¿Conseguiremos el acceso universal a la energía?
Tener o no tener electricidad es requisito para una vida digna. Pero aún hoy, la mitad de la población en 28 países carece de ella. En Burundi y Chad nueve de cada diez habitantes no sabe lo que es encender la luz
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El acceso a la energía eléctrica es un requisito fundamental para disfrutar de una vida digna. Disponer de iluminación, de agua corriente, cocinar, conservar nuestros alimentos, la higiene diaria, la atención médica, estudiar, trabajar y un largo etcétera de tareas necesitan un suministro eléctrico fiable, asequible y seguro. El Objetivo de Desarrollo Sostenible número 7 establece la necesidad de garantizar, para 2030, el acceso universal a una energía asequible, segura, sostenible y moderna. En numerosos países se ha conseguido, pero en otros muchos, gran parte de su población no disfruta de suministro eléctrico.
En la actualidad, según el Banco Mundial, el 89,57% de la población mundial tiene acceso a la electricidad, pero existen enormes desigualdades entre los países más desarrollados, con la totalidad de su población con electricidad, y los menos desarrollados, con niveles de acceso mucho más bajos. Al menos 58 países tienen menos del 90% de su población con acceso a la electricidad y en 28 de ellos ese acceso no alcanza a la mitad. La situación es especialmente mala en los países del África Subsahariana, con un nivel de suministro del 47,6% y algunos países con menos de un 20%, siendo Burundi y Chad los países con peores registros, con un 11 y un 11,8% respectivamente.
La situación ha mejorado notablemente en los últimos años. Desde el año 1998 el porcentaje de población con suministro ha pasado del 72,65% hasta el 89,57% en 2018, pero aún dista mucho de ser aceptable, pues supone que todavía más de 800 millones de personas no disponen suministro eléctrico y, por tanto, no pueden satisfacer sus necesidades más básicas ni esperar a mejorar sus condiciones de vida.
Todavía más de 800 millones de personas no disponen suministro eléctrico
Pero la calidad también necesita ser tomada en cuenta. Un suministro puede considerarse bueno cuando el número de interrupciones y su duración es mínimo. El World Economic Forum publica un informe que valora la media por la ausencia de interrupciones y de fluctuaciones del voltaje, en el que se vuelve a poner de manifiesto cómo los países más desarrollados tienen sistemas eléctricos muy fiables mientras que en otros, en su mayoría en países del África subsahariana, el suministro es muy poco confiable.
Por su parte, el Banco Mundial publica este baremo mediante dos índices, el System Average Interruption Duration Index (SAIDI), que mide la duración promedio de las interrupciones sufridas por los consumidores durante el período de análisis y el System Average Interruption Frequency Index (SAIFI), que mide la frecuencia del mismo. En ambos casos el resultado es análogo, cuanto mayor es el nivel de riqueza de un país mayor es la calidad de su suministro eléctrico.
Es de destacar que no existen datos de la calidad de suministro de numerosos países, sobre todo de aquellos de bajo nivel de riqueza económica. Esto impide analizar su situación y plantear propuestas de mejora o, al menos, denunciar las carencias.
Esta desigualdad entre países también se refleja en el consumo de electricidad, aunque en este parámetro está influido por otros factores como el clima del país. Así, mientras los países pertenecientes a la OCDE tuvieron en 2014 un consumo medio per cápita de 7771 kWh, los países menos desarrollados tuvieron un consumo de 212 kWh.
Difícilmente se puede producir un crecimiento económico y mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos si no se dispone de un suministro eléctrico de calidad
Las consecuencias son muy graves y dificultan el desarrollo. Difícilmente se puede producir un crecimiento económico y mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos si no se dispone de un suministro eléctrico de calidad. La creación de empresas, la protección del medio ambiente, la introducción del vehículo eléctrico, los servicios públicos, la mejora de la productividad agraria e industrial requieren de energía. Su carencia obliga a muchas familias a recurrir a quemar leña, estiércol, hulla o carbón vegetal en estufas con muy baja eficiencia para poder cocinar y calentarse, con la contaminación, deterioro de la salud, riesgo de accidentes y tiempo perdido que ello supone, perpetuando su situación de pobreza.
Para revertir esta situación es necesario realizar un importante esfuerzo técnico y económico en la creación de un sistema eléctrico que abarque la generación, el transporte y la distribución, para así llegar a todos los consumidores. Sin embargo, las energías renovables y el autoconsumo pueden ofrecer una solución mucho más asequible, al permitir proporcionar energía muy rápidamente sin necesidad de esperar a la construcción de redes de transporte, ser mucho más económicas y hacer posible la independencia energética.
Si queremos conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, tanto el 7 como todos los demás que, de una forma u otra dependen de él, es necesario una acción inmediata de los países desarrollados para garantizar el acceso universal a una energía asequible, segura, sostenible y moderna. Y las energías renovables serán una parte importante de la solución.
David Valle Rodríguez es ingeniero industrial y licenciado en Administración y Dirección de Empresas. Fue Director General de Industria, Energía y Minas de la Comunidad de Madrid.
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