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Tomar nota de Francia

El duro enfrentamiento político paraliza las soluciones a unos problemas cuya gravedad comparten todos los partidos

Tras someterse el lunes a una moción de confianza que él mismo había convocado, François Bayrou no tardó en dimitir como primer ministro de Francia. En el discurso que hizo para defender ...

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Tras someterse el lunes a una moción de confianza que él mismo había convocado, François Bayrou no tardó en dimitir como primer ministro de Francia. En el discurso que hizo para defender su plan de recortes de 44.000 millones de euros dijo algunas cosas de las que acaso convenga tomar nota. Al margen de que su propuesta fuera más o menos acertada, y hay quienes consideran —con razón— que iba a golpear sobre todo a los que menos tienen, lo que no admite discusión es que el peso de la deuda empieza a ser insostenible en el país vecino. El diagnóstico de que el enfermo está grave lo comparte la mayoría de partidos, pero no hay manera de encontrar una salida al problema. La imagen que transmite la Francia de Macron es de impotencia y fracaso; es el cuarto primer ministro que cae desde que inició su segunda presidencia.

Bayrou dijo, por ejemplo, que “la sumisión a la deuda es como la sumisión por la fuerza militar”, que lo que se pierde es la libertad de gobernar, que los márgenes de maniobra se estrechan todavía más. Explicó que el sistema educativo no funciona en Francia, y que su degradación está llevando a “una caída en el dominio de los fundamentos de la escritura”. Habló también del “desequilibrio demográfico debido al envejecimiento de los franceses” y de la necesidad de integrar a los inmigrantes, la tabla de salvación a la que se aferran los países europeos para salir del atolladero. A Alemania tampoco le va bien. Así que los dos grandes motores de la Unión Europea están llenos de ruidos y pueden gripar en cualquier momento. Son malas noticias.

Países envejecidos con enormes deudas y donde los jóvenes tienen problemas con la escritura. Si estos encuentran complicaciones a la hora de escribir es que las tienen cuando leen, y eso significa, por tanto, que están trabajando con las herramientas estropeadas para poder comprender el mundo en el que viven. Francia ha sido durante mucho tiempo un referente para España en materia educativa, de ahí que resulte llamativo que sea un primer ministro el que le dé tanta relevancia a este problema. España, de hecho, ha ido mejorando en los últimos años en el desafío de reducir los bajos niveles educativos —lo ha señalado un reciente informe de la OCDE—, pero sigue siendo el Estado europeo con la mayor proporción de jóvenes que no cursan la segunda etapa de secundaria. Conviene tomar nota.

Lo más significativo, sea como sea, ha sido el fracaso de Bayrou a la hora de incorporar a su plan a otras fuerzas políticas. Cada una de ellas parece enquistarse en sus posiciones y no está dispuesta a negociaciones de ningún tipo, sobre todo por lo que estas tienen de hacer concesiones y buscar terrenos comunes. El espectáculo que ha ofrecido la Francia de Macron es el del volatinero que tiene que caminar con su propuesta sobre un alambre colgado en las alturas mientras desde abajo el resto de partidos está rugiendo para que caiga. Cayó, no podía ser de otra manera. A la extrema derecha de Marine Le Pen, por mucho que pretenda moderarse, le cuadra dar zarpazos para que todo vaya a peor y crezcan sus posibilidades de llegar al poder. La Francia Insumisa de Mélenchon, por su parte, se sumó a una gran movilización convocada por diversos colectivos de izquierda con el lema “Bloqueemos todo”, y que llenó las calles de violencia. Esto es lo que hay, nadie puede llamarse a engaño. Con esa exhibición de una fractura interna tan colosal resulta pomposo cualquier gesto enfático de los que hace Macron para arreglar las dificultades de la escena internacional.

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