La política vuelve al Congreso

El consenso en política exterior es necesario para enfrentar los crecientes peligros geopolíticos

Pedro Sánchez, este miércoles, en la sesión de control al Gobierno en el Congreso.Samuel Sanchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, realizó este miércoles en el Congreso de los Diputados una buena aproximación al paisaje de inseguridad y de peligros geopolíticos que rodean a Europa y en concreto a España. En el aspecto más urgente, la necesidad de frenar la matanza en la franja de Gaza, fue la ocasión de comprobar que los partidos centrales mantienen el necesario consenso sobre la posición españ...

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, realizó este miércoles en el Congreso de los Diputados una buena aproximación al paisaje de inseguridad y de peligros geopolíticos que rodean a Europa y en concreto a España. En el aspecto más urgente, la necesidad de frenar la matanza en la franja de Gaza, fue la ocasión de comprobar que los partidos centrales mantienen el necesario consenso sobre la posición española, aprobado hace una década. El jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, reafirmó la posición tradicional de su partido en favor de los dos Estados como fórmula de paz para israelíes y palestinos, desmintiendo así el súbito negacionismo adoptado por su predecesor José María Aznar. Difieren ambos en la utilidad de un rápido reconocimiento del Estado palestino, cuestión que Sánchez ha convertido en una apuesta de liderazgo europeo que a Feijóo no le conviene reconocer. A pesar de los matices, quedó claro que existe una amplísima mayoría parlamentaria que respalda los ejes fundamentales de la posición española sobre Palestina en un debate con profundidad y argumentos. Por unas horas, la política se convirtió en la noticia que salía de la cámara. El embrujo duró poco. El barrizal volvió en las siguientes horas.

Reconocer a Palestina como Estado de pleno derecho en Naciones Unidas no es un brindis al sol. Es un instrumento de presión sobre el Gobierno extremista de Netanyahu para la resolución de la crisis de Gaza. Es un instrumento también de defensa en la escena judicial internacional para los palestinos, desasistidos en sus derechos individuales y colectivos. Sánchez no está solo en su apuesta, sino que cuenta con una creciente simpatía internacional, como ha quedado manifestado por la incorporación de Australia al grupo de países que la propugnan.

El debate de este miércoles muestra que España cuenta con todas las piezas para la reconstrucción del consenso mínimo sobre política exterior, que da resultados positivos cuando no se desvanece entre la polarización y el populismo que se han apoderado del sistema de partidos. El actual contexto geopolítico europeo exige intensificar el esfuerzo presupuestario y de coordinación en defensa y seguridad en el nivel nacional, como en la UE y en la OTAN. Hay que responder con urgencia a la demanda de armas y munición que necesita Ucrania para impedir que Putin tome la iniciativa en una ofensiva de primavera.

El acuerdo sobre algunos de estos puntos sería perfectamente posible entre PSOE y PP, tal como pudo comprobarse en el Congreso, e incluso podría añadirse el PNV. La paradoja de este consenso posible pero inexistente es que tanto el PSOE como el PP cuentan con socios que no lo comparten. Una realidad que empuja el entero debate sobre política exterior y de seguridad al ámbito doméstico.

El consenso exterior es necesario para enfrentar los crecientes peligros geopolíticos correctamente descritos por el presidente del Gobierno, pero además es un bien en sí mismo en un mundo donde reinan la polarización y los extremismos, cuya faz radical y amenazadora pudieron observar el miércoles los ciudadanos en intervenciones parlamentarias como las de Santiago Abascal o de Míriam Nogueras. El tacticismo de las campañas electorales y las tendencias truculentas de la extrema derecha ensombrecieron un buen debate que apuntaron tanto Sánchez como Feijóo, también Aitor Esteban y otros portavoces con distintas visiones, y permitió recordar que la política, sobre todo en tiempos de inestabilidad e incluso de guerra, es un bien en sí mismo que urge preservar frente a la demagogia y al miedo.

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