El miedo a la violencia obstétrica
Los lectores y las lectoras escriben sobre la elección de hospital, el conflicto dentro del PP por el aborto, la traducción y la presión laboral
Hace poco más de una semana fui a un hospital público a parir a mi primer hijo. Me había informado bien de qué hospitales tenían los protocolos más respetuosos y en consecuencia solicité el cambio a un hospital diferente del que me correspondía, más lejos de mi casa. Sentía que estás cosas me protegerían de sufrir violencia obstétrica, pero no fue así. Con independencia de cómo fuera mi parto, es doloroso sentir que tenemos que protegernos de aquellos que deberían estar para cuidarnos, es doloroso no poder acudir desde la confianza plena a un espacio de tantísima vulnerabilidad, que la sombra del miedo no desapareciera del todo y tuviera razón de estar ahí al final. Y también es doloroso escuchar: “No pasa nada, lo importante es que estáis los dos bien”. Porque claro que estoy agradecida de que estemos los dos juntos por fin, a este lado de la piel, pero los procesos son importantes y serán para siempre una parte de nuestra historia de vida.
Marta Fernández López. Madrid
¿A qué juega el PP?
Ante las últimas actuaciones de Isabel Díaz Ayuso, ¿cómo es posible que la dirección del PP no actúe, la llame al orden y la haga rectificar? Quizá esta dejación sea una estrategia para parar y evitar la fuga de votos a la extrema derecha, manteniendo así la línea moderada y la dura, confundiendo y engañando a los ciudadanos. ¿Cómo es posible que, un día sí y otro también, salga en las televisiones nacionales con alguna declaración esperpéntica, irrespetuosa y fuera de tono, que pocas veces se refiere a su gestión autonómica? ¿A qué juega el PP?
Vicente Fuentes Paraíso. Madrid
Último reducto de traducción humana
Escucho a Regina López Muñoz decir que la traducción literaria es el último reducto de traducción humana, y eso me brinda cierto consuelo. Me niego a leer una historia traducida por una máquina, es impensable para mí, no lo concibo, imposible. Necesito saber que lo que estoy leyendo ha pasado por el filtro de una persona, especialmente cuando muy concentrada en la lectura, tropiezo con algo que me llama la atención, y hace que me pare y levanté la cabeza. Saber que esos momentos de asombro, goce, fueron sentidos antes por quien te precedió es toda una alegría.
Inmaculada Molina Menduiña. Málaga
Saldo insuficiente de vida
Vivimos con el tiempo en números rojos. Todo lo que compramos se paga con horas de trabajo que no volverán, con días tachados en un calendario que no admite devoluciones. La caña de los viernes no nos cuesta 2,50 euros, sino los diez minutos que nos pasamos soportando la charla del jefe que iba a durar “solo un momento”. Y el móvil nuevo: esas cuarenta horas frente a la pantalla de la oficina para comprar otra pantalla. Así es la ironía del siglo XXI: trabajar para pagar lo que nos distrae de tanto trabajar. Nadie nos avisa de que la verdadera bancarrota no está en el bolsillo, sino en el reloj. Mientras nos esforzamos por ganar más dinero, perdemos lo único que ningún banco podrá prestarnos jamás: tiempo.
Ivet Català Navarro. Barcelona