El microteatro otorga 15 minutos de fama a las enfermedades más olvidadas del planeta
En una década de trabajo de la Fundación Anesvad y Madrid Microteatro, cerca de 20.000 espectadores en España han conectado con historias de resistencia y lucha por el acceso a la salud en África subsahariana
Las luces están encendidas; los escenarios, listos; el maquillaje y vestuario, impolutos. Hace apenas un par de horas, las actrices y actores terminaban su puesta a punto antes de presentarse a los espectadores. No hay telón, ni decenas de butacas y tampoco extensos guiones. “En 15 minutos intentamos conectar a la gente con nuestras historias… Vamos directos a la almendra”, comenta Verónica Larios, fundadora y gerente de Madrid Microteatro. Las funciones cortas son un estilo teatral relativamente nuevo en España, con un poco más de 12 años de trayectoria. “Somos los pioneros”, dice mientras suelta una sonrisa de orgullo. Aunque el microteatro mantiene las características propias del formato tradicional, acorta la extensión de una obra, el escenario y el número de asistentes a 15 minutos, 15 metros y 15 espectadores. “Es complejísimo resumir una obra que podría durar una hora a la cuarta parte del tiempo. Ahí está el arte, debemos enganchar a nuestro público”, reafirma Larios en la primera planta de este centro cultural ubicado en el corazón de la Gran Vía. Y, en este caso, con la dificultad añadida de la temática: las enfermedades olvidadas.
De fondo se entremezclan las voces de los personajes de las ocho obras que forman parte del Festival Por los demás, una iniciativa creada en 2012 por Fundación Anesvad y Madrid Microteatro. El objetivo es sensibilizar sobre la falta de acceso a derechos básicos como salud y el agua potable, y hacer posible la investigación de enfermedades tropicales olvidadas en países como Costa de Marfil, Togo, Ghana y Benín, en donde opera la Fundación desde hace más de 50 años.
Morir por una intoxicación estomacal es impensable en los países de Europa, pero en África esto puede pasar. Es muy duro, por eso usamos la comedia como el aderezo que hace que las cosas indigeribles sean un poco más llevaderasNancho Novo, director de la obra Bendita Sanidad
En el mundo aún existen 20 enfermedades tropicales desatendidas (ETD) identificadas por la Organización Mundial de la Salud que afectan a mil millones de personas. De ellas, más del 90% vive en 31 países de África subsahariana. “Las enfermedades desatendidas lo son porque están en territorios desatendidos. No suponen posibles compradores de tecnología, ni son de interés para las farmacéuticas, porque estas no afectan al norte global”, argumenta Jéssica Domínguez, responsable de sensibilización de Anesvad. “No queremos daros la chapa, pero que esto cambie también requiere de nuestro compromiso”, sentencia.
Esto bien los saben los directores de obras como Casta y Pura, Bendita Sanidad, Es un riesgo que tendrás que correr, Divinas de la muerte o Iba por buen camino y me perdí. La preparación de las funciones –desde el lanzamiento de la convocatoria hasta la salida en escena– tarda, al menos, siete meses.
Junto con la Fundación Anesvad, dedicada a la atención de cuatro de las 20 ETD, los directores han logrado conectar con algunos problemas que impiden la erradicación de enfermedades como la lepra, con 140.00 nuevos casos en 2021; o el Pian, que afecta a 90.000 personas en todo el mundo y que puede ser tratada con una sola dosis de azitromicina. “Morir por una intoxicación estomacal es impensable en los países de Europa, pero en África esto puede pasar. Es muy duro, por eso usamos la comedia como el aderezo que hace que las cosas indigeribles sean un poco más llevaderas”, lanza el escritor y director de Bendita Sanidad, el actor Nancho Novo.
“Dimos con la receta ideal para acercar problemáticas muy duras en torno al derecho a la salud; además creemos en poder del arte para sensibilizar y llegar a la gente”, argumenta Domínguez, de Anesvad, mientras invita a los curiosos a sumergirse en el mundo de ficción del microteatro, que los conecta con problemas reales pero acallados.
En el sótano esperan la atrevida y estilosa Casta, y la delicada y precavida, Pura. Ambos personajes han evolucionado con los años. Han visitado África para salvar a una ONG de la quiebra, han ayudado a una mujer víctima de trata de personas, han sido alcaldesas de sus ciudades y destituidas al poco tiempo, y ahora son parte de la Miss África 2022 representando a su ciudad ficticia: Cogollos del Arzobispo, revelan el nombre entre risas los actores Julián Salguero y Miguel Ángel Jiménez. El concepto de este año es hablar sobre los problemas de acceso al agua potable y su impacto en la salud. “Mostramos la relación directa entre enfermedades tropicales desatendidas y falta de agua segura”, sostiene Jiménez.
Junto a la dupla, en el escenario número dos se cocina la comedia Divinas de la muerte, de la periodista, actriz y directora Laura Auzmendi. El escenario es austero: una pizarra, una mesa y poco más nutren la historia de una reportera que viaja a África para investigar sobre el proceso de creación de un nuevo producto de cosmética. “Aprovechamos para poner de manifiesto el papel que tienen los medios a la hora de denunciar la pobreza, la inequidad. Queremos mostrar cómo se oculta o se minimizan los problemas que atraviesan los países del Sur Global”, aclara.
El público sale de una sala y entra en otra. Las emociones se confunden entre las risas, la sorpresa y la reflexión. Una mujer embarazada ha muerto por la distancia entre un planeta y otro. “La falta de medios y la intervención lenta del sistema de salud se ha cobrado la vida de dos personas”, dice Paco, uno de los actores de Servicios de Urgencias Médicas Interplanetarias. “No es que no existan hospitales en África, es que priorizan la atención para los turistas y la gente que tiene dinero para pagar por este servicio”.
La intimidad que se construye hace que el público se vincule, empatice y entienda que existen problemas y enfermedades olvidadas. “Yo soy la filariasis linfática, mi enfermedad se transmite por la picadura de un mosquito”, se presenta uno de los actores. “Yo la úlcera de Buruli y nunca me voy a curar porque a nadie le interesa encontrar mi cura”, subraya con resignación otro de los personajes. El más reciente en llegar, desesperado y sin entender lo que le sucede, se niega a aceptar que es Pian, un tipo de papiloma que afecta sobre todo a niños y adolescentes menores de 15 años. La escena pertenece a la obra Iba por buen camino y me perdí, del dramaturgo Edgar Costas. A los tres personajes los une un mismo problema: han dejado de ser personas para ser cifras de patologías que los sumergen en el olvido, en el dolor y el estigma. A todos en las salas los une un mismo objetivo. “Quitarse la venda de los ojos y mirar un poco más allá de nuestras comodidades”, comenta uno de los espectadores.
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