Misteriosa paz trumpista para Ucrania

Europa tiene la obligación de garantizar un acuerdo justo para Kiev

Daños causado por un ataque ruso con misiles contra el centro de Járkov, el día 25.SERGEY KOZLOV (EFE)

Donald Trump ha nombrado a Keith Kellogg, un general retirado y miembro del American First Policy Institute, como enviado especial para Ucrania y Rusia con el encargo de convertir en realidad su deseo de terminar la guerra en 24 horas, a ser posible antes del 20 de enero, día de su toma de posesión. Todo es incertidumbre respecto a la paz que se prepara. Kellogg ha confesado que Trump la mantiene oculta. De momento, con sus prisas ha ofrecido a Putin un incentivo para que el líder ruso encarezca sus condiciones de negociación. El Kremlin se halla en una fase ofensiva que está produciendo un serio desgaste en las filas ucranias. Con la entrada en combate del contingente norcoreano se ha burlado una vez más de los esfuerzos de contención de los aliados de Zelenski y les ha obligado a autorizar al presidente ucranio a golpear con sus misiles hasta 300 kilómetros Rusia adentro.

En una desafiante escalada, Putin tenía preparada la jugada de lanzar sobre Dnipró un misil hipersónico susceptible de llevar cargas nucleares. El mensaje de Rusia es doble: esgrime de nuevo la amenaza nuclear y manda un aviso directo a los aliados europeos. Este tipo de misiles tienen a su alcance las principales capitales del continente, lo que serviría, en caso de ataque, para poner a prueba la eficacia del artículo 5 del Tratado Atlántico, que compromete a todos los socios de la OTAN a la mutua defensa en caso de agresión exterior.

Zelenski ha reconocido su disposición a ceder territorios ocupados por Rusia, de momento provisionalmente, a cambio del ingreso de su país en la Alianza. Es un canje inspirado en el final de la guerra de Corea (1953), donde se decretó un alto el fuego, pero nunca se ha firmado la paz. Estados Unidos mantiene sus tropas y su garantía de seguridad para Seúl, pero el conflicto, congelado durante 70 años, no ha impedido a Corea del Sur dejar atrás al Norte y convertirse en un modernísimo país desarrollado.

No es seguro que en el caso ucranio sirva la garantía de la OTAN que pueda ofrecer Trump, puesto que su política exterior transaccional difícilmente casa con la solidaridad atlántica. El peor escenario sería que Kiev se viera obligado a ceder territorio so pena de quedarse sin ayuda de Washing­ton. Si los europeos no lo remedian, Ucrania puede sufrir con Trump un destino similar al de Checos­lovaquia en 1938, entregada por Francia y el Reino Unido a Hitler. Fue una vergüenza entonces —y el preludio de la Segunda Guerra Mundial— y sería una vergüenza ahora, además de un pésimo presagio para el futuro de Europa.

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