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Los bancos invisibles

Los lectores y las lectoras escriben sobre la morosidad, la última película de Amenábar, la crueldad y la importancia de estudiar música

En España, la ley estipula un máximo de 60 días para pagar las facturas. La realidad sigue sumando: 90, 120, 180 días... Y la excusa no puede ser más manida: “Estamos esperando que nos paguen a nosotros”. La morosidad se transmite como la gangrena y se acepta como parte de la idiosincrasia española. Y no solo es el coste económico: ansiedad, desgaste, la sensación de mendigar lo que ya es tuyo... Periodistas, traductores, arquitectos, ilustradores: todos sostienen con su trabajo el flujo de caja de otros. Son los bancos invisibles de la economía española. Sin balances, sin sucursales, pero que soportan una anomalía que se ha vuelto costumbre. Y conviene llamarla por su nombre: morosidad estructural.

Laura Cano Rodríguez. Madrid

Espectáculo descuidado

En su reciente crítica sobre El cautivo, de Alejandro Amenábar, Jordi Gracia se lamentaba de la tendencia que observa él en España a hacer ficciones estérilmente fantasiosas sobre personajes cuyos hechos reales darían para creaciones igualmente interesantes. Coincido. Es un indicador de la actitud generalmente reinante hacia todo lo que, para ser hecho en serio, requeriría estudio y amor a las cosas. Se busca el aplauso, bajo la capa del antielitismo, a costa de sacrificar el conocimiento del pasado y de cualquier cosa para cuya apreciación haga falta una inteligencia o una sensibilidad especial. Una pena, pues así no se hace cultura de verdad, sino solo entretenimientos que no suman nada.

Adolfo Palacios González. Santander

¿Cómo les afecta este mundo?

Con qué credibilidad les cuento yo a mis hijos que viven en un mundo bonito, donde las personas se aman o al menos se respetan, donde somos capaces de convivir en armonía porque las personas somos lo primero y todo lo demás secundario. Ya no son pequeños, ya no les puedo engañar. Solo tienen que coger el móvil y ver las noticias. Me pregunto cómo les afectará a su desarrollo psicológico, personal, sentimental; qué pensarán al ver cómo las informaciones asimiladas cuando eran más pequeños se estrellan contra el muro de la verdad, contrarias a lo recibido. En fin, aun así, mantengo la esperanza de que todo cambie, aunque no sé si me lo creo.

Rosa Marina Mera García. Cáceres

Amad la música

Como profesora, a menudo escucho una pregunta capciosa de mi alumnado: “¿De qué me sirve estudiar música?”. Hay tantas razones que no sé por dónde empezar. Estudiar música es rebeldía: la rebeldía frente a lo productivo, frente a la idea de que la vida es sobrevivir y ser “útiles para el engranaje”, distraerse y dormir. Nos enseña que la historia no solo está en los libros, sino también en las obras de grandes mentes y grandes corazones que dejaron en sus melodías la belleza o la fealdad del mundo que les rodeaba. Además, nos demuestra que hay algo más allá de la supervivencia: la libertad de poder ver el mundo de muchas otras formas, no solo como blanco o negro. Así que sí, la asignatura de Música sí que os servirá de algo. Amadla.

Eva Tejado Meco. Jerez de la Frontera (Cádiz)

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