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Lo mejor que hemos podido

Con el aborto, Ayuso calca el método trumpista consistente en ir imposibilitando un derecho acosando a quienes quieran ejercerlo

Desde que el visionario Aznar señaló, como un Colón del siglo XX, el nuevo mundo con el dedo, la derecha española se volvió americana. Y con esa decisión asumió las leyes de un imperio cuya moral está ligada desde su inicio a Dios y al dinero; ya lo rezan los dólares: In God We Trust. Cuando la presidenta madrileña ...

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Desde que el visionario Aznar señaló, como un Colón del siglo XX, el nuevo mundo con el dedo, la derecha española se volvió americana. Y con esa decisión asumió las leyes de un imperio cuya moral está ligada desde su inicio a Dios y al dinero; ya lo rezan los dólares: In God We Trust. Cuando la presidenta madrileña señaló con el dedo el camino de salida a las ciudadanas que contemplaran interrumpir su embarazo en la sanidad pública madrileña, no estaba inventando la acracia institucional, lo que hacía la presidenta era calcar el método trumpista consistente en ir imposibilitando un derecho sin recurrir a cambios legales sino acosando a quienes quieran ejercerlo.

En EE UU se han ido cerrando sistemáticamente centros de salud reproductiva obligando a las mujeres que quisieran abortar a viajar a estados demócratas donde son recibidas por activistas que las asisten en el trance. De la misma manera que siempre han encontrado maneras de dificultar el voto si éste no convenía, han puesto piedras en el camino hacia el aborto, arrojando a la mujer sola, sin recursos para pagarse viaje y estancia, a desistir de ello y resignarse a afrontar una carga más. Las grandes perdedoras, una vez más, las mujeres negras. Hay muchas formas de someter a la población, esquilmar las ayudas sociales es la primera.

No sé cómo acabará este tira y afloja permanente al que tanto Ayuso como Vox someten a un Feijoó tan desubicado que por no hacer ni se atrevió a apartar a Mazón, como así se lo requiere una abrumadora mayoría de la comunidad valenciana. No hacer o dejar que otros actúen tiene en política más riesgo que equivocarse, se interpreta como falta de liderazgo. Y esa es la causa por la cual el aborto, derecho aceptado socialmente, seguirá estando en el debate político, por no atreverse a su blindaje y apartar de la conversación pública tesis acientíficas.

Como dijo la congresista Alejandra Ocasio-Cortes: “Una vez más estamos en una sala de legisladores que tratan de legislar sobre un sistema reproductivo del que no saben nada”. Esta semana pasada, han colocado en el top de este singular ranking a Robert F. Kennedy Jr, que ha asegurado haber visto una mujer gritando Fuck Trump mientras sorbía Tylenol con un bebé en la placenta. ¡En la placenta!

Es irritante esta actitud siempre paternalista con las mujeres. A menudo es transversal. De igual manera que denota desconocimiento (y mala fe) advertir a una mujer de que si aborta arruinará su vida, también lo es ese comentario machacón con el que algunos hombres progresistas rubrican su discurso: “No hagamos más difícil lo que para muchas mujeres es el drama de sus vidas”. Aunque no lo comprendan, ese apoyo se sitúa también en un marco moral; viene a decir, ya tienen las pobres bastante castigo con abortar. Cómo se nota lo poco que han escuchado los hombres a las mujeres, y qué poco hemos contado nosotras ciertos episodios porque de esas cosas, chicas, no se habla en la mesa.

Siempre se nombra El Acontecimiento de Annie Ernaux por el drama que suponía abortar clandestinamente, pero a mí me eleva el ánimo y me inspira la visión de la feminista Gloria Steinem, que convirtió en reportaje la experiencia de su aborto. Su testimonio quebró el silencio. Mi vida en la carretera, sus memorias, están dedicadas al doctor que le practicó un aborto. Dice así: “Al doctor Sharpe, medico londinense que, en 1957, una década antes de que en Inglaterra fuese legal practicar abortos (…) asumió el considerable riesgo de ayudar a una estadounidense de 22 años que iba camino de la India. Sin saber nada aparte de que la chica había roto un compromiso en su tierra para salir en busca de un destino incierto, le dijo: Tienes que prometerme dos cosas. Primera, que no le darás mi nombre a nadie. Segunda, que harás con tu vida lo que te apetezca” Mi querido doctor Sharpe (…): lo he hecho lo mejor que he podido”

Lo hemos hecho lo mejor que hemos podido.

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