Mirar hacia abajo
Un corto de Pantomima Full sobre un agente inmobiliario para ricos se vuelve viral. Necesitamos el vídeo del vendedor aún más pringado: el que enseña pisos a currantes que se hipotecarán de por vida
Los veranos sirven para muchas cosas. Incluso para leer. Pero hay que ser cuidadoso con la elección. Uno se puede topar con un libro como El juego del dinero. Un intruso en la cima del mundo (Península) y ya no remontar, ni siquiera desde la toalla en la playa. Su autor, Gary Stevenson, cuenta por qué decidió dejar de ser trader (intermediario financiero): no soportaba ganar en un día más dinero, apostando por el desastre económico, que cualquier trabajador en toda su vida.
No por sabida la desgarradora verdad duele menos. Más aún si una se cae del guindo cubierta de crema solar, rodeada del griterío de niños que corren y salpican de arena a todo quisqui, mientras sus padres se disculpan. El acceso de llanto es repentino e inesperado. ¿Qué hago yo en esta playa abarrotada, bajo este sol de justicia, con un menú de comida precocinada en la nevera? Es más, ¿qué he hecho mal en la vida para que este sea mi mejor plan posible en mi supuesto mejor momento del año?
No ayuda tampoco que la frase atribuida a Warren Buffett cruce de golpe la mente: que sí, que hay una lucha de clases, pero que la están ganando los ricos. Y de calle. ¿Cómo es posible que, siendo muchos más lo que vamos perdiendo, no nos hayamos rebelado? ¿Cómo hemos aceptado que somos afortunados por gozar de unos días de fiesta al año para sentarnos en una incómoda silla de plástico plegable, notando el aliento del vecino, después de conquistar una diminuta porción de arena?
Por suerte, ese tipo de pensamientos son breves, apenas un fogonazo. Como cuando uno se despierta de la siesta con un ataque de lucidez sobre la tontuna de la existencia humana. Suele durar solo unos segundos abismales, que se apartan de un manotazo para seguir en la maravillosa rueda de la vida. Hay que dar gracias a Dios por lo que se tiene, con la mirada clavada siempre en los pies. El confort miserable de constatar que podría ser mucho, muchísimo peor, para ir tirando. Convertirse, gracias a unas cuantas visitas periódicas al psicólogo, en la Dory de Buscando a Nemo: just keep swimming, sigue nadando. Repetirse lo afortunados que somos por gozar de salud, exprimir cada segundo y blablablá.
Pero entonces llega Pantomima Full y lo estropea todo de nuevo. Y ya van… Su vídeo Consultor inmobiliario, colgado en X, suma ya cuatro millones y medio de visualizaciones, 18.000 republicaciones, casi 3.000 citas, 55.000 likes y miles de comentarios. Si no tiene usted ánimo de verlo, se lo resumo: lo que parece un vídeo para echarse unas risas a cuenta de los pijos que compran pisos de dos millones y medio de euros acaba siendo la triste historia del sonriente vendedor, cuyo sueldo le da para compartir piso, apretujado, y que pasa como puede la semana a la espera de que llegue el viernes por la tarde. “Te ríes al principio y lloras al final”, resume un usuario de X.
El grupo de los tristes seguidores de Pantomima Full necesitamos la parodia del vendedor aún más pringado (hay que mirar hacia abajo siempre): el que enseña el piso a los currantes más afortunados que podrán hipotecarse de por vida, sufriendo para que no suban mucho los tipos de interés. Interiores o bajos, con poca luz, convertidos en fantásticas oportunidades. Chabolas a medio millón de euros, por citar el tuit de la periodista Raquel Peláez sobre un anuncio de Idealista, que ahí sigue.
No es de extrañar que la principal preocupación de los españoles, según el CIS, sea la inmigración: temer o detestar al de abajo es más sencillo que rebelarse contra el de arriba. Siempre. Aunque arriba se compren pisos de tres millones y abajo se sude para pagar una deuda de por vida.