Muertas y muertas de miedo
La sociedad no puede dar por conquistados los avances de las mujeres, y debe mostrar toda su firmeza para combatir la violencia machista
Cada 25 de noviembre se recuerda el brutal feminicidio, ese día de 1960, de las tres hermanas Mirabal por el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Bajo el pseudónimo Mariposas se firmaron numerosos manifiestos de condena feminista al terror de la dictadura. 65 años después, cientos de miles de mujeres y de hombres salieron de nuevo a las calles a manifestarse contra la violencia machista.
En España, 39 mujeres han sido asesinadas en lo que va de año. Son ya 1.334 desde que, en 2003, se abrieron los registros. Hay además 289 huérfanos de madres asesinadas por sus parejas o exparejas. Y 65 menores muertos por violencia vicaria desde que existen datos. El año pasado, 50.000 mujeres y niñas fueron asesinadas en todo el mundo por sus parejas u otros familiares, según Naciones Unidas: 172 muertas al día. Finalmente, casi una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido alguna vez en su vida violencia física o sexual.
Estas son las cifras que se computan y adquieren visibilidad. Números intolerables cuando se piensa en vidas individuales. A ellas hay que sumarles las miles de mujeres silenciadas por el terror. No están en el registro de asesinadas, pero viven muertas de miedo, sin saber cómo salir ilesas de la telaraña de su agresor. La violencia machista no es un capítulo de la sección de sucesos de un periódico, es una lacra estructural.
Las sociedades han avanzado y, afortunadamente, en la actualidad son capaces de detectar abusos que antes pasaban inadvertidos. La sociedad española, que hace 50 años vivía bajo una dictadura que sometía a las mujeres a la tutela masculina, puede presumir de tener una de las legislaciones sobre igualdad más avanzadas del mundo. Pero la violencia de género apenas ha remitido y los progresos vuelven a estar amenazados por un preocupante auge de la ultraderecha antifeminista, que ha calado entre los más jóvenes, incluso en las democracias avanzadas.
La amenaza a derechos que se creían conquistados, como el aborto; las sospechas proyectadas sobre las que denuncian maltrato; la supresión en algunas administraciones de sistemas de apoyo a la igualdad y de protección a las maltratadas; las declaraciones comprensivas con asesinos machistas, o el trato intolerable a las mujeres por parte de algunos políticos manchan a todos los partidos. A toda la sociedad.
Por eso es prioritario cortar de raíz esa deriva. Hay que volver al consenso del Pacto de Estado. Urge un “basta ya” asumido sin fisuras por todos los sectores sociales y políticos. Incluido el hoy dividido arco feminista. Solo desde la unidad puede frenarse el drama que se ha cobrado ya miles de muertes. Y que siguen viviendo a diario miles de mujeres.