“La crisis de oxígeno que vivió la India podría expandirse al este de África”
El doctor Philippe Duneton, director ejecutivo de UNITAID, examina los esfuerzos para priorizar esta herramienta simple y compleja al tiempo. Asegura que las vacunas no son suficientes contra la pandemia, la lucha debe ser integral
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Medio millón de personas necesitan oxígeno medicinal a diario, según la OMS. Más de un millón de bombonas son esenciales cada día. La pandemia de la covid-19 ha exacerbado una de las necesidades más simples y complejas de los sistemas de salud. Ya antes de la crisis sanitaria global suponía una de las principales herramientas para tratar, por ejemplo, la enfermedad infecciosa más letal del mundo, que se cobra 800.000 vidas de niños anualmente: la neumonía.
El doctor Philippe Duneton atiende la entrevista desde la sede de UNITAID que dirige, hospedada por la OMS, en Ginebra. UNITAID se creó en 2006 para acelerar el acceso a la prevención, diagnóstico y tratamiento de enfermedades como el VIH-sida, la malaria y la tuberculosis, así como otras coinfecciones. Con modelos de financiación innovadores, cuenta con el apoyo de varios países como Francia, Brasil, Reino Unido, Chile o España, entre otros, además de la Fundación Bill y Melinda Gates. Actualmente, la organización está ofreciendo su experiencia para atender las necesidades que despierta la covid-19 en los países con menos recursos, y es socio del grupo Acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19 (ACT). Un mensaje que deja claro el doctor Duneton es que el acceso depende de poner la mirada y el poder de decisión “en manos de las poblaciones afectadas”.
Pregunta. UNITAID se creó para atender a las tres grandes enfermedades: sida, malaria y tuberculosis. Y ahora, ¿oxígeno?
Respuesta. Ya antes de la pandemia, UNITAID había ampliado su horizonte de trabajo más allá de lo estrictamente relacionado con las tres enfermedades. Estamos atendiendo, por ejemplo, desafíos de salud maternoinfantil o apoyamos el acceso a formulaciones pediátricas. Pero necesitábamos hacer más. Por eso, nos interesamos por la neumonía infantil y por el acceso al oxígeno, que es un asunto sencillo y complejo a la vez. Nos vimos en la necesidad de actuar, por tratarse de una demanda de las poblaciones con las que trabajamos.
P. ¿Por qué es sencillo y complejo a la vez?
R. Sabemos que el acceso a oxígeno es una necesidad crítica desde antes de la pandemia, y que se ha exacerbado más ahora. Sin embargo, muy pocos países contaban con planes o estrategias nacionales de acceso sostenible. No era ni la prioridad ni gozaba de la inversión suficiente. La complejidad del acceso al oxígeno reside en tres factores fundamentalmente: las fuentes de producción (hay una variedad a nivel global y también local que se puede aprovechar); la distribución, que se vuelve un problema si el país no cuenta con la capacidad logística suficiente; y la capacidad técnica y de personal para poder utilizar el oxígeno medicinal. Parece sencillo, pero cuando tienes una emergencia encima, la situación del acceso se vuelve muy complicada a la hora de llegar a todos.
P. ¿La clave está en fortalecer los sistemas sanitarios?
R. En salud global, solemos repetir mucho esa frase, pero de nada sirve si no se pone el poder y las capacidades en las manos de las personas, en los lugares más afectados y con menos recursos.
P. La imagen de la gente desesperada por respirar, en la India, ha levantado todas las alarmas. Y eso que se trata de un país con capacidad de producción de oxígeno.
R. Sin duda. Cualquier sistema de salud se ve debilitado cuando se enfrenta a un gran incremento de casos. Ello nos da una idea de la complejidad de contar con acceso a oxígeno. Pero no existe ni una solución única, ni un solo país que pueda contener el virus por sí solo. En la India, por ejemplo, vemos que se enfrentan a grandes dificultades a pesar de tener una gran capacidad de producción de oxígeno industrial. Esa capacidad podría adaptarse para la producción de oxígeno medicinal, que no es fácil, pero se puede hacer. Una vez conseguido, está el reto de la distribución. La complejidad del oxígeno hace que todos los componentes sean claves: producción, distribución y un sistema sanitario con capacidad para utilizarlo.
P. La OMS estimó recientemente que se necesitan con urgencia unos 90 millones de dólares (73 millones de euros) para atender la emergencia de oxígeno en 20 países de ingresos bajos y medios. A nivel global la demanda es de 1.600 millones de dólares (1.300 millones de euros), ¿Qué está haciendo UNITAID ante este llamamiento?
R. UNITAID y Wellcome han contribuido con una primera partida de 20 millones de dólares (16.450.400 millones de euros) para los países con menos recursos. Pero la efectividad de dicha ayuda depende no solo de financiación sino de un trabajo coordinado y conjunto. El Fondo Global dispone de 3.700 millones de dólares (3.000 millones de euros) para atender la emergencia mundial de la covid-19, y seguramente se podrán disponer de más fondos. Pero además de infraestructura, inversión y recursos humanos, se deben habilitar espacios en los que quienes decidan y elaboren la demanda sean las propias poblaciones y países afectados. Por eso trabajamos asistiendo a los países en evaluar las necesidades y respuestas adaptadas. La situación en la India puede expandirse a Pakistán o Bangladés, así como al este de África, pues se trata de una zona en la que hay muchas conexiones con países como Etiopía o Kenia, por ejemplo. Tenemos que atender también lo que ocurre en América Latina. Hemos visto situaciones muy graves en Brasil o en Perú, por ejemplo.
Además de infraestructura, inversión y recursos humanos, se deben habilitar espacios en los que quienes decidan y elaboren la demanda sean las propias poblaciones y países afectados
P. ¿Cree que la atención prioritaria puesta en las vacunas ha disminuido los recursos y esfuerzos para acceder al oxígeno?
R. Las vacunas no son suficientes. Las herramientas actuales contra la pandemia no se pueden usar por separado. Es una lucha integral. Las medidas de prevención, junto con la detección y atención de casos, así como la inmunización o la atención médica a las personas afectadas son parte de un todo. El primer nivel de respuesta es detener o reducir la transmisión y en paralelo va el acceso a vacunas. La lucha tiene que hacerse a nivel global y, al mismo tiempo, adaptada a cada país.
P. Para el caso de las personas que requieren tratamiento médico, ¿son suficientes las herramientas actuales?
R. Lo que se ha demostrado en estos meses es que, con acceso a oxígeno, corticoides y anticoagulantes, se puede reducir hasta la mitad, aproximadamente, la mortalidad por covid-19. Se trata de herramientas sencillas y todos los países deberían tener garantizado el acceso a ellas.
P. ¿Qué hace falta ahora?
R. Tenemos que conseguir ir por delante del virus, no detrás. Necesitamos tratamientos para curarlo o detener su avance antes de que se agrave. No los tenemos todavía. Esperamos contar con antivirales a finales de año que funcionen con la mayoría de las variantes. Eso va a ayudar muchísimo para evitar el agravamiento de los pacientes y el colapso de los sistemas de salud. Tenemos que estar seguros de tener las soluciones de producción para todos los países que lo necesitan en África, en primer lugar. Sin perder la atención en Asia y América Latina.
P. Teniendo en cuenta lo que ocurre en la India y la complejidad asociada al acceso a oxígeno, ¿no cree que todo ello puede desincentivar a los posibles financiadores?
R. No, porque si inviertes en ayuda al acceso a oxígeno, no te arrepentirás. La pandemia pasará, pero la necesidad de oxígeno no se detendrá. Es necesario para problemas de salud graves como la neumonía, la tuberculosis, o las hemorragias posparto, por citar algunos ejemplos.
Cambiamos el enfoque: de una visión muy técnica y científica (incluyendo la hospitalaria), a un manejo a nivel comunitario
P. Como médico, con 25 años de experiencia en el campo de las enfermedades infecciosas, ¿ha vivido alguna experiencia en el pasado que le haya ayudado a afrontar la pandemia?
R. Yo empecé como médico cuando vino la pandemia de VIH. La gente de mi edad, en aquel momento, estaba muriendo y no teníamos tratamientos. Con la llegada, en 1996, de las primeras noticias de antiretrovirales (ARV), pasamos al siguiente reto que fue el acceso. Yo fui parte del equipo del primer centro de acceso al tratamiento en Dakar. La enseñanza entonces fue la misma que ahora: necesitamos nuevas herramientas, pero tienen que ser accesibles, de modo que la capacidad esté en las manos de las personas en los países donde se necesitan. Cambiamos el enfoque: de una visión muy técnica y científica (incluyendo la hospitalaria), a un manejo a nivel comunitario.
P. ¿Qué resultados se obtiene con ese cambio de enfoque?
R. Por ejemplo, llegar a pruebas de diagnóstico que se pueden hacer a sí mismas las personas, en lugares sin estructuras de salud. O llegar a reducir las dosis de tratamiento para facilitar el acceso y la adherencia. Cuando empezamos con los ARV en VIH, a veces, teníamos que administrar hasta 24 pastillas al día a una persona, lo que incluso en países desarrollados era ya difícil. Simplificarlo a una pastilla al día hizo la diferencia. Eso es lo que significa pensar, no solo en y desde los sistemas de salud, sino en y desde las personas. Soluciones que pueden implementarse a niveles descentralizados.
La lucha es importante pero también lo es el espíritu con que luchamos
P. ¿Cuál es el valor añadido que aporta el modelo de trabajo de UNITAID?
R. Trabajamos en soluciones que funcionan para cientos de millones de personas que padecen de VIH, malaria o tuberculosis, además de coinfecciones y comorbilidades como el cáncer cervical o la hepatitis C. Tratamos de acelerar las respuestas para la prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades con las que trabajamos alienados con el Fondo Global y con los países más afectados. Hemos apoyado a encontrar soluciones más rápidas, baratas y efectivas, como el modelo de diagnóstico y tratamiento temprano del cáncer de cérvix por menos de un dólar por mujer. En salud pública, una pequeña inversión puede producir beneficios masivos. Ahora, estamos aplicando nuestra experiencia en responder a los desafíos de nuevas terapias y diagnósticos para la pandemia , como miembros del ACT. Pero lo mejor de todo es encontrar a personas con una gran voluntad de ayudar en todo el mundo. Eso te hace tener esperanzas. La lucha es importante, pero también lo es el espíritu con que luchamos.
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