Errejón como herramienta política

Los medios conservadores usan la caída del político como arma contra el feminismo y la izquierda. Su suerte les importa un pimiento

Errejón, en mayo en una rueda de prensa en el Congreso.Eduardo Parra (Europa Press)

Libre de Estilo estuvo en Madrid la semana pasada hablando con gentes que escriben en La Vanguardia, en EL PAÍS, en Público, o que tertulian en Onda Cero. Dio tiempo a saludar en Barajas al honoris causa Vicente Vallés, recuperar a Marta Carazo y a Carlos Franganillo y hasta encontrarse con un exministro en un pasillo desangelado donde se encendió una luz que llevaba más de tres años apagada. ...

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Libre de Estilo estuvo en Madrid la semana pasada hablando con gentes que escriben en La Vanguardia, en EL PAÍS, en Público, o que tertulian en Onda Cero. Dio tiempo a saludar en Barajas al honoris causa Vicente Vallés, recuperar a Marta Carazo y a Carlos Franganillo y hasta encontrarse con un exministro en un pasillo desangelado donde se encendió una luz que llevaba más de tres años apagada. Todos hablaban de Íñigo Errejón, claro. Algunos adelantaban nombres. De políticos y de periodistas. Debe de haber miedo. El viaje dio incluso para comer papas con mojo (el mejor mojo, el de Madrid) y beber vino dulce de madrugada escuchando opiniones sobre el monotema. A la vuelta a la capital de los Estados Unidos de Europa, repasar la prensa conservadora o reaccionaria de la colonia hispana produce entre asco y náusea.

Los medios de derechas tuvieron que tomar una decisión editorial difícil: ponerse del lado del feminismo y cargar contra Errejón o defender al dirigente de Más Madrid y fundador de Podemos y atacar al mismo feminismo al que vienen atacando desde que Unidas Podemos y después Sumar entraron en el Gobierno. Ignacio Vidal-Folch lo tuvo claro, con dos titulares en pocos días. El primero decía: Errejón: verdugo y víctima de un feminismo demente. El segundo: Cuanto más lo lapidáis, mejor me cae Errejón. Whisky de garrafón. Testosterona de viagra.

Errejón es sólo una herramienta, un martillo, porque su suerte les importa un pimiento. No van contra Errejón, un machista que para ellos es una víctima de “dos amantes decepcionadas”, culpable de nada, inocente caído en una trampa, alegan. Errejón es la pistola que usan para amenazar al feminismo y a la izquierda, sobre todo la representada por mujeres. Odian los avances que el feminismo ha conseguido estos años con el empuje de féminas metidas en política precisamente para lograr esos avances.

Odian que su país en 2024 no sea como era hace décadas, cuando ellos eran jóvenes e ir por ahí metiendo la mano donde no les habían invitado no era respondido por el “feminismo demente” con un guantazo o una denuncia que acabara con sus carreras. Por eso ahora defienden a Errejón, mostrando que no han entendido nada los últimos días, que creen que esto acabará con el feminismo político, cuando es su alimento, cuando será la base de cualquier propuesta social que no quiera aparecer como salida de un casino de capital de provincias del siglo XIX o de la cabeza chamuscada de un columnista reaccionario cercano al partido neonazi Hogar Social.

No todos son mayores. Por eso, Juan Manuel de Prada escribe que “mucho más grave que la conducta sexual del archivillano Errejón nos parece dar pábulo a historietas guarras de señoritas despechadas”. Por eso, Rebeca Argudo, la de los comentarios tránsfobos contra Elizabeth Duval, explica a las víctimas que no son víctimas porque la violencia de Errejón no fue un crimen ni violencia, sino “circunstancias incómodas, repugnantes, frustrantes, indeseables y fastidiosas”. Por eso, Maite Rico cree que Errejón ha sido linchado por ese peligroso feminismo que ella no traga.

Pero si sales del columnismo que usa a Errejón para atizar a sus fobias, encuentras en Ctxt una columna luminosa de Carolina Bescansa que indaga en cómo “en un ejercicio público de clamorosa miseria comenzaron las insinuaciones en los platós y los susurros en los oídos de las periodistas”.

También estos días ves dar lecciones desde la izquierda (porque la progresía también recicla) a profesores como Pablo Iglesias, que jugaron a ser políticos y ahora juegan a ser periodistas. Cuentan que “se hablaba”, se decía, se sabía lo que hacía Errejón. Pero ellos, que estuvieron con él desde que nacieron los movimientos a la izquierda del PSOE en el 15-M, que crecieron con él, que salieron de copas con él, que viajaron con él, en lugar de hacer periodismo (si periodistas son) se dedican estos días al chismorreo, como aquellas viejas de mi pueblo que vigilaban, tras los visillos, quién “hablaba” con quién, cuando “hablar” era un verbo tan amplio que algunas veces, de tanto hablar, acababas en la cama en pelotas.

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