Google es un monopolio

La sentencia que condena al gigante digital por posición dominante supone un paso clave para regular el poder de las tecnológicas

El logo de Google, en un establecimiento de la firma en Nueva York.Andrew Kelly (Reuters)

Un juez federal de Estados Unidos ha sentenciado que Google es oficialmente un monopolio gracias a que cada año paga miles de millones de dólares a Apple, Samsung y otros fabricantes para ser el buscador instalado por defecto en sus dispositivos. Es la última decisión judicial en una ofensiva con la que las autoridades de EE UU pretenden reducir el poder de mercado de las grandes tecnológicas, una posición que solo irá a más con el desarrollo de la inteligencia artificial (IA), y que ha derivado en sendas demandas contra Apple, Amazon y Meta en los últimos años.

La sentencia contra Google, el buscador de Alphabet, no deja lugar a dudas: acapara un 95% de cuota de mercado en búsquedas en móviles y actúa de forma ilegal, dice el juez, para preservar esa posición dominante. La empresa defiende que es legal pagar para que otras compañías te coloquen mejor, como ocurre, por ejemplo, en los pasillos de los supermercados, y que su buscador es, además, el mejor.

El juez percibe agujeros en ese razonamiento. La posición de privilegio que tiene en móviles facilita a Google datos de miles de millones de búsquedas, que luego usa para mejorar el servicio, que le sirve para ganar más dinero que finalmente emplea para ofrecer mejores acuerdos a los fabricantes de móviles. La ventaja abismal sobre el resto de competidores que este modelo proporciona a Google limita los incentivos para crear o invertir en un nuevo buscador. Lo cierto es que no solo se ha convertido en el jugador dominante del mercado, sino en una herramienta imprescindible de cualquier actividad. Sus competidores —Brave, Bing o DuckDuckGo— replican que resulta imposible ponerse al nivel de Google sin la cantidad ingente de datos que maneja el buscador y que debería darles acceso a su plataforma para mejorar sus resultados y anuncios. Entonces habría una competencia real, insisten.

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La competencia es esencial para propiciar avances en el campo de la tecnología. El mejor ejemplo reciente es la aparición de ChatGPT y su integración con el buscador de Microsoft, Bing, que ha obligado a Google a avanzar en sus herramientas de IA. Igual que la aparición de un competidor ha estimulado ese desarrollo, la lógica del mercado dice que si otros buscadores tuvieran verdadera capacidad de competir con Google en búsquedas habría más innovación.

La empresa ya ha anunciado que recurrirá la decisión, en el principio de lo que puede suponer una larga batalla judicial. Las autoridades no descartan forzar a Alphabet a escindir sus distintas áreas de negocio: el buscador Google, el navegador Chrome, el sistema operativo Android o la plataforma de publicidad Adwords. Europa también ha puesto en marcha cambios legislativos para combatir las prácticas monopolísticas. La Comisión obligó a Google a permitir que sus usuarios puedan escoger entre más de una docena de buscadores cuando compren sus dispositivos. Pese a ello, siguen optando por Google de manera aplastante. Quedan muchos años de cambios regulatorios y ofensiva judicial para romper los monopolios tecnológicos, pero reconocerlos como tales es un importante primer paso.

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