Diez años y un día de Letizia y Felipe
Han logrado bien que mal sellar la grieta abierta a base de atar corto a la familia y bieneducar a las hijas. Pero la nave, lejos de la calma chicha, atraviesa un mar revuelto
El día de la proclamación de Felipe y Letizia como reyes de España casi no lo cuento. A las ocho de la mañana, dos horas antes del solemne acto en el Congreso, llegué al control policial con la acreditación de periodista cual Toisón de Oro al cuello, tropecé con mis tacones, rodé calle abajo y desperté abrazada a una farola isabelina con una costilla rota, la oreja desprendida del cráneo y cuatro policías de paisano placándo...
El día de la proclamación de Felipe y Letizia como reyes de España casi no lo cuento. A las ocho de la mañana, dos horas antes del solemne acto en el Congreso, llegué al control policial con la acreditación de periodista cual Toisón de Oro al cuello, tropecé con mis tacones, rodé calle abajo y desperté abrazada a una farola isabelina con una costilla rota, la oreja desprendida del cráneo y cuatro policías de paisano placándome y diciéndome tranquila, señora, que ya viene la ambulancia. Así que, en vez de contándolas, pasé las primeras horas del reinado de Letizia y Felipe en el hospital, preguntándome cómo demonios había llegado allí y cómo diablos saldría de esa. Bajo toda la pompa y el boato del Estado, sospecho que Felipe y, sobre todo, Letizia pensaban lo mismo en la sede de la soberanía del pueblo.
Heredaban en vida una nave con una vía de agua del tamaño de la del Titanic provocada por las pérdidas del norte del patrón, el mismísimo rey Juan Carlos, que, poco después, hacía mutis por el trono dejándolos en el balcón de Palacio como diciendo: ahí os quedáis con el marronazo de reflotarla. De aquello hace hoy 10 años y un día. Así, como en las condenas, porque, desde entonces, los Reyes han tenido que ganarse el respeto a pulso y jornada a jornada. En esta década han logrado bien que mal sellar la grieta a base de atar corto al padre, alejar a las hermanas, vetar al cuñado, evitar a los sobrinos y bieneducar a las hijas. Pero la nave, lejos de la calma chicha, atraviesa un mar revuelto. Entre el baño de almíbar de muchos, el desafecto de no pocos y las lisonjas envenenadas de otros, una mayoría pide, nada más y nada menos, que cumplan su papel y no den guerra. Otra cosa es que Leonor, por muy pluscuamperfecta que sea, llegue a ser reina. Por lo demás, en todas las casas cuecen cosas, sean habas o caviar del Caspio. Y, sí, puristas, ya sé que Letizia no fue proclamada reina y que quien reina es Felipe. Pero para mí que quien gobierna esa casa porque sabe oler el peligro y anticiparse al ser el único espécimen no nacido en cautividad de la familia, es ella. Lo digo con la autoridad de quien derramó ese día su sangre por España.