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Ampliar la lucha contra el tabaquismo

El consumo de tabaco ha caído significativamente, pero las leyes deben seguir poniendo coto al causante de cientos de muertes evitables

El tabaquismo sigue siendo una de las más importantes causas de muertes evitables en España, y aunque la normativa aplicada en los últimos años ha reducido el hábito de forma significativa, queda todavía un largo trecho que recorrer para proteger la salud. Eso es lo que se propone el anteproyecto de ley que el Gobierno acaba de enviar a las Cortes, con medidas para extender la prohibición de fumar a terrazas, conciertos, espacios deportivos al aire libre, marquesinas de transporte público o vehículos laborales.

También pretende regular las otras formas de consumo, como los vapeadores y los cigarrillos electrónicos, y controlar mejor la publicidad. La ley debería concitar el máximo apoyo parlamentario, pues está destinada a reforzar una estrategia de lucha contra el tabaquismo que, además de necesaria, sabemos que es eficaz.

Esta estrategia ha tenido dos instrumentos decisivos: la ley de 2005, que prohibió fumar en los puestos de trabajo, y la de 2010, que lo extendió a bares y restaurantes sin que se produjera la quiebra masiva de establecimientos como vaticinaban quienes se oponían a la norma. En la literatura científica sobre la lucha contra el tabaquismo está bien acreditado que para hacerlo retroceder hay que actuar en tres frentes: aumentar el precio del tabaco vía impuestos especiales, erradicarlo de los espacios públicos y controlar la publicidad.

En los tres se ha actuado y eso ha dado como resultado que la población mayor de 15 años que fuma se haya reducido a la mitad desde 1987. Si entonces fumaba el 54,3% de los hombres y el 21,3% de mujeres, en 2023 lo hacía el 23,3% de los hombres y el 15,5% de las mujeres.

La tasa conjunta ha pasado del 38,2% al 19,4%, pero es todavía demasiado alta y cada vez cuesta más reducirla. La lucha contra el tabaquismo choca ahora con ciertas estrategias de la industria tabaquera para presentar el tabaco como algo atractivo en redes sociales y en series dirigidas a adolescentes, y también con la aparición de nuevas formas de fumar, como los vapeadores y los cigarrillos electrónicos. Aunque se presentan como menos dañinos que el cigarrillo convencional, también son nocivos y, lo que es más importantes, no dejan de perpetuar la adicción a la nicotina. La forma de presentarlos, como si fuera una alternativa saludable, puede inducir a engaño. En los últimos años ha aumentado su uso entre los jóvenes y algunos estudios advierten de que pueden convertirse en la puerta de entrada al consumo de tabaco convencional. Es preciso pues seguir aumentando el espacio libre de humo y regular tanto el acceso como la publicidad del vapeo y métodos similares equiparándolos al tabaco convencional. Es una importante batalla por la salud pública. Y debería seguir contando con el máximo consenso político.

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