El regreso de la eugenesia

Mejorar genéticamente a una persona sana evoca unos escenarios de ciencia ficción que pocos expertos están dispuestos a asumir por ahora

Una investigadora lleva a cabo pruebas genéticas animales en el laboratorio del Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario de Asturias, en Gijón.ÁLVARO FUENTE

Seguro que has oído hablar de Lulu y Nana, aunque no por ese nombre. Son dos niñas chinas con el genoma editado. Tienen ahora seis años, viven en algún lugar secreto y, por lo poco que el Gobierno chino ha dejado trascender, están bien de salud. Su creador, el genetista He Jiankui, acabó en la cárcel tras anunciar su nacimiento en 2018 y montar así un escándalo monumental que dio la vuelta...

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Seguro que has oído hablar de Lulu y Nana, aunque no por ese nombre. Son dos niñas chinas con el genoma editado. Tienen ahora seis años, viven en algún lugar secreto y, por lo poco que el Gobierno chino ha dejado trascender, están bien de salud. Su creador, el genetista He Jiankui, acabó en la cárcel tras anunciar su nacimiento en 2018 y montar así un escándalo monumental que dio la vuelta al mundo. La intención de He era virtuosa: hacer a las niñas resistentes al sida mediante la modificación de un gen que el virus VIH necesita para penetrar en las células humanas. Pero el genetista se saltó todas las regulaciones chinas y los consensos internacionales con su experimento, puesto que la comunidad científica considera que las técnicas de edición genómica no son aún lo bastante seguras para este tipo de intervenciones.

La alteración de los genes humanos se ha intentado muchas veces. Antes se denominaba terapia génica, y ahora se suele llamar edición genómica, aunque el fondo de la cuestión es el mismo: cambiar un gen para que deje de fastidiar. Generalmente, eso implica corregirlo en una persona con cualquier enfermedad hereditaria —hay más de 3.000 distintas—, pero el caso de Lulu y Nana cruza una barrera que se consideraba sagrada, porque aquí no se trata de tratar una enfermedad cambiando las células de un órgano afectado, sino de modificar el gen en el óvulo fecundado, de modo que todas las células de la niña llevan la alteración en su genoma. Y eso incluye su línea germinal, la que genera sus óvulos (o los espermatozoides en el caso de un niño), con lo que no solo Lulu y Nana, sino también toda su descendencia llevará la alteración.

Y hay otra diferencia importante. El genetista He no estaba aquí tratando ninguna enfermedad, sino impidiendo que la hubiera en un futuro hipotético. En caso de que Lulu, por ejemplo, si se contagiara con el VIH en su vida adulta, el sida no se desarrollaría, porque el virus no podría infectar sus linfocitos (glóbulos blancos de la sangre). Esto pone el experimento en la frontera difusa que media entre curar y mejorar. Curar siempre tendrá un estatus ético más aceptable, ya que aliviar un sufrimiento insoportable convierte los riesgos en una cuestión secundaria, y los pacientes suelen ser los primeros en entenderlo así y dar su consentimiento informado. De hecho, la edición genómica ya se ha usado para tratar la anemia falciforme sin que nadie ponga objeciones morales a ello. Pero mejorar a una persona sana —o a una estirpe entera, como en este caso— evoca unos escenarios de ciencia ficción que pocos expertos están dispuestos a asumir por el momento.

Ocurre que, apenas apagados los ecos de Lulu y Nana, parece hora de dar una vuelta de tuerca más al argumento. Todo lo anterior se refiere a la modificación de un solo gen, y eso es solo una pequeña parte de la cuestión. Los estudios de las poblaciones humanas han descubierto decenas de miles de variantes genéticas asociadas con condiciones poligénicas (no causadas por un gen, sino por muchos), y aquí ya no hablamos de enfermedades raras, sino de diabetes, dolencias cardiovasculares, cáncer, desórdenes psiquiátricos, alzhéimer y de sus causas subyacentes, como la hipertensión o la obesidad. Cada variante genética tiene aquí un efecto muy pequeño, pero la combinación de muchas de ellas alcanza un peso muy considerable. Las técnicas para editar muchos genes a la vez en la línea germinal no están listas, pero pocos expertos dudan de que lo estarán en un par de décadas. Los editores de Nature creen llegado el momento de ponerse a discutir en serio sobre sus implicaciones éticas, jurídicas y sociales, entre ellas la eugenesia. Entretanto, larga vida a Lulu y Nana.

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