Una mejor educación sexual
El crecimiento de las infecciones de transmisión sexual entre los menores obliga a actuar en el terreno sanitario, pero sobre todo en el educativo
Las infecciones de transmisión sexual (ITS) registran desde hace años un crecimiento sostenido que preocupa a las autoridades sanitarias españolas y europeas. En España, los últimos datos oficiales, difundidos en febrero y correspondientes a 2022, muestran que la gonorrea, la sífilis y la clamidia alcanzaron los picos más altos de las últimas tres décadas, con un aumento de la última del 266% en un sexenio. El dato es alarmante entre los mayores de edad, pero en el caso de los adolescentes podemos estar ante una epidemia desconocida, según un reciente estudio realizado por profesionales del hospital bilbaíno de Basurto.
El análisis, que compara la prevalencia de las ITS bacterianas atendidas en dicho centro de 2014 a 2023 entre los adolescentes de 14 a 18 años con respecto al grupo de mayores de 19, revela que tienen una mayor incidencia en el primero, especialmente en el caso de las mujeres. En aquellas edades iniciales se produce un efecto barrera: van menos al médico por desconocimiento, falta de concienciación o por simple vergüenza, por razones familiares o por el estigma alrededor de este tipo de infecciones. Cuesta más identificar los casos, sobre todo en las primeras fases leves o asintomáticas, y realizar el necesario estudio de contactos, ya de por sí complejo en cualquier grupo de edad. Y utilizan menos el preservativo, una práctica de riesgo demasiado habitual (el 26% de los adolescentes de 15 a 18 años admitieron no haber usado condón la última vez que tuvieron relaciones completas, según la edición más reciente, de 2018, del Estudio sobre las conductas saludables de jóvenes escolarizados, que Sanidad realiza cuatrienalmente).
Los datos deberían servir para provocar un debate a fondo sobre la educación sexual de los menores. Hace más de tres lustros que la ley prevé que todo el alumnado debe recibir educación sexual y afectiva en el colegio. En la realidad, sin embargo, se imparte poca y de forma muy irregular, lejos de una necesaria visión integral. Frente a los sectores ideológicos y religiosos aficionados a convertir la educación en interesada piedra de escándalo, hay abundantes evidencias de la relación directa entre una mayor educación sexual y el control de las ITS entre los menores.
Complica mucho la situación que sean estas las generaciones que tienen en la pornografía su principal cuando no única fuente de información afectiva y sexual (un 30% de los menores de 13 a 17 años reconoce esa exclusividad). Una fuente distorsionante que perpetúa modelos de conducta machistas o directamente violentos, pero que también empeora la salud íntima de sus jóvenes usuarios. El anteproyecto de ley aprobado por el Gobierno en junio para proteger a los menores en la Red supone, con sus dificultades, un buen punto de partida. Es imprescindible avanzar en esa regulación e implicar al sector educativo para mejorar una formación crucial para una vida sana, en el momento en el que esa información resulta más necesaria.