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Multinacionales con impuestos a la carta

La ingeniería fiscal de las grandes corporaciones provoca una pérdida millonaria a las arcas públicas

En un momento en el que las arcas públicas de medio mundo se resienten como consecuencia del aumento del gasto en pensiones, sanidad o defensa, o por las ayudas para amortiguar las consecuencias de la guerra de Ucrania, la pandemia o la transición energética, la pérdida de unos 1,7 billones de dólares en cuatro años en ingresos como consecuencia de la ingeniería fiscal que aplican las multinacionales resulta especialmente sangrante. En el caso de España, Hacienda ha dejado de ingresar unos 31.000 millones de euros entre 2016 y 2021 por este motivo, una cuantía que equivale a más del 5% del gasto sanitario o lo mismo que recauda en un año a través del impuesto sobre Sociedades.

En las últimas décadas, los Estados han enfrentado una creciente presión sobre sus finanzas públicas. Los gastos gubernamentales han aumentado significativamente debido a diversos factores estructurales, sociales y económicos, mientras que la estructura tributaria no acaba de ajustarse a la nueva economía digital y la realidad productiva del siglo XXI. Este desequilibrio obliga a los gobiernos a buscar nuevos mecanismos para incrementar sus ingresos y garantizar la estabilidad presupuestaria.

Se trata de un problema global que evidencia que la competencia fiscal internacional es una amenaza sistémica, tanto para el bienestar de los ciudadanos como para la soberanía económica de los Estados. El elefante en la habitación es la falta de un modelo a nivel global que grave los beneficios de las empresas allí donde desarrollan su actividad. Ha habido algunos intentos por atajar el problema, como el acuerdo impulsado por la OCDE que logró en 2021 que 140 se comprometieran a establecer un impuesto mínimo del 15% a las multinacionales, para evitar una competencia a la baja. Pero no ha funcionado. El mismo día de su vuelta a la Casa Blanca, el pasado 20 de enero, Donald Trump firmó un decreto para revertir los compromisos internacionales de su antecesor, Joe Biden, en materia de fiscalidad. Aunque lo cierto es que el demócrata nunca llegó a llevar al Congreso la ley para que el acuerdo entrara en vigor y la primera economía mundial nunca llegó a aplicarla.

El informe de los investigadores de Tax Justice Network subraya una realidad incómoda: los sistemas fiscales están quedando obsoletos frente al poder y la influencia de las grandes multinacionales, especialmente las tecnológicas estadounidenses, cuyos beneficios y cotizaciones en Bolsa se disparan de forma paralela al favorable trato impositivo que disfrutan. Es ahí donde radica el principal problema. El descenso radical de los tipos efectivos que pagan empresas como Google, Amazon, Meta y Apple, gracias a su modelo de negocio y a las reformas aprobadas por las últimas Administraciones de EE UU, no solo erosiona la recaudación de los demás países donde estas compañías operan, sino que dificulta los planes de inversión y soberanía fiscal de esos mismos Estados. Permitir que las multinacionales sigan jugando con las reglas a su favor es renunciar a proteger el interés público y perpetuar la brecha, cada vez mayor, entre ricos y pobres.

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