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Golpe a la lucha climática europea

La oposición de grandes países de la UE al nuevo objetivo de reducción de emisiones lastra una política vital

Cuatro de los cinco grandes países de la UE (Alemania, Francia, Italia y Polonia) rechazan la propuesta que la Comisión presentó a comienzos de julio de reducir para 2040 las emisiones netas de gases de efecto invernadero en un 90% respecto a los niveles de 1990. La iniciativa, apuntada por los científicos que asesoran a la Comisión en política climática, supone una meta intermedia entre la reducción del 55% comprometida para 2030, que los Veintisiete están cerca de lograr, según subrayó Bruselas en mayo, y el objetivo final de lograr la neutralidad climática y una economía descarbonizada en 2050, que la Ley Europea del Clima fijó hace cuatro años.

Europa, un continente que se calienta el doble de la media mundial, se juega en gran medida su futuro en lograr un claro avance hacia la transición verde. Por su estatus de referencia mundial en estos objetivos, un fracaso tendría consecuencias para todo el planeta. Cuando las evidencias científicas del calentamiento provocado por el hombre se suceden cada día —la UE se abrasó en agosto, y todo apunta a que 2025 batirá al año pasado como el más caluroso registrado—, esta nueva muestra de rebaja en las ambiciones climáticas europeas resulta descorazonadora. La propuesta de la Comisión ya suavizaba su política. Varios socios, entre ellos Polonia e Italia, quieren ampliar el porcentaje de derechos emisiones que pueden comprarse fuera de la UE, una política que presenta riesgos, como llevan años advirtiendo los científicos, si supone no adoptar decisiones contundentes para reducir las emisiones causadas por los combustibles fósiles.

La negociación sigue abierta, pero las perspectivas inducen al desaliento ante la oposición de Francia, presa de una profunda crisis política, y Alemania, que no deja de sumar malos datos económicos. Ambos reclaman más flexibilidad, mientras el rechazo de otros socios es total. Los problemas y las estrategias políticas internas de los Estados y el temor a que siga creciendo la ultraderecha negacionista no pueden oponerse a la certeza científica de que resulta prioritario aumentar la velocidad y la ambición de la transición ecológica. Europa no puede perder el tren de la agenda verde. De ello no solo depende su independencia energética o miles de empleos, sino evitar pérdidas multimillonarias y, lo que es muchísimo más grave, de vidas por los fenómenos extremos relacionados con el clima, cuya gravedad y frecuencia están aumentando. Incluso su propia credibilidad como referente moral.

Europa afronta riesgos climáticos inaplazables que aumentan más rápido de lo que crece nuestro grado de preparación como sociedad. Este es el diagnóstico de la directora ejecutiva de la Agencia Europea de Medio Ambiente y la realidad que casi cualquier europeo ha podido vivir este verano. La amenaza existencial a largo plazo debe pesar más que los cálculos cortoplacistas.

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