X, una batalla decisiva

La plataforma de Musk ya no es solo una red, sino un imponente aparato de comunicación política al servicio de fuerzas radicales en todo el mundo

Elon Musk, el día 13 durante la reunión de Trump con los congresistas republicanos en el Capitolio, en Washington.Brian Snyder (REUTERS)

Si están pensando en cerrar su cuenta de X, les sugiero que, antes de salir, busquen el perfil de Elon Musk y consulten las casi 40 publicaciones que ha dedicado, solo durante el mes de noviembre, a denigrar el trabajo de los medios de comunicación tradicionales, los legacy media, sean estos medios impresos, cadenas de radio o televisión. ”Están muriendo”, ”Te mintieron”, “Quieren destruir la libertad de expresión”, “El periodismo ciudadano es la única manera de escapar de la maquinaria de propaganda de los medios tradicionales”, ”Los medios de comunicación tradicionales son el brazo de propaganda de los izquierdistas radicales, por lo que perseguirán inmediatamente a cualquiera que simplemente quiera políticas centristas y justicia para todos”.

Este acoso y derribo al periodismo ha constituido uno de los ejes centrales de su campaña electoral y, a tenor de los resultados, ha calado en amplios sectores de la sociedad estadounidense. Donald Trump ha ganado las elecciones, pero Musk continúa atacando a los periodistas con idéntico nivel de dedicación y virulencia, lo que responde a la necesidad de intentar liquidar al único gran contrapoder que parece quedar en su camino.

Las elecciones de Estados Unidos han consolidado la posición de Musk como actor político global e impulsor de un ecosistema de información que rompe todos los moldes y que están siguiendo con entusiasmo los partidos populistas de todo el mundo. Muchos ciudadanos parecen sentirse ahora cómodos chapoteando en la mezcolanza de información y desinformación y dan por bueno el menú de actualidad que les proporcionan sus influencers ideológicos favoritos plagado de vídeos y memes de “choteo digital” a los oponentes políticos. Para qué leer un artículo cuando uno puede indignarse a gusto, llorar de la emoción o echarse unas risas con las ocurrencias de decenas de usuarios que arremeten contra uno de los ahora designados “enemigos del sistema”: periodistas, científicos, jueces... Si la democracia necesita ciudadanos informados para sobrevivir, las autocracias que están ocupando el terreno precisan de comunidades de seguidores para nutrir una realidad alternativa esculpida a golpe de bulos.

En el Twitter de las mil caras conviven hoy la pornografía, la comunicación de gobiernos e instituciones, las loas a Hitler, los servicios de emergencia, las estafas financieras y, en breve, la publicidad de empresas respetables que anuncian su regreso a X, ahora que ha ganado Musk. X ya no es solo una red social; es un imponente aparato de comunicación política al servicio del próximo Gobierno de un país y de fuerzas radicales en todo el mundo. Una poderosa máquina de propaganda que crece y crece, alimentada en parte por la pasividad de los reguladores nacionales y europeos ante todos sus excesos. Caminamos hacia una colisión de modelos políticos, sociales y de comunicación que tendrá en X uno de sus principales escenarios con la desinformación y la manipulación de masas como armas preferentes.

Este conflicto necesita periodistas sobre el terreno, corresponsales en esta guerra que nos ha tocado vivir, profesionales que comprendan sus dinámicas, identifiquen a los actores de las contiendas más sucias, denuncien todos los abusos y coloquen a los poderes públicos frente a su silencio cómplice e irresponsable. Es urgente informar a los ciudadanos y recurrir para ello a toda la artillería de plataformas y narrativas que nos brinda la era de oro de la comunicación digital. Esta es la batalla decisiva del periodismo. Hay que ganar primero y salir de X después.

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