Cocinas menos contaminantes que se pagan salvando bosques
Cuatro millones de personas mueren cada año por enfermedades relacionadas con el uso de madera o carbón en casa. Algunas empresas empiezan a usar créditos de carbono para financiar nuevas ollas eficientes
Bernard Okaal enseña orgulloso sus tres ollas eléctricas: en una cocina té con leche; en otra, alubias; y en otra, un guiso de tripas. “Antes se llenaba todo de humo”, recuerda, removiendo por turnos, en su negocio de comidas en Kiambu, una localidad a 14 kilómetros de la capital de Kenia. Por unos 120 chelines kenianos (algo menos de 80 céntimos de euro), hay alubias, repollo y chapati (un tipo de pan indio). Y aire fresco. Lo mejor es el aire fresco, dice. Después, claro, del dinero.
Okaal, de 50 años, fue despedido de su trabajo de chef en un hotel durante la pandemia, y se tuvo que buscar la vida abriendo este negocio en el que emplea a tres personas y prepara medio centenar de menús al día. El año pasado compró la primera olla eléctrica de Burn, una empresa que produce sistemas de cocina menos contaminantes y más eficientes. “Antes pagaba unos 1.300 chelines (casi 8,5 euros) en gas para cocinar todo un día. Ahora pago unos 500 en total (unos 3,25) por usar las ollas y el frigorífico”, dice de memoria. También ha recortado el tiempo de cocción, asegura, en comparación con los clásicos sistemas de cocinar encima de un hornillo o de piedras, muy poco eficientes. Tan entusiasmado está Okaal que ya ha comprado dos ollas eléctricas con Burn, cada una a unos 12.000 chelines (unos 76 euros) que ha pagado en plazos pequeños, apenas tres euros a la semana.
Las ollas en realidad cuestan mucho más, explica Chris McKinney, director comercial de la empresa, pero esta y otras compañías están consiguiendo rebajar los precios usando una nueva herramienta: los bonos o créditos de carbono. Con este sistema, un país o una comunidad se compromete a preservar bosques estratégicos para la crisis climática a cambio de financiación de empresas o países que quieren compensar sus emisiones de carbono. El sistema recibe a menudo críticas del ecologismo por blanqueo del uso de combustibles fósiles y por la falta de rigor en los proyectos que se financian. Pero, gracias a él, sostiene McKinney, ollas como las de Burn pueden pasar de 40 o 50 dólares (de 38 a 48 euros) a seis. Una diferencia enorme en un país en el que el salario mínimo es de 15.120 chelines (aproximadamente 97 euros) al mes. Y lo más curioso del sistema es que, cuanto más se usa una de estas cocinas, más créditos de carbono se generan. Algunas compañías barajan incluso empezar a pagar a los usuarios por utilizar cocinas verdes.
La cocina es un gravísimo problema de salud en Kenia y en gran parte del resto del globo. Unos 2.400 millones de personas en el mundo cocinan usando sistemas “ineficientes”, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2022: ollas sobre tres piedras, con fuego alimentado por carbón, madera o queroseno. Para el cambio climático, la cocina con madera y carbón supone un enorme problema, porque genera más o menos el 2% de todas las emisiones planetarias: más que la industria de la aviación. Pero también contamina el aire, lo que causa enfermedades que matan a cuatro millones de personas al año, según datos de Clean Cooking Alliance. “Los niños son especialmente vulnerables”, subraya por teléfono Amy Wickham, especialista en clima de Unicef, citando un informe de la ONU. “Respiran el doble de rápido que los adultos, tienen sistemas inmunes más débiles, cerebros en desarrollo... El humo en casa afecta al corazón y a los pulmones, pero también sufren daños cognitivos”, puntualiza.
La cocina tradicional supone más problemas, como los accidentes domésticos —a menudo las ollas al fuego no son muy estables—; o que, en zonas rurales inseguras, las mujeres tengan que salir a diario a recoger leña, exponiéndose al peligro. Además de que este tipo de cocina consume muchísimo tiempo: las mujeres y los niños en países en el Sur global pasan de media 20 horas a la semana recogiendo material para el fuego, de acuerdo con la misma organización.
“En África, porque la población crece más rápido que los avances en ‘clean cooking’ (cocina limpia)”Caroline Ochieng, experta de Sustainable Energy for All
África tiene un reto especialmente grande con la cocina. “El problema se agrava aquí, en vez de mejorar, porque la población crece más rápido que los avances en clean cooking (cocina limpia)”, explica Caroline Ochieng, experta de Sustainable Energy for All, una organización socia de Naciones Unidas y de varios gobiernos europeos. “El mayor reto es la financiación, porque no se puede depender exclusivamente del sector privado. La mayoría de la población que se beneficiaría es pobre o viven en sitios remotos, o sea, no son el objetivo principal de una empresa”. Acabar con la pobreza en el ámbito de la cocina y pasarse a métodos menos contaminantes en todo el mundo requeriría una inversión de 7.400 millones de dólares al año (casi 7.000 millones de euros), señala Wickham, de Unicef, citando un informe de la ONU.
“Soy optimista”, dice, por el contrario, Kip Patrick, director sénior de comunicación de Clean Cooking Alliance. “En los 10 años que llevo trabajando en este sector, nunca había visto tanta gente hablando de priorizar la cocina limpia”. Patrick destaca que el Gobierno keniano acaba de anunciar un equipo dedicado específicamente al clean cooking. El Gobierno del presidente William Ruto se ha puesto como reto llegar al 100% de cocina limpia en 2028, para lo que apuesta sobre todo por el gas licuado del petróleo (GLP). Pero el GLP a menudo tiene un precio inalcanzable para los consumidores de menos recursos, al contrario que el carbón o el queroseno, que se pueden comprar al día en muy pequeñas cantidades, explica Jon Leary, investigador de Modern Energy Cooking Services (MECS), un programa para la transformación de la cocina financiado por el Gobierno del Reino Unido.
Ahí entra otro sistema que cada vez se extiende más en distintos países africanos, el pay as you cook (paga por lo que cocinas): comprar solo el gas que uno necesite (y pueda permitirse) para el día. El sistema también se usa en la cocina eléctrica, que todavía es muy minoritaria, pero que supone grandes ahorros para la economía doméstica. “La electricidad suele percibirse como mucho más cara que otras fuentes de energía, pero es porque se suelen usar electrodomésticos baratos y muy poco eficientes”, detalla Leary. “También se encuentra con el problema de que las ollas a presión eléctricas o las cocinas de inducción tienen un coste de entrada mucho más alto, a pesar de ser mucho más baratas a largo plazo”. El pago a pequeños plazos semanales o mensuales puede ayudar a superar esos temores. Bernard Okaal, el cocinero de Kiambu, ya planea comprarse otra olla en cuanto acabe de pagar su deuda.
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