Ahogados en plásticos
El retraso en la puesta en marcha del tratado para limitar la producción de polímeros es otro paso atrás en la lucha climática
Representantes de 175 países acordaron por unanimidad en marzo de 2022 en la Asamblea de Naciones Unidas para el Medio Ambiente crear el primer tratado internacional vinculante contra la contaminación por plásticos. Con razón fue saludado como el paso más importante contra el cambio climático desde el Acuerdo de París, que este viernes cumplió una década. Más de tres años y seis rondas negociadoras después, ese crucial tratado sigue sin ponerse en marcha mientras crece la amenaza que estos omnipresentes derivados de los combustibles fósiles suponen para el medio ambiente y la salud humana. Igual que en la lucha contra el calentamiento global, un grupo minoritario de petroestados encabezados por Arabia Saudí, con el decisivo apoyo de los Estados Unidos de Trump, bloquean —en una peligrosa mezcolanza de intereses económicos y empresariales y negacionismo ideológico— las medidas precisas, según el consenso científico, para afrontar dicha amenaza.
Un material que apenas se usaba hace 70 años se ha convertido gracias a su éxito, versatilidad y bajo coste de fabricación en una de las principales fuentes contaminantes. La producción mundial de plásticos alcanza los 450 millones de toneladas (un desorbitante 22.400% más que a mediados del siglo XX), de las que unos 130 millones acaban en el medio ambiente. Si no se toman medidas internacionales urgentes, para 2040 la producción llegará a 680 milllones y 280 terminarán contaminando, según un análisis hecho público la semana pasada por el Pew Research Center. Frente a ello, se recicla menos del 10%, y la producción, fácil y barata, crece mucho más rápidamente que la gestión de los desechos.
Desde el inicio, los países petroleros, alentados por las grandes compañías del sector, se han opuesto a cualquier tratado que no se centre únicamente en el control de la contaminación, sin reducir su elaboración. Abordar los límites a la fabricación de plástico virgen, cuestión clave para reducir su impacto, fue uno de los puntos fundamentales del consenso de 2022 y el que más costó cerrar. Un tratado para reducir la contaminación por plásticos sin disminuir su producción sería apenas un brindis al sol.
La última reunión negociadora terminó en agosto en un completo fracaso y no hay perspectivas de una próxima cuando el desarrollo del tratado ya lleva un año de retraso y la lucha climática global atraviesa su peor momento en una década. Frente al negacionismo en aumento, hay que insistir en que la acción humana es la única capaz de atenuar los efectos destructivos que ella misma ha causado. El planeta se ahoga en plástico y ante esa realidad cualquier interés industrial o estatal es secundario.