El negacionismo mata

Los lectores escriben sobre la gestión de Mazón, las políticas neoliberales, la memoria histórica y la sede de la Comunidad de Madrid, y la libertad de expresión

Un hombre observaba el 31 de octubre los daños causados por las inundaciones en Paiporta (Valencia).Biel Aliño (EFE)

Tras las últimas declaraciones del presidente de la Generalitat valenciana no puedo sentir otra cosa que bochorno y sonrojo. Su primera decisión cuando se hizo con el poder fue eliminar una unidad de emergencias creada por su antecesor, Ximo Puig, afirmando que era un chiringuito y una ocurrencia. Sus pactos con negacionistas del cambio climático como Vox han mediatizado su manera de afrontar la fatídica jornada en la que se rompió el cielo. Mantuvo en todo momento su agenda, desoyendo a técnicos y sin activar un sistema de alarma que ya causó quejas en Madrid con motivo de la tormenta Filomena por parte de los sectores de ultraderecha. Su negacionismo es ahora su condena, ya que no va a lograr no solo gobernar, sino llevar una vida normal sin que se le pregunte dónde demonios estuvo ese día y por qué no estuvo al mando. mando.

Pedro María Benito. Vitoria

La motosierra, para ellos

Si los presidentes de las comunidades autónomas no tienen ninguna responsabilidad en situaciones de crisis (la dana en Valencia, los ancianos abandonados en las residencias durante la pandemia en la Comunidad de Madrid); si en situación de normalidad todo lo que no va bien es responsabilidad del Gobierno central; si, además, la labor de oposición de las derechas ultraliberales solo consiste en insultar, creo que por coherencia se deberían aplicar a sí mismos las motosierras de recorte del sector público que tanto admiran, porque sus puestos salen demasiado caros para el limitado valor que aportan.

Pablo de Vera Moreno. Madrid

El edificio de Puerta del Sol

Isabel Díaz Ayuso, por su edad, no vivió la dictadura franquista, pero yo, con 75 años, sí y fui testigo en mi entorno de las palizas que les propinaron a mis amigos sólo por no comulgar con las ideas del dictador, en los calabozos del edificio desde el que ahora ella ejerce la presidencia. En su carta al ministro Víctor Torres señala que el pueblo de Madrid “asocia tal edificio con la libertad y la concordia” para no declarar el lugar como de memoria democrática. Pero ese edificio no es de su propiedad, ni siquiera de la Comunidad, sino de todo el pueblo español y en particular de aquellos que fueron torturados en sus sótanos.

Ana Alonso Castrillo. Madrid

Los límites de la libertad de expresión

Vivimos en una sociedad donde la libertad de expresión es un derecho fundamental. Pero me pregunto: ¿debería tener algún límite? En las redes sociales es muy fácil encontrar mensajes de odio o mentiras que se comparten sin parar. ¿Dónde acaba el derecho a opinar y empieza el faltar al respeto? Defender la libertad de expresión no puede ser excusa para discriminar o para difundir noticias falsas que acaban haciendo daño a mucha gente. Al final, encontrar un equilibrio es esencial para protegernos a todos.

Ana Soler. Barcelona

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