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La escuela que une la música clásica con los instrumentos tradicionales en Burkina Faso

En un país con más de dos millones de desplazados y dos golpes de Estado en menos de un año, los jóvenes músicos de un pequeño colegio, donde violines y chelos dialogan con koras, percusiones y balafones, se preparan para los conciertos de Navidad

Fotografía: Juan Luis Rod Texto: Mar Pozuelo Castillo
Ouagadougou, Burkina Faso -
Una de las siete alumnas de clases de guitarra, con edades entre 9 y 15 años. El profesor de guitarra, Pascal, tiene 16 años y es un antiguo alumno de la escuela.  En las culturas de tradición oral, como es el caso de Burkina Faso, en África del Oeste, la música y la danza están presentes en todos los rituales y momentos clave de la vida: como manifestación de lo profano o de lo sagrado, para vehicular mensajes sociopolíticos, históricos o amorosos, durante las cosechas, los ritos de iniciación o los encuentros sociales. En Burkina Faso existen alrededor de 60 grupos étnicos con diferentes tipos de instrumentos y melodías, constituyendo un rico elenco de expresión cultural. A este país, situado en el corazón de la franja del Sahel, llegó María Behrens, una violinista alemana hace 10 años y creó la Asociación Musical para los Niños del Mundo (AMEM), la primera escuela donde los instrumentos de cuerda clásicos flirtean con los instrumentos tradicionales del país. Juan Luis Rod
Un grupo de alumnos recibe clases de trompeta, trombón y tuba. En el país, hay muy pocos lugares donde se pueda estudiar música con instrumentos clásicos. Su docencia se impartía primero por la iglesia católica durante la colonización y se extendió a la enseñanza pública en 1960. Las clases de música son obligatorias en algunos colegios religiosos, pero los centros educativos públicos de primaria y secundaria no imparten ningún tipo de enseñanza musical. Mientras, la difusión de contenidos sobre música patrimonial se realiza únicamente para formaciones ligadas a la recuperación y mantenimiento del patrimonio musical tradicional del país, como consecuencia de la presión de organizaciones culturales que promocionan los cantos y danzas ancestrales.Juan Luis Rod
Los instrumentos tradicionales africanos, como la kora en la imagen, conviven con los instrumentos que vienen de Occidente. “Promocionar la cultura africana forma parte del programa de la escuela. Además, el sonido de la kora se mezcla bien con el violín", explica Behrens. En Burkina Faso, como en otros países de África, la música tradicional se transmite oralmente, a menudo en el seno de una familia, de padres y madres a hijos e hijas. Las músicas ancestrales no nacieron para tocarse en un escenario, sino para acompañar diferentes momentos y espacios de la vida, como melodías de divertimento, para eventos sociales, para facilitar el trabajo y el esfuerzo colectivo o para rituales.Juan Luis Rod
En esta escuela se aplica el método de aprendizaje de transmisión oral y generacional de Burkina Faso, por eso, las alumnas que tienen más experiencia y que acumulan años de clases de violín en el colegio transmiten sus conocimientos a los más pequeños.Juan Luis Rod
Sadia, de 16 años, empezó tocando el ukulélé, luego el violín y ahora el chelo. Resulta muy excepcional encontrar un chelo en Burkina, como pasa con el violín. “En nuestra orquesta, nueve niños y niñas entre 12 y 16 años han aprendido a tocar el chelo y esto enriquece los sonidos del violín, el ukulele, la guitarra, el bajo, la percusión africana y el balafón", explica Behrens. Actualmente, hay 6 alumnos y alumnas de violonchelo en tres niveles diferentes. La alumna más experimentada, Amsétou, da clases a los que empiezan.     Uno de los grandes retos de la escuela es la conservación y mantenimiento de los instrumentos. El clima de Burkina Faso se caracteriza por dos estaciones, una seca en la que se pueden alcanzar temperaturas de hasta 47 grados, y otra húmeda, con abundantes lluvias durante meses, que provocan a menudo inundaciones. Durante la época seca, además, sopla el harmattan, viento del Sahara que transporta arena del desierto. Estos cambios extremos de temperatura afectan a los instrumentos de madera, la humedad tiene efectos negativos en las piezas de cuero y la arena del desierto se introduce en el mecanismo de los pianos eléctricos, produciendo daños.  Juan Luis Rod
Un grupo de niños y niñas toca dos de los ocho pianos eléctricos con los que cuenta la escuela. Durante las clases, los alumnos aprenden a acompañar a los violinistas. Para Behrens, es muy importante que puedan tocar juntos: “No se trata de que cada uno aprenda a tocar de forma individual, sino de crear unidos y mezclar los instrumentos, de aprender a escuchar, de vivir la experiencia como grupo”, dice.    En sus inicios, la escuela empezó a funcionar en un local de dos habitaciones, con un pequeño grupo sentado en el suelo, porque no había muebles. Tenían cinco violines, cinco ukeleles y un piano. Cuatro años después, hay más de 60 alumnos y cuentan con 50 violines, 15 violonchelos, 20 guitarras, 15 ukeleles, ocho pianos y otros instrumentos como clarinetes, trombones, trompetas, koras, balafones y percusión.Juan Luis Rod
Ima (a la izquierda) ha aprendido a tocar el violín, y Florence, el ukelele; las dos tienen 15 años y ya tocan varios instrumentos. “Queremos que nuestros alumnos descubran y experimenten diferentes instrumentos, como parte de su ciclo de aprendizaje”, comenta Behrens.     El centro recibe con frecuencia a músicos estudiantes que vienen de Europa y que pasan unas semanas impartiendo clases como voluntarios. Pero la pandemia y la situación de inseguridad e inestabilidad política ha limitado este apoyo.Juan Luis Rod
Varios niños de la AMEM llegan al centro antes de empezar las clases para pasar tiempo en la biblioteca. Para ellos, ese espacio constituye una oportunidad para descubrir la lectura, aprender y divertirse. Behrens concreta que todos los libros, tebeos y documentos con los que cuenta la escuela son resultado de donaciones.Juan Luis Rod
En la foto, el grupo de los más pequeños. A partir de los cuatro años y hasta los seis, las clases se centran en actividades de cuentacuentos, lectura, ética y aprendizaje del inglés. Solo después de cursar todas estas, los niños pueden elegir su instrumento.    A largo plazo, Behrens quisiera construir su propio colegio para que siga funcionando, incluso si ella se marcha de Burkina Faso. “Mi preocupación más importante ahora mismo es comprar un terreno para construir una nueva escuela. Ahora dependemos del alquiler y el sitio en el que estamos es demasiado pequeño”. Y explica que este espacio sería además, un centro cultural, con salas para las clases, ensayos, conciertos, un estudio de grabación y una cocina. Su anhelo, confiesa Behrens, es que los alumnos del centro se conviertan en sus futuros profesores.Juan Luis Rod
Los alumnos que eligen los instrumentos de viento empiezan con la flauta de pico y luego van subiendo el nivel hasta abarcar otros instrumentos, como el clarinete. “El sonido del clarinete aporta unos colores musicales muy poco frecuentes en la música del país. Ahora estamos integrándolo en las composiciones de la escuela", señala Behrens. La lectura de partituras es parte de las clases de música, pero se enseña solo cuando los alumnos ya han aprendido a tocar un instrumento. “Primero nos concentramos en tener una buena posición y relación con el instrumento, en cómo poner los dedos, en tocar lo más libremente posible. Y en cuanto han ganado nivel les enseñamos a leer las partituras”, explica la violista.Juan Luis Rod
Dos pequeños aprenden a tocar una melodía con la flauta de pico. Las canciones con las que practican los alumnos han sido adaptadas por Behrens, quien también dirige la orquesta, organiza los conciertos, recibe y supervisa a los nuevos alumnos, y se ocupa de buscar fondos a través de proyectos y socios colaboradores en Europa. La escuela atraviesa muchas dificultades, sobre todo financieras. Su fundadora cuenta que el 95% de los alumnos vienen de familias pobres y que muchos de ellos ni siquiera pueden ir al colegio por falta de medios. “Hoy en día solo cinco niños pagan las clases; dependemos de las donaciones y los apadrinamientos. Algunas de las primeras alumnas que empezaron en la escuela ahora son profesoras de los más pequeños y con eso financian sus estudios”, lamenta.Juan Luis Rod
Varios de los alumnos de la AMEM se desplazan desde barrios lejanos a la escuela, algunos llegan a pie o en bicicleta, a menudo compartida por varias personas. Las ganas de asistir a clases les motiva a movilizarse. En Burkina Faso, la tasa de alfabetización de adolescentes de 15 años no alcanzaba el 30% en 2019, y esta cifra es menor en el caso de las chicas, según los datos del Instituto de Estadística de Burkina Faso. El secretariado técnico de la educación en situación de urgencia ha informado del cierre de más de 5.700 colegios públicos del país, debido a la inseguridad.Juan Luis Rod
Foto de familia con una parte de los alumnos tocando una de las melodías que tienen preparada en la entrada de la escuela. Juan Luis Rod