La política de “todos en el mismo saco”

El presidente de Colombia intensifica su disputa con la prensa mientras es blanco de una avalancha de mensajes tránsfobos

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, en una imagen de archivo.NurPhoto (NurPhoto via Getty Images)

La simplificación es uno de los atajos discursivos más socorridos cuando se carece de argumentos sólidos. A ella recurren con frecuencia representantes públicos y analistas de todo signo. El pensamiento dual, el que más ha marcado la cultura occidental, es sencillo, al menos en su versión primaria. Así que si un político quiere arremeter contra los que considera como sus adversarios, sean competidores directos o periodistas, lo tiene fácil. Solo ha de meter a todos en el mismo saco. Cualquiera lo entenderá y sus fieles le comprarán el mensaje. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha lanzado en los últimos días algunos ataques en las redes sociales que parten de esa premisa.

“He respetado en su vida periodística a María Jimena [...]. Pero seguir la carrera de Vicky es un camino de desacierto y mentira”, escribió el mandatario de izquierdas hace ya dos semanas en X. Se refería a María Jimena Duzán, uno de los símbolos de la resistencia de la libertad de prensa frente a la violencia, y a Vicky Dávila, directora de Semana, una revista que vive en campaña permanente contra el Gobierno. Las dos informadoras y sus historias están en las antípodas, aunque Petro atribuye a ambas un estilo de “periodismo Mossad”, a cuenta de las publicaciones sobre los supuestos negocios del hermano de Laura Sarabia, su mano derecha en el Ejecutivo. Pero más allá del caso, la referencia a la agencia de inteligencia israelí exacerbó la disputa con los medios.

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Duzán, que no ha ocultado haber votado por Petro, denunció haber recibido “amenazas y señalamientos” que incluso la “tildan de ser una terrorista”. “Todas ellas se fundamentan en las falsas e infames acusaciones que usted presidente me ha hecho. El uribismo nunca me bajo de guerrillera y usted me puso la lápida de terrorista”, escribió. La Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), un organismo que vela por la libertad de expresión en Colombia, salió en defensa de la periodista y lamentó en un hilo que “en los últimos días se ha dejado en evidencia la persistente intención del presidente de debilitar el debate sobre asuntos de interés público relacionados con la gestión del Gobierno nacional”.

Petro, sin embargo, respondió a la fundación con una falsedad. “¿Y cuándo la FLIP de Pacho Santos defenderá la ciudadanía contra la calumnia vestida de información?”, lanzó. La mención a Francisco Santos no es inocente al tratarse, además de periodista, del antiguo vicepresidente de Álvaro Uribe. La identificación con un Gobierno de derechas responde nuevamente a esa estrategia: todos en el mismo saco. Se lo aclaró el veterano periodista Daniel Coronell, autor de algunas de las investigaciones más relevantes sobre los escándalos del uribismo. “La FLIP no es de Pacho Santos. Lucha por la libertad de prensa que es esencial para la democracia. Usted está equivocado y debería tomar un respiro antes de seguir este camino que no lo lleva a nada bueno”.

Las palabras del presidente colombiano le costaron incluso un reproche de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y otros organismos internacionales. Pero para entender la dimensión de la ofensiva de Petro contra la prensa conviene observar la fotografía completa. Una mayoría de los medios está en pie de guerra contra el Gobierno y buena parte de la conversación pública cayó, en Colombia y en toda la región, en un pozo de ruindades, chismes y mentiras. Se vio la semana pasada a propósito de un supuesto episodio privado que derivó en ataques transfóbicos y por el que Petro exigió respeto por su intimidad. Lo hizo al contestar un deleznable mensaje de odio de un usuario con casi 300.000 seguidores. Este es el contexto en el que funciona la simplificación, la equiparación de la crítica con el disparate, la fiscalización con la máquina del fango. La confusión. Todo en el mismo saco. Una estrategia que envilece la política.

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