La pandemia roba amigos y lecciones a los niños de la India

Los padres de entornos rurales, en especial los pobres, desean en mayor proporción la reapertura de los colegios, cerrados por la covid-19. Mientras, en las ciudades y entre familias más cultas preocupa más la pandemia

Una trabajadora sanitaria descansa dentro del aula de una escuela que se convirtió en un centro para realizar pruebas de covid-19 el 22 de junio de 2020.ADNAN ABIDI (Reuters)

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“Me preocupa su futuro”, comenta Bajrang Saini acerca de su hijo de 12 años, Dheeraj Saini, que en virtud de la Ley de Derecho a la Educación asiste a un colegio privado situado a unos 40 kilómetros de la ciudad de Jaipur. “Solo quiero que sea independiente cuando crezca”. El padre necesita el único teléfono móvil de la familia, y Dheeraj no puede acceder a las clases telemáticas.

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En India, la mayoría de los niños y las niñas de preescolar hasta octavo de primaria no asiste al colegio desde el 24 de marzo de 2020, cuando la India decretó el confinamiento para frenar el avance de la covid-19. Algunos estados han reabierto más recientemente centros de enseñanza: Madhya Pradesh para el alumnado de 9º a 12º, desde el 26 de julio, con un 50% de asistencia; Punjab, desde el 2 de agosto, para todos los cursos, y Uttar Pradesh, desde el 16 de agosto, para el alumnado de 9º a 12º, y funcionando a un 50% de su capacidad.

Los niños de familias pobres y de grupos sociales vulnerables han sido los más afectados por esta interrupción provocada por la pandemia, pues son los que menos acceso han tenido a la educación telemática y los que menos ayuda pueden recibir de sus progenitores en el aprendizaje, comentan progenitores y docentes de centros de enseñanza públicos y privados de menor tamaño en uno de los distritos de Rajastán. Casi el 15% de la población de Rajastán, unos 10 millones de personas, vive por debajo del umbral de pobreza, como muestran datos de 2011-2012.

Los estudiantes de una escuela pública asisten a su clase el primer día de reapertura para los cursos de secundaria con una capacidad del 50% después de 18 meses de cierre debido a la pandemia del coronavirus en Bangalore el 23 de agosto de 2021.MANJUNATH KIRAN (AFP)

La prolongada clausura de los colegios y de las clases ordinarias empeorará una situación ya de por sí nefasta: en 2019, solo el 16% de los alumnos de primero de primaria en los colegios rurales sabía leer un texto de ese nivel, y solo el 74% sabía siquiera reconocer los números. Además, se lamentan docentes y familias, los niños ahora no han desarrollado suficientemente sus destrezas sociales y tienen pocos amigos fuera de casa. Esto podría tener consecuencias duraderas para la mayoría de los 264 millones de escolares de la India, que son la oportunidad de crecimiento del país en el futuro.

“No entiende lo que hace”

Clases y patios permanecen vacíos en los centros de enseñanza, tanto urbanos como rurales, del distrito de Jaipur. Muchos colegios privados están casi completamente cerrados, pero los públicos permanecen abiertos hasta la una de la tarde, y sus docentes acuden al centro a corregir los trabajos entregados por los alumnos. Una vez a la semana, los profesores también visitan a niños y niñas que carecen de acceso a la enseñanza en línea, explican. Algunos días, los estudiantes —normalmente los mayores— acuden a las clases a recoger libros, resolver dudas sobre las lecciones o entregar los deberes.

La prolongada clausura de colegios empeorará una situación ya de por sí nefasta: en 2019, solo el 16% de los alumnos de primero de primaria en los colegios rurales sabía leer un texto de ese nivel

Aquí, las herramientas digitales están fuera del alcance de los niños, y quienes disponen de dispositivos digitales a menudo tienen dificultades para comprender los vídeos y los documentos que se les envían por teléfono. “Tengo problemas para enseñarle en casa. Estudié hasta octavo en una escuela de enseñanza media hindi, y me cuesta seguir el inglés de ‘alta fidelidad’ de su colegio”, comenta Manju Harijan, madre de Radhika Harijan, alumna de quinto en un colegio privado cerca de la aldea de Harota. Radhika recibe las tareas en un móvil y su madre se sienta diligentemente con ella para asegurarse de que las termina. “Pero no creo que entienda mucho de lo que hace”, lamenta la madre.

A los progenitores que no han estudiado en el colegio les resulta difícil enseñar a sus hijos. La tercera parte de la población de Rajastán es analfabeta, como indican los datos del censo de 2011.

Una profesora observa la salida de los estudiantes de un colegio público de Bangalore, en India, el 23 de agosto de 2021, un día después de que en esta ciudad se haya permitido la apertura de centros educativos para alumnos de Secundaria después de un cierre que ha durado 18 meses.MANJUNATH KIRAN (AFP)

La Administración del estado envía vídeos y documentos en formato PDF a diario, y los profesores a su vez los envían al alumnado a través de WhatsApp. Todos los viernes hay un examen sobre el trabajo enviado esa semana, y es obligatorio hacerlo. A menudo, los docentes de un colegio público de primaria situado en la zona urbana de Jaipur convocan a sus alumnos uno a uno en el centro, y les muestran la prueba en su teléfono para que la hagan.

“Ni los niños ni nosotros estamos contentos con el trabajo en línea. La mejor forma de enseñarles es en el colegio”, afirma Khemchand Tanwer, director de un centro público de enseñanza en Govindgarh. “Los alumnos procedentes de familias muy pobres carecen de teléfono móvil, o el que tienen es para que el padre o un hermano mayor se lo lleve al trabajo”.

El Informe Anual sobre la Situación de la Educación (ASER, por sus siglas en inglés) publicado en 2020 por Pratham, una organización educativa sin ánimo de lucro, concluía que, en todos los centros de enseñanza de la India rural, el 61,8% de las familias disponía de teléfono móvil. La proporción era mucho más elevada en los centros privados, en los que casi tres cuartas partes del alumnado disponía de un dispositivo frente al 56% de los públicos. Varios estudios muestran que los estudiantes eran incapaces de acceder a la enseñanza digital y los docentes estaban frustrados con este sistema.

Limitado crecimiento físico y social

“Cuando los niños y niñas venían al colegio, también corrían y jugaban en el patio. Se juntaban, aprendían unos de otros”, comentaba Kripa Gupta, profesor de primaria en un colegio público urbano de Jaipur. Esta interrupción no solo hace que el alumnado pierda clase, sino también actividad física y el desarrollo de destrezas sociales, afirman los docentes. “Cuando les hacemos visitas, vemos que algunos de los alumnos parecen más delgados. Al menos en el colegio recibían una comida nutritiva y caliente”, añadía Kripa.

Los niños también extrañan la camaradería de los colegios. Anita Yadav, alumna de 15 años en un centro de enseñanza privado de la aldea de Jaitpura, cuenta que echa de menos a sus tres mejores amigas, Rashmi, Geetika y Zoya, a las que no ve desde hace meses. Las cuatro se relacionan por teléfono, y comentan lo que estudian, cocinan y comen.

Esta interrupción no solo hace que el alumnado pierda clase, sino también actividad física y el desarrollo de destrezas sociales

Una investigación efectuada en Bihar muestra que el 87% de las adolescentes necesita atención psicológica y siente la necesidad hablar con alguien, comentaba Poonam Muttreja, directora ejecutiva de Population Foundation of India, en una entrevista publicada en IndiaSpend el 30 de julio.

Los colegios públicos mantienen el contacto con el alumnado

El profesorado de los centros de enseñanza públicos de Rajastán ha recibido órdenes de visitar a los estudiantes, en especial a aquellos que tienen problemas con la enseñanza en línea. Esta conexión será fundamental para garantizar la vuelta del alumnado a los colegios cuando estos vuelvan a abrir, según los expertos.

“Visitamos a Khushi y a su hermano Kartik todos los lunes”, explica Saroj Meena, profesora de Khushi Harijan, alumna de 2º de primaria, en Harota, una aldea del distrito de Jaipur. Khushi, que pertenece a las castas protegidas, es incapaz de realizar las tareas en el móvil de su padre, y la madre no está preparada para enseñarle, porque solo cursó primero de primaria. “Me siento con ella e intento explicarle todo lo que puedo”, afirma Meena. “No es lo mismo que en el colegio, pero al menos nos mantenemos en contacto con los niños y sus familias”.

Además de visitar los hogares, los centros de enseñanza también se mantienen en contacto con el alumnado cuando distribuyen a las familias las raciones de alimentos que sustituyen a la comida de mediodía.

Unos trabajadores equipados con uniformes de protección desinfectan un aula de la Escuela Central Modelo en Barrackpore en las afueras de Calcuta, India, el 8 de junio de 2020.RUPAK DE CHOWDHURI (Reuters)

A diferencia de los centros públicos, los centros de enseñanza privados —en especial los de bajo coste— han perdido en gran medida el contacto con los más jóvenes. Los alumnos mayores disponen de clases a distancia, mientras que otros siguen asistiendo al colegio para resolver dudas porque no tienen dispositivos personales.

Red Fort International School, un centro de enseñanza privado de bajo coste ubicado en Renwal, al que asisten niños y niñas de familias semiurbanas y rurales, ha sido incapaz de mantener su profesorado, porque las familias dejaron de pagar la mensualidad al cerrar los colegios, explica el propietario y gerente, Ravi Saini. “No tenemos educación en línea para el alumnado de primaria”, señala. El colegio cobra entre 5.000 y 13.000 rupias al año (60 y 150 euros), dependiendo del curso. “Si una familia tiene problemas para pagar la cuota, a veces se la bajamos o le damos más tiempo para reunir el dinero”, dice Saini.

Según datos oficiales, aproximadamente el 37% de los escolares de India estudiaba en los 337.499 centros de enseñanza privados del país en 2019-2020. En centros privados que no reciben subvención pública, las familias deben gastar de media 10.623 rupias (120 euros) al año por estudiante de primaria en las zonas rurales, y 19.315 (221 euros) en las urbanas, según un informe sobre consumo efectuado en 2018 por la Organización Nacional de Encuestas de Muestra.

Menos matriculaciones nuevas

En 2020, la proporción de niños y niñas matriculados en centros de enseñanza disminuyó en comparación con el estudio de 2018, según el informe ASER 2020. “Todavía no he metido a mi hijo pequeño en el colegio, porque ni siquiera sabemos cuándo se abrirán los centros. No creo siquiera que haya establecimientos de enseñanza privados que admitan alumnos ahora mismo”, señala Kaju Yadav, que tiene un hijo de seis años, Daksh Yadav. “La última vez que llamé al colegio, me dijeron que estaban completamente cerrados”. La mayor parte del alumnado de seis a 10 años que no asistía a centros de enseñanza seguía pendiente de admisión, concluye el estudio ASER.

Los expertos predicen una caída en la tasa de matriculaciones en centros de enseñanza privados el próximo año escolar, y un aumento de la demanda de plazas en centros públicos, porque la crisis causada por la pandemia ha afectado a las rentas familiares. Por ejemplo, el colegio internacional New Shine de Harota ha admitido en torno a 55-60 alumnos este año, frente a los más de 100 que declara recibir un curso normal, compara la directora de este centro privado, Satya Narayan Sharma.

Miedo a la tercera ola

A Vijayshree Saini le encanta ir al colegio. “No quiere quedarse en casa”, cuenta Suman, su madre. Aunque los centros están cerrados para el alumnado, ella estaba en el colegio el 28 de julio, de uniforme, para recoger los libros de 5º. Se ha matriculado en un centro de enseñanza público, después de dejar su escuela privada en marzo de 2020.

La ubicación rural o urbana y los factores sociales influyen en la voluntad de los progenitores de enviar a sus hijos al colegio. En las aldeas, todos los padres entrevistados están deseando que se reabran los centros; en las ciudades, sin embargo, el profesorado se queja de que en enero y febrero, cuando los colegios reanudaron brevemente las clases presenciales para el alumnado de 9º curso en adelante, la asistencia era de solo el 50%. “Con lo que se dice de que la tercera ola afectará más a los niños, las familias están preocupadas”, explican los maestros de un centro de enseñanza público en una zona urbana de Jaipur.

Un trabajador de salud administra la vacuna Covishield a un vecino en una escuela en la aldea de Kaurhagi en el distrito de Morigaon de Assam, India, el viernes 6 de agosto de 2021.Anupam Nath (AP)

Los padres y madres que desean que los centros reabran lo antes posible son principalmente aquellos que necesitan ir a trabajar y no pueden enseñar o cuidar a los niños en horario laborable, explicaban los docentes. La reticencia a enviar a sus hijos al colegio procede de progenitores que pueden enseñarles en casa.

Los administradores de los centros de enseñanza sostienen que el cierre continuado no tiene sentido dada la eliminación de las restricciones en otros sectores. “¿Acaso no están llenos los mercados? ¿Por qué no confía el Gobierno en nosotros? ¿No podemos tomar medidas para proteger la seguridad del alumnado?”, pregunta Ravi Saini, que dirige el colegio privado de Renwal.

Directores y docentes insinuan organizar los centros de enseñanza por turnos, con menos alumnos, y asistencia de cada curso solo dos veces por semana, aparte de garantizar el cumplimiento de los protocolos habituales para prevenir los contagios de covid-19: higiene y distancia social. Pero en muchas situaciones, esto es más fácil de decir que de hacer. Por ejemplo, en uno de los colegios de primaria de Govindgarh, que carece de agua potable. Los niños y niñas que estudian allí tienen que servirse del tanque que hay en el complejo escolar. “A veces, incluso antes de que te dieras cuenta, habían compartido la botella de agua”, dice Sunita (solo aporta su nombre de pila), profesora de un colegio público urbano.

Este artículo es el primero de la nueva serie La educación interrumpida, que se centrará en el impacto de la pandemia en los niños, el efecto del cierre de los colegios, y si estos deberían reabrirse, así como cuándo y de qué manera debería hacerse. Fue publicado originalmente en IndiaSpend.

Shreya Khaitan es redactora y directora de IndiaSpend. Es titulada en el programa de Desarrollo Humano Global impartido por la Universidad de GeorgeTown y ha colaborado con la corresponsalía de The Wall Street Journal en Bombai.

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