias se producen estos episodios casi semanalmente, en la capital y otras partes del país.
Muchas veces, las consecuencias son fatales. Al menos 14 personas murieron el pasado noviembre tras derrumbarse un terraplén en el barrio de Damas de Youndé. En 2019, un deslizamiento de tierra arrasó una docena de endebles viviendas construidas en la ladera de una colina en la región occidental de Camerún, causando al menos 43 muertes.
“Es evidente que la aparición recurrente de estos peligros es una consecuencia del cambio climático global que se manifiesta localmente”, explica el experto. “Aunque la gravedad y el grado de los daños causados dependen en gran medida de la naturaleza y el tipo de actividades humanas que se llevan a cabo en la zona afectada, del diseño y la planificación de las ciudades, del uso general del suelo, del nivel de concienciación sobre el cambio climático y del grado de preparación”.
Sube el mar, se degrada la tierra
Según un informe de situación del Programa de la ONU de Medio Ambiente (PNUMA), el cambio climático afecta a más del 70% de la población de Camerún (27,2 millones de habitantes) cuyo sustento depende directamente de la agricultura, actividad que representa el 17% del PIB del país. El impacto socioeconómico se ceba con las mujeres, que representan el 75% de los trabajadores en el sector agrícola informal y son las principales responsables de los hogares, indican los autores.
Para un país que depende en gran medida de los recursos naturales y la agricultura, el cambio climático es “una amenaza inminente para el desarrollo”, anota el Banco Mundial. Los bosques tropicales, que cubren casi el 40% del país, proporcionan a unos ocho millones de habitantes de las zonas rurales alimentos básicos, medicinas, combustible y material de construcción. Pero los cambios de temperatura, las lluvias y las sequías probablemente afectarán estos ecosistemas, poniendo a la población rural en mayor riesgo de sufrir más pobreza, señala el organismo. En las condiciones climáticas actuales, alrededor de dos millones de los 27 millones de habitantes de Camerún viven en zonas afectadas por la sequía, y alrededor del 8% del PIB del país es vulnerable, resume el PNUMA.
En los 470 kilómetros de costa atlántica de Camerún, al sureste, el impacto tiene que ver con la subida del nivel del mar, la erosión de las costas, los lodazales y las enormes olas que arrancan manglares y cocoteros. Las comunidades costeras afectadas, entre ellas Duala (ciudad considerada el centro económico del país), utilizan como rompeolas sacos de arena, vallas y troncos que no han servido de mucho.
“ Hoy en Camerún hay numerosos ejemplos lamentables de incursión del mar en la costa, lo que se traduce en la destrucción de embarcaderos, playas y viviendas, explica Isaac Njilah Konfor, experto en aguas subterráneas y profesor asociado de Geología de la Universidad de Yaundé. Lo peor, advierte, está aún está por llegar a la costa camerunesa si no se toman “medidas inmediatas”. “Las inundaciones en Duala —muy destructivas y frecuentes—, aunque se atribuyen a la urbanización deficiente, están muy vinculadas también al aumento del nivel del mar”, explica. “La playa que hace 30 años estaba a más de 100 metros de la autopista de Kribi [al sur] amenaza ahora el alquitrán de la carretera. Según mis cálculos, la carretera que une Kribi con el resto del mundo quedará cortada en los próximos dos años”.
Además de amenazar o destruir restaurantes y casas, el gran tamaño de las olas ha provocado ahogamientos y afectado a las actividades pesqueras. Dos pescadores fallecieron en al agua en una playa de Kribi el 9 de octubre. Y media docena más de pescadores perdieron la vida como consecuencia de las violentas corrientes marinas en agosto. “Las olas eran tan fuertes en agosto que rebasaban la playa y atravesaban la carretera cercana”, cuenta Ida Kwedi, de 62 años y residente en Kribi. Esta madre de cuatro hijos, que lleva 30 años vendiendo pescado, explica que los peces “escasean” cuando sube el nivel del mar. “Las corrientes de agua los ahuyentan. Ahora que el mar se ha retirado, tenemos peces”, dice. Ambassa Pierre, pescador de la zona, afirma que nunca se habían visto olas tan fuertes en Kribi en los últimos 10 años. “Pasamos hasta un mes sin peces por la subida del nivel del mar”, recuerda.
El sector de la pesca emplea a más de 240.000 pescadores artesanales y vendedoras en Camerún, y contribuye con el 3% del PIB.
Camerún debe anticiparse al calentamiento global, adoptando las medidas para mitigar la producción de gases de efecto invernaderoEvina Lydie, profesora de la Universidad de Yaundé
Evina Lydie, experta en dinámica y riesgos medioambientales y profesora de la Universidad de Yaundé, coincide en que las olas del mar en la costa atlántica camerunesa se han vuelto “cada vez más violentas” y atacan la tierra hasta el punto de que los habitantes de la zona están “perdiendo algunos terrenos agrícolas”. “Los residentes calculan esta disminución en cerca de un metro por año, por lo que el riesgo en los próximos años podría ser sumamente catastrófico y hacer que alguna parcelas desaparezcan por completo”, explica.
Para Lydie, proteger la costa de un desastre inminente pasaría por “desalojar a los residentes de este entorno de riesgo, prohibir la construcción en estos lugares frágiles y, hacer que se cumplan la ley y las disposiciones de ordenación del litoral sin permisividad y sin favoritismos”. Y agrega: “Camerún debe anticiparse al calentamiento global, adoptando las medidas para mitigar la producción de gases de efecto invernadero”.
Por su parte, Njilah recomienda tres medidas a corto plazo para evitar la erosión marina en la costa atlántica de Camerún. En primer lugar, sugiere que se construyan largas estructuras de piedra, acero, hormigón o madera paralelas a la playa. “El ayuntamiento de Kribi lo ha intentado, pero no avanza porque el coste es enorme si se tienen en cuenta cuántos kilómetros de costa están afectados”, explica. La segunda medida, según el experto en aguas subterráneas, requerirá la construcción de diques. . Y prescribe la plantación de vegetación a lo largo de las zonas costeras. “Las raíces de las plantas anclarán la arena, impidiendo que sea arrastrada”.
En cuanto a las medidas para prevenir la erosión costera a largo plazo, afirma que deben llevarse a cabo detallados estudios históricos y recientes en toda la costa para identificar y cartografiar las zonas más castigadas y propensas a sufrir incursiones del mar. También cree que “la sensibilización, la formación de comités locales de gestión de catástrofes y la dotación de herramientas sencillas para hacer frente a las inundaciones y los corrimientos de tierra antes de la intervención de organismos nacionales o internacionales” podrían cambiar las reglas del juego.
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