África celebra su primera cumbre climática en busca de soluciones propias
La reunión de Nairobi trata de construir un frente común antes de la COP28 de noviembre en Dubái
Discurso tras discurso, conversación tras conversación, el mensaje de la Cumbre Africana del Clima es consistente: África toma la palabra. África tiene que liderar la lucha contra el cambio climático. Occidente no puede seguir imponiendo soluciones a este continente. Soluciones africanas para problemas africanos. “Es necesaria una llamada a la cooperación y a la solidaridad de los países africanos”, explica a este diario por mensaje el exvicepresidente de Nigeria Yemi Osinbajo. “No podemos ponernos en acción contra el cambio climático con políticas insulares”, declaró este martes el presidente de Kenia, William Ruto. “El calentamiento global no se mitiga con aire acondicionado en nuestros pequeños rincones del mundo”.
La veintena de jefes de Estado y Gobierno que participan en esta, la primera cumbre del clima africana de la historia, celebrada en Nairobi de lunes a miércoles, busca forjar un frente unido en la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) de noviembre en Emiratos Árabes Unidos. Quieren soluciones y financiación tangibles, que no se conviertan en humo. La anterior COP, en Egipto en 2022, acabó con un acuerdo para crear un fondo con el que los países más vulnerables puedan hacer frente a las pérdidas y daños del calentamiento global, pero sin precisar ni quién exactamente lo financiará, ni en qué proporción, ni cómo se distribuirá.
Las soluciones, insisten varios expertos, tienen que venir de África. Osinbajo, el exvicepresidente nigeriano, que asiste como asesor de organizaciones medioambientales a la cumbre, da ejemplos de políticas locales que en los últimos tiempos han probado su efectividad, como el proyecto eólico del lago Turkana (Kenia) que, asegura, reduce emisiones al tiempo que provee de energía a las comunidades rurales, o la iniciativa de la Gran Muralla Verde, que regenera tierras degradadas con plantaciones que mejoran la fertilidad del suelo.
“Cuando estás sentado, por ejemplo, en Madrid, tus realidades vividas son fundamentalmente diferentes a las de una persona en Lagos”, subraya un participante en la cumbre, Murefu Barasa, fundador de la consultora africana EED Advisory. “Tenemos que asegurarnos de que no solo estamos hablando, sino teniendo las conversaciones adecuadas. Podemos hablar de metas futuristas como la movilidad eléctrica, el hidrógeno verde... pero sin olvidar que en el África subsahariana en la mayoría de casas se sigue cocinando quemando carbón o leña”. Otra propuesta llegada de Occidente, la del presidente francés, Emmanuel Macron —tras la reunión que organizó con líderes de países en desarrollo en junio—, de imponer nuevos impuestos al transporte aéreo y marítimo internacional, plantea asimismo dudas para Barasa: “Habría que asegurarse de que el remedio no es peor que la enfermedad, de que no perjudica a mercados en África como el turismo, las flores [Kenia es el principal exportador de flores para la Unión Europea] y otras fuentes de divisas”.
El fondo acordado en la cumbre climática de 2022, que se acabará de definir, previsiblemente, en la próxima edición de la COP, resulta vital para un continente azotado por la crisis climática. A pesar de que África contribuye al calentamiento global solo entre el 2% y el 3% de las emisiones totales del mundo, según Naciones Unidas, es la región más vulnerable a los desastres naturales producidos por el cambio climático. El informe del estado del clima de 2022, de la Organización Meteorológica Mundial, muestra un aceleramiento alarmante de la subida de las temperaturas en el continente y alerta de que la financiación para adaptarse a la nueva realidad climática supone por ahora una “gota en el océano” de las necesidades. Más de 110 millones de personas en el continente se vieron directamente afectadas por cuestiones relacionadas con el clima el año pasado, según el mismo informe. Países como Etiopía, Kenia y Somalia experimentan la peor sequía en cuatro décadas, y el ciclón Freddy dejó en marzo decenas de miles de desplazados en Mozambique y Malaui.
Dejar de ser víctimas
África pierde cada año entre el 5% y el 15% de crecimiento de su Producto Interior Bruto debido a los efectos del cambio climático, según el presidente de Kenia. Pero el continente no quiere ser solo una víctima de esta crisis, insisten los organizadores. “Nuestras fortalezas sobrepasan nuestras debilidades y nuestro potencial para contribuir positivamente al mundo supera con creces nuestra necesidad de asistencia”, señaló Ruto en su discurso de inauguración. El continente contiene, recordó el líder keniano, grandes depósitos de recursos naturales (como el cobalto) que son necesarios para la transición a las energías renovables en todo el mundo.
Este potencial está hoy en día desaprovechado. África tiene una media de 300 días de sol al año, pero solo contiene el 2% de las instalaciones de generación de energía solar, según Osinbajo. También hay “un potencial ilimitado” en energía hidroeléctrica, eólica o geotérmica, según el Banco Africano de Desarrollo. Mientras tanto, 600 millones de personas (más del 40% de la población) ni siquiera tienen acceso a energía. “Los países africanos tienen que ser verdes antes de industrializarse, y no al revés, como hicieron otros países que pudieron darse ese lujo”, subrayó Ruto en la cumbre.
Está por ver qué soluciones tangibles salen de esta cumbre, organizada conjuntamente por el Gobierno de Kenia y la Unión Africana (UA). Una de las propuestas concretas ya ha salido del presidente Ruto, que apuesta por los créditos de carbono. Los Emiratos Árabes Unidos se comprometieron este lunes a la compra de 450 millones de dólares del mercado de créditos de carbono africano, una polémica herramienta contra el cambio climático que consiste en la compra por parte de empresas contaminantes de carbono absorbido por bosques en cualquier parte del mundo. Muchos activistas consideran estas compras una forma de neocolonialismo y cuestionan los métodos que usan algunas de estas empresas, como en el caso de Kenia, donde denuncian que ciertos proyectos de conservación resultaron en la expulsión de pastores de las tierras donde se ganan el pan.
A pesar de que el mensaje de esta cumbre se centra en responder a la emergencia climática de África desde África, el evento ha sufrido críticas por exceso de influencia de actores de Occidente. “Pensábamos que esta cumbre podría prepararnos para llegar a la COP de Dubái como un frente unido”, dice Maimuna Kabatesi, jefa de programas de la ONG panafricana Voices for Climate Action. En su opinión, no ha sido así. Ella, como otros activistas participantes, critica la falta de participación de comunidades indígenas y de miembros de la sociedad civil en esta reunión. “Deniegan la entrada a miembros de la sociedad civil en África y priorizan la participación del sector privado de Europa o Estados Unidos. No es una cumbre centrada en la gente, sino en los beneficios económicos”, dice Kabatesi.
Otros mantienen la esperanza. “Somos una especie de experimento”, opinaba este lunes Grace Oluchi, hija de una granjera en Costa de Marfil que nota con sus propias manos “cómo la calidad de la tierra ha cambiado” y que ha cofundado con un amigo una pequeña ONG llamada Climate Action Africa. “Tenemos que enseñarle al mundo cómo es posible desarrollarse sin destrozar el planeta”.
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